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viernes, 14 de septiembre de 2012
“Los Prescindibles” y “La Imprescindible”
Años antes que las aulas de la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Industrial fueran el lugar donde hacía parada y fonda equipado con mi carpeta heavy – metalera, “El chico que llevaba la carpeta forrada con caratulas de películas de Sylvester Stallone, Jean Claude Van Damme y Arnold Schwarzenegger” bien podría haber sido el apodo con el que se referían a mi los que fueron mis compañeros en el Instituto de Educación Secundaria Nº 7.
Bien sabe Dios que el que en Diciembre de 1992 habría preferido luchar a muerte en «El Octágono» antes que ir a casa con el zurrón cargado con ocho suspensos gustosamente habría gritado “¡Vete al infierno!” si alguien le hubiera dicho que veinte años después vería a los actores mencionados anteriormente protagonizar juntos una película durante la que mis oídos – a parte de disfrutar de la música celestial provocada por el atronador ruido de las balas vomitadas por rifles de asalto del más diverso calibre - serían agasajados con la dulce voz de “La más bella admiradora de Félix Lope de Vega y Carpio”, ese gran dramaturgo que escribió “El perro del Hortelano”, una de las muchas obras sobre las que Don Maruri - el temido profesor de Lengua y Literatura Española – hablo a sus alumnos de 2º de B.U.P. mientras el que esto escribe soñaba con ser un mercenario y salir de caza con «Los Perros de La Guerra».
A raíz del Pacto con el Diablo que firmo en la casa de Dios con El Señor iglesia (Bruce Willis), el veterano Barney Ross (Sylvester Stallone) se ve obligado a aceptar una misión que le llevara a él y al comando de mercenarios a sus ordenes hasta las frías tierras de Albania, más concretamente hasta la cima de la montaña donde se estrello un avión que albergaba en su interior una caja cuyo contenido supondría un grave peligro para la humanidad si cayera en manos de “los malos”.
Lo que en principio parecía una operación sin excesivos riesgos se acabara convirtiendo en algo mucho más peligroso cuando entra en acción Villain, un despiadado terrorista al que da vida Jean - Claude Van Damme y que por desgracia para él se pone «Al límite del riesgo» al asesinar brutalmente a Billy El Niño - un joven francotirador de élite encarnado por Liam Hemsworth, el hermanísimo del acTHOR que se ha hecho mundialmente famoso gracias al hijo de Odín que sirviéndose del martillo de guerra que lleva por nombre Mjolnir impide que los dioses que moran en el Valhöll sean aniquilados por las fuerzas de Jötunheim.
Y es que como bien supondrán todos aquellos que saben como se las gastan “Los Prescindibles”, estos últimos serán poseídos por una furia vengadora digna de «The Punisher (Vengador)», el personaje de comics al que en 1989 dio vida Dolph Hans Lundgren, el sueco de Estocolmo que tras utilizar su inteligencia para completar la carrera de ingeniero Químico en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets) puso su extraordinario físico al servicio de He – Man («Masters del Universo») y Jack Kane, el detective del departamento de homicidios de la policía de Houston que protagoniza «Dark Angel: Ángel de la muerte», película durante la cual un escalofrió recorrió mi cuerpo por cortesía de esa escena en la que el héroe de la función, ante la advertencia “Vengo en son de paz…” que sale de los labios de la sanguinaria criatura asesina a la que persigue, responde “Y te iras en pedazos…” y acto seguido le vuela la cabeza.
Al igual que ocurrió en la anterior entrega, el que en la pantalla grande mato a puñetazos al mejor amigo de Rocky Balboa, da vida a Gunnar Jensen, un militar veterano de incontables guerras que lucha contra sus demonios internos, y que junto a Navidad (Jason Statham), Peaje (Randy Couture), Ave César (Terry Crews) y Yang (Jet Li), integra “la pandilla de psicóticos” que comanda Barney Ross y que durante su segunda misión de combate cinematográfica cuenta con el apoyo de Maggie (Nan Yu), una mujer de armas tomar que al igual que los caballeros mencionados anteriormente se caracteriza por tener muchas agallas y muy poco sentido común.
Sirviéndose de un guión escrito a cuatro manos por Richard Wenk y Sylvester Stallone, Simon West – el padre cinematográfico de «La hija del general» - ha conseguido un espectáculo visual de primer orden que sin duda alguna saciara el exquisito paladar de los que crecieron durante la década de los 80, la que sin duda alguna fue la época dorada del cine de acción, un genero que siempre estará en deuda con Chuck Norris, el actor que metido en el traje y la piel de un veterano del Vietnam «Marcado para morir» libro una espectacular pelea de karate bajo las luces de neón que bañan las calles de Hong Kong, y que el pasado Lunes - al hacer acto de presencia en plan lobo solitario y al son de la inolvidable banda sonora que Ennio Morricone compuso para la película «El bueno, el feo y el malo» - provoco que el que esto escribe, sin moverse de la butaca de los Cines Yelmo, viajara en el tiempo hasta aquella lejana noche de principios de los 90 durante la que atrincherado en el sofá y gracias a Antena 3 estuve «Desaparecido en combate».
Como no podía ser menos el que una tarde de Viernes de mediados de los 80, cuando aún era uno de los inocentes niños que correteaban por el patio del Colegio Público Sagrado Corazón, sintió en sus carnes el agradable mordisco de «Cobra», y aplaudió a rabiar al ver como este tras decir "Aquí es donde termina la ley, y empiezo yo" colgaba del gancho de un puente – grúa a "El carnicero nocturno" no puede poner fin a esta crítica sin dar mi más sincero agradecimiento a los artífices de «Los Mercenarios 2», y a la mujer que me acompaño durante el visionado de la misma y que el día que se alisto en mis unidades de choque provoco que en el pecho de «El luchador» que esto escribe empezase a latir un corazón de león que a parte de impedir que me amilane ante el «Máximo riesgo» conseguirá que - emulando al «The Hitman» que haciendo buen uso de la poderosa potencia de fuego de una plateada escopeta de cañones recortados se llevo por delante a la mafia de Seattle – aniquile a todo aquel «Depredador» que ose adentrarse en «Der Dschungel Kristalles» para perturbar nuestra tranquilidad.
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