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martes, 3 de julio de 2012

35 años rodados en 35 mm.


En el día en el que se cumple el trigésimo quinto año de rodaje de “mi película”, tras pasar infinidad de horas meditando sobre «El sentido de La Vida» y llegar a la conclusión de que – tal como apuntaron los intelectuales Ortega y Gasset - La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada, hago saber al estimado público que abarrota las butacas que, a sabiendas de que solo somos sombras y cenizas, hasta el día en el que con el rostro bañado por el Sol me vea cabalgando solo por los verdes prados del Eliseo - al grito “Fuerza y Honor” y con el propósito de que los actos vividos en compañía de a aquell@s a l@s que quiero tengan su eco en La Eternidad - combatiré en la arena de ese circo romano que es La Vida con el coraje y pundonor propios de un «Gladiador».


Dicho esto, a través de este blog, es justo y necesario hacer un resumen de “los mejores momentos” de «El sentido de mi vida», esa película rodada en 35 mm. cuyas criticas hechas por los expertos en la materia, espero y deseo, hagan hincapié en que su protagonista principal, al igual que «El Capitán Alatriste»: No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente.


Empezando por el principio debe constar en acta que el tipo eleGante que esto escribe y que por desgracia o por fortuna nunca tendrá ocasión de demostrar su coraje y pundonor enrolado en Los Tercios de Flandes, llegada la hora de recoger el Premio Oscar al Mejor Actor sería merecedor de ser tildado de malnacido si a parte de no dar las gracias a la Virgen de Guadalupe, a la Virgen de La Cabeza, al Milagro del Sagrado Corazón de María, a San Judas Tadeo y a Jesús de Medinaceli, no tuviera unas palabras de cariño para «Los padres de él», La Santa Madre y El Estimado progenitor de José Luis que con sus miles de aciertos y sus contados errores, forjaron a un hombre que consiguió ser digno del aprecio de algunas de las mejores personas que moran en este mundo salvaje en el que nos ha tocado vivir.


Sin duda alguna debo buena parte de mis mejores escenas a Marta y María, esas dos grandes damas de la actuación que están a la altura de la encantadora y sofisticada Audrey Hepburn y que a lo largo de todos estos años – ya fuera sobre las ardientes arenas de una playa o allá en las lejanas y frías tierras altas de Escocia – me han mostrado una lealtad equiparable a la de aquellos jóvenes de la 82ª División Aerotransportada, cada uno de su padre y de su madre, que tras convertirse en «Hermanos de sangre» durante el fragor de la batalla, no dudaban en jugarse el pellejo para salvar la vida del hombre que combatía a su lado.




Aunque bien sabe Dios que a la hora de realizar el montaje final de su película le hubiera gustado que no hubiera sido necesario meter la tijera para eliminar la sección de fotogramas en los que quedaron grabados momentos que ojala nunca jamás hubiera protagonizado lo cierto es que, en cierta medida, vivirlos hizo que «El Jinete Pálido» que esto escribe disfrute aún mas del Amanecer Rojo que aniquilo a La Oscuridad bajo la cual cabalgo a través de El Valle de Las Sombras, y que llego incluso a provocar que se llegase a plantear desmontar de su caballo y, bajo un Sol tan rojo como la sangre, dejar que lo acribillasen a balazos los cazarrecompensas que «Por un puñado de dólares» había contratado El Infierno que le seguía.


A pesar de que no faltaría a la verdad si dijera que por fortuna para mi en el cañón de mi revolver hay grabadas más de una decena de muescas que dan fe de que son más de una decena los forajidos de leyenda que integran la banda que, a uno y otro lado del río Mississippi, siempre me brindo su apoyo cuando atravesé mis peores momentos, mentiría como un bellaco si no reconociera que fue Sheila «La Amazona que cruzo el Ruhr a galope tendido» la que, dando fe de su destreza con el arco, atraveso de parte a parte a “Mis Demonios & Mis Fantasmas” con dos certeras flechas provistas de puntas de acero hechas en la factoría SRB Stahlrohrhandel Bochum GmbH, y – a parte de provocar que fuera poseído por la valentía y coraje propias del «Águila Roja» - consiguio que el «Templario» que hay mí cruzase las puertas de «El Reino de Los Cielos».


Si bien es cierto que, tal como diría John Rambo, todos somos prescindibles, no tengo ninguna duda de que si algún día el destino me obligará a prescindir de los servicios de Carlos, Francisco, Daniel, Abel, Iván y Pedro – «Los mercenarios» con los que establecí una alianza militar hace 21 años – mi felicidad acabaría tan maltrecha como esos villanos a los que Chuck Norris y Jean Claude Van Damme les daban por arriba y por abajo en las películas cuyas caratulas, para vergüenza ajena de mis compañeros, forraban la carpeta del adolescente que un día fui.


La Vida «El río que nos lleva» hace que, tarde o temprano, nos veamos obligados a decantarnos por uno u otros de sus afluentes. Vivido lo vivido nunca tendré palabras suficientes para agradecer que el que, al son de Dolores Amaya, manejaba mi barca eligiese la lengua de agua que me llevo hasta la Escuela de Ingeniería Técnica Industrial, allí donde a parte de descubrir todo lo referente al maravilloso mundo de la Elasticidad y Resistencia de Materiales conocí a Paco y Alberto, otros dos de los engranajes que contribuyeron a que funcionase perfectamente el motor de la maquinaría militar con la que me muevo a través de ese embarrado campo de batalla que es nuestra existencia.


Sin duda alguna a Carlos, otro de los hermanos de armas que en aquellos tiempos se enrolo en mis unidades de choque, y a un servidor nos habría gustado haber recorrido La Vieja Europa metidos en la armadura y la piel de «Los Señores del Acero»; dado que por desgracia para nosotros no nacimos para ser guerreros que se sienten bien entre la sangre, la muerte, gritos y dolor, tuvimos que conformarnos con seguir la senda del heavy – metal, la senda que nos llevo hasta Gijón, Oviedo, Avilés, La Felguera, Pravia, Turón, Madrid y Guernica, ciudades y villas estas donde nos hirvió la sangre al ver como IRON MAIDEN, MANOWAR, SAXON, CHILDREN OF BODOM, IN EXTREMO, AVALANCH, WARCRY, TIERRA SANTA y muchos grupos más conseguían con su buen hacer que el escenario se convirtiese en un volcán en erupción que bramaba con sonido atronador.


Esos artistas invitados que son Jorge Gines, Laura y Vicky – esas damas a las que estimo tanto por hacer inmensamente felices a dos de mis compañeros de armas más queridos – Cefe “El Agente Victorero”, Ángel “El Huracán venezolano”, Machin “Il Consigliere”, Lara “la abogada de causas perdidas (la manifiestamente mejorable discografía de Ismael Serrano)”, Montse y los dueños de EL MATADERO donde alguna que otra vez conseguí darle matarile a mis penas merecen también que se les reconozca que, de una u otra manera, colaborasen para conseguir que tenga sobradas razones para exclamar: «¡Qué bello es vivir!».


A pesar de que por cortesía de las noches durante las que “chape” los antros de perdición de la villa me gane a pulso que dijeran de mi que era un truhán, algo bohemio y soñador, tengo que decir en mi defensa que también fui un señor, circunstancia esta que ha quedado de manifiesto desde el día de Julio de 2011 en el que me convertí en «El Señor de Las Bestias» a raíz de la llegada a mi vida de Maruja, esa tierna criatura que estoy seguro que si en sus días más fogosos estuviera en la misma situación que «La gata sobre el tejado de Zinc», sin dudarlo ni un segundo y con intención de tener con ellos algo más que una bonita amistad, saltaría al callejón donde los gatos maúllan a gritos un “Rock and Roll”.


Aunque bien es cierto que el hecho de que el tiempo haya reafirmado mi carácter ha provocado que me haya convertido en actor de un solo personaje siempre que he tenido ocasión no he dudado en rodar localizaciones exteriores en los países por los que deambule con presupuestos ciertamente irritantes.

Sabedor de que «Mas allá de la cúpula del trueno» no necesitaban otro héroe decidí poner rumbo hacía otras latitudes, circunstancia esta que – además de permitirme recorrer las majestuosas avenidas que durante la Guerra Fría fueron divididas por Der Mauer, ese kilométrico "Telón de acero" que dada su envergadura podía ser visto hasta por los ángeles que tenían su hogar en «El cielo sobre Berlín» - me llevo hasta la patria de “Los Highlanders”, aquellos bravos poetas – guerreros que en el año de Nuestro Señor de 1314 – comandados por Robert Bruce y guiados por un «Corazón valiente» como el que latió en el pecho del que fuera su líder, William Wallace - hambrientos y en inferioridad numérica, cargaron sobre los campos de Bannockburn y conquistaron su libertad.


Dado que una buena forma de no perder nunca la perspectiva es aprender un poco todos los días a lo largo de estos años he hecho realidad una replica de la Biblioteca de Alejandría, y es que mientras que John Cassavetes vivió rodando entre sombras y caras un servidor lo hizo buceando entre libros y libros que si bien, a diferencia de «El libro de Eli», no contenían la respuestas a todas las preguntas al menos consiguieron que, mientras leía sus páginas llenas de palabras frías como espadas, no me preguntase: ¿Qué estoy haciendo con mi vida?


Dicho esto, antes de estrenar en exclusiva el tráiler oficial de «El sentido de mi vida», por si aún no les ha quedado claro quiero agradecer de todo corazón a los anteriormente mencionados que contribuyeseis y contribuyáis a que se haya acabado convirtiendo en una majestuosa superproducción esa modesta película de arte y ensayo que empecé a rodar la noche del 3 de Julio de 1977.


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