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miércoles, 16 de octubre de 2013

Crónica de un justificado fracaso cinematográfico


Años después de que comprendiera que jamás seria elegido para llenar el enorme vacío que Gary Winston Lineker dejo en la delantera del FC Barcelona, El delantero matador en permanente fuera de juego que un día fui soñó con llegar a convertirse algún día en una estrella del heavy – metal tan brillante como Bruce Dickinson, ese hijo de la Gran Bretaña que es dueño de unas cuerdas vocales tan resistentes como el acero con el que fueron forjadas las espadas que empuñaban los vikingos que protagonizan las hazañas bélicas que Johan Hegg narra con su voz aterciopelada.


Dado que, al fin y a la postre, ambos sueños de grandeza acabaron durmiendo el sueño eterno bajo el manto que sobre ellos echo mis frustración, a estas alturas de mi vida ya solo aspiro a que dentro de cientos de años sean millones las personas que cuenten a sus nitos que yo fui La Salvación, El Mesías que lidero al ejercito de humanos que a sangre y fuego consiguió vencer a los “Cyborg”, esos “Asesinos cibernéticos” que no conocían el significado de la palabra compasión, y cuyos endoesqueletos albergaban en su interior “Almas de metal”.


Creyendo que podría ser para él tan útil como “El arte de la guerra” lo es para los alumnos de las academias militares, el que esto escribe malgasto 110 minutos de su vida visionando “Crónicas mutantes”, una película que, en lugar de enseñarle estrategias para sobrevivir en un mundo apocalíptico, provoco que fuera hecho prisionero de guerra por la vergüenza, y es que ese sentimiento es lo único que deja tras de si la sucesión de imágenes cazadas por la cámara cinematográfica de Simon Hunter, el hombre al que Edward R. Pressman Film, First Foot Films y Paradox Entertainment entregaron veinte millones de dólares para que convirtiera en imágenes las palabras que formaban parte del guión que Philip Eisner escribió en unas hojas de papel que, seguramente, gracias al estrepitoso fracaso comercial de dicho film (5.000 $ de recaudación), para muchos de los directivos de las productoras mencionadas anteriormente, en lugar de acabar sobre la mesa que fue testigo de la reunión en la que dieron luz verde al proyecto, deberían haber sido atrapadas por los ardientes brazos de los “451º Fahrenheit” con los que la siniestra brigada de bomberos – pirómanos creada por Ray Bradbury destruían los libros que, por su capacidad de hacer pensar a la gente, eran una amenaza para Montag, la triste e indeseable sociedad que ojala nunca sea algo más que el fruto de la imaginación del autor de “Crónicas marcianas”.


Aunque el proyecto tenía como objetivo adaptar a la pantalla grande Mutant Chronicles, visto lo visto, queda claro que la historia escrita por el guionista que nos llevo más allá del “Horizonte final” esta a años luz de la mitología del rico universo que tanto hizo disfrutar a los millones de jugadores que se enrolaron en los ejércitos que combatieron sobre el tablero del mencionado juego de rol tecno fantástico, y es que, a parte del nombre, lo único que respeto Eisner fue el nombre de Las Megacorporaciones - Mishima, Cybertronic, Bauhaus, Capitol e Imperial – cinco titánicas empresas que en el Siglo XXIII libran una brutal guerra para apoderarse de los ya escasos recursos del planeta Tierra, un inhospito lugar en el que solo viven los pobres desgraciados que no han podido comprar un pasaje con destino a Marte.


Año 2707: Por si fuera poco grande El Infierno terrenal alimentado con el hambre y la guerra, 'La Máquina' que 10.000 años antes llegó del espacio exterior con el propósito de transformar a los hombres en mutantes y que había sido sellada por Los Antiguos, es accidentalmente activada mientras los soldados de los ejércitos de Bauhaus y Capitol, con las bayonetas caladas en sus potentes fusiles de asalto, libran brutales combates cuerpo a cuerpo plasmados en una sucesión de escenas que, sin éxito alguno, intentan alcanzar el dramatismo de las que desfilaron ante los ojos de los espectadores que se metieron dentro de las trincheras en las que, con barro hasta las rodillas, paso varias horas de su vida Paul Bäumer (Lew Ayres), un soldado alemán destinado al frente oeste de Europa y que, tras sobrevivir a bombardeos, ataques con gas mostaza y los disparos de las metralletas enemigas, murió durante el transcurso de un día que por ser muy tranquilo y calmado provoco que el parte de guerra diario firmado por los generales germanos se resumiera con Im Westen nichts Neues (Sin novedad en el frente), frase esta última que daba título a la novela en la que se baso el guión de la ganadora del Oscar a la Mejor película en 1930, y que un año antes fue escrita por Erich Maria Remarque, uno de los miles de jóvenes alemanes que fueron peones sacrificables en el tablero de ajedrez en el que se vieron obligados a jugarse la vida durante el conflicto armado que se libro entre el 28 de julio de 1914 y el 11 de noviembre de 1918, y que les enfrento a los horrores de la guerra, esos de los que el de Osnabrück dijo: Los horrores son soportables mientras se trate sólo de sufrirlos, pero matan cuando se reflexiona sobre ellos.


Ante la grave amenaza que Los Mutantes suponen para La Humanidad, Los Hombres de Fe que aún creen que es posible la salvación de la raza humana depositan todas sus esperanzas en Los siete elegidos que, cumpliendo la profecía narrada en Las Crónicas Mutantes, llevarán a cabo una misión tan suicida como la que fue ejecutada por los “Doce del patíbulo”, y que serán seleccionados y reclutados por el Hermano Samuel, personaje este último encarnado por Ron Perlman, el actor que en la pantalla grande dio vida a El chico del Infierno, y que en la pequeña pantalla es el padrastro del Hijo de La Anarquía que recientemente, a lomos una Harley Davidson, escapo de las “Cincuenta sombras de Grey”, y cuyo hermoso rostro y hercúleo cuerpo ha conseguido que millones de féminas, parafraseando a la motorista que en la década de los 80 protagonizo un famoso anuncio de colonia masculina, digan: Busco a Jax.


Gracias al selectivo proceso de selección llevado a cabo por el Hermano Samuel, este último y la Hermana Severian (Anna Walton) atravesarán el apocalíptico Valle de Las Sombras que es La Tierra junto al hepteto de soldados que hasta hace unos días habían sido enemigos y que, tras dejar atrás sus diferencias en post del bien común, se han acabado convirtiendo en aliados.


A Dios rogando y con los fusiles de asalto ametrallando, emprende su peligrosa misión tan peculiar grupo, grupo cuya sección militar esta liderada por el Mayor 'Mitch' Hunter (Thomas Jane), y en el que – para equilibrar el alto nivel de testosterona inyectado por este último y los machos Maximillian von Steiner (Benno Fürmann), Juba Kim Wu (Tom Wu), John Maguire (Steve Toussaint), Jesus 'El Jesus' de Barrera (Luis Echegaray) y Michaels (Pras Michel) – ha sido incluida la "dulce" Valerie Duval, una mujer de armas tomar que tiene más de sesenta muertos en su armario y que es encarnada por Devon Aoki, la pequeña flor de loto que dio vida a una de las prostitutas que al caer la noche llenan las calles de la ciudad del pecado.


Aunque no puede ponerse “Bajo sospecha” la actuación de “El Castigador” para el cual fue una pesadilla estar en el punto de mira de “El cazador de sueños”, afirmar que el Mayor Hunter no logra conquistar al espectador es tan cierto como decir que en el “Profundo mar azul” moran bestias tan peligrosas como las lovercraftnianas criaturas que aterrorizaron a los habitantes de un pequeño pueblo Maine tras atravesar “La niebla” que separa nuestro mundo de las tierras baldías en las que lucha por su supervivencia Roland Deschain, el pistolero cuyo carisma es muy superior al del personaje encarnado por el de Baltimore.


Y es que, aunque la carta de presentación del tipo duro que lidera la cruzada contra Los Mutantes sea 'No me pagan por creer, me pagan por ser un cabrón' en ningún momento consigue que los amantes de las películas de acción le tengamos el respeto que en su día nos inyecto el mordisco de Bob "Snake" Plissken, el tatuado y carismático antihéroe en cuya piel se metió el que se Kurtió dando un “Golpe en la pequeña China”.


El grave fallo mencionado anteriormente unido a unos diálogos vergonzosos y unos paupérrimos efectos especiales, al fin y a la postre, consiguió que el que durante el visionado de “Black Hawk down” rezo a Los Dioses de La Guerra para que las hordas somalíes no aniquilarán a los soldados norteamericanos atrapados en el infierno terrenal en el que el 3 de Octubre de 1993 se convirtieron las calles de Mogadiscio acabase deseando que a Hunter y los suyos se les encasquillaran las armas y que Los Mutantes consiguieran hacerse dueños y señores del planeta en el que mora La Raza Humana, esa especie que tiene el dudoso honor de ser arquitecta de su propia de destrucción.


En resumen, una película muy mala de la que lo único que bueno que puedo decir es que me ha servido para escribir otro de esos blogs con los que, sin demasiado éxito, intento conseguir que alguna editorial del Planeta vea en mi al sucesor del que escribió la “Crónica de una muerte anunciada”.

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