Aunque la elevada moral de combate que actualmente embarga a mis tropas haya conseguido que mi carne mortal este poseída por el espíritu navideño tengo que reconocer que hubo un tiempo no tan lejano en el que gustosamente habría acribillado a balazos a Santa Claus mientras, acompañado musicalmente por el ruido y la furia de las balas vomitadas por un fusil de asalto, gritaba ¡Maldita Navidad!, ese par de palabras que para la inmensa mayoría son incompatibles, y que en 1987 salieron de la garganta del Señor Joshua, un exmiembro de las Fuerzas Especiales del Ejército de los Estados Unidos de América que puso su extraordinario adiestramiento militar al servicio de la banda de narcotraficantes a la que se enfrentaron Roger Murtaugh y un “Arma letal” llamada Martin Riggs, ese par de detectives del Departamento de Policía de la ciudad californiana en la que estaban los bancos que fueron atracados por Los Expresidentes, ese cuarteto de surferos liderados por aquel al que le llamaban Bodhisattva, y que fueron perseguidos por Angelo Pappas y el tocayo de “Johnny Mnemonic” apellidado Utah, dos agentes de una unidad de elite adscrita al Despacho Federal de Investigación que también tenia en nomina a la marimacho que fue proclamada “Miss Agente Especial” y a la que encarno la que – ante la atenta mirada de “El pequeño Buda” – para evitar morir joven y tener un bonito cadaver, apretó el acelerador del autobús que conducía para conseguir que 50 millas / hora fuera el valor de la magnitud física de carácter vectorial que expresa el desplazamiento de un objeto por unidad de tiempo, y que - en la lengua del que escribió “Mucho ruido y pocas nueces” - se escribe con S de Samurai.
Precisamente uno de «Aquellos que sirven» - significado etimológico de saburai – es lo que era Ôishi, el líder de los cuarenta y siete rōnin a los que, gracias a una concatenación de acontecimientos, se une el que dio “Un paseo por las nubes” ante la atenta mirada de El que en 1962, en la pantalla grande, y a las ordenes de “Lawrence de Arabia”, sirvio en el ejército árabe que combatio contra el Imperio Otomano durante la I Guerra Mundial, y del que también formo parte El que, en 2004, se metio en la túnica y la piel de Sheikh Riyadh, el jeque que, gracias a un buen puñado de dolares, consiguió que en esos “Oceanos de fuego” que son las ardientes arenas del desierto arábigo se hundieran las pezuñas de Hidalgo, el caballo mustang sobre cuyos lomos cabalgo Frank T. Hopkins, el jinete profesional que se hizo famoso actuando en el show Buffalo Bill en el Salvaje Oeste, y que fue encarnado por el que dos años después – dando fe de sus Viggorosas dotes interpretativas – dio vida al Capitán de los Tercios de Flandes que – a mediados de 2014, y con las facciones de Aitor Luna – conquistara a sangre y fuego un lugar en la programación de Telecinco por cortesía de DLO Producciones, la productora de la que es propietario José Manuel Lorenzo, el hermano del que en la pequeña pantalla es El Comisario que impone la ley en La Villa y Corte, allí donde vive el cobarde maestro de escuela en cuyo pecho late el bravo corazón que – cuando algún pobre desgraciado necesita ayuda - guía el heróico brazo que empuña la espada cuyo hoja fue forjada con un acero tan resistente como aquel con el que – gracias a él – el 22 de Abril de 2011 se empezaron a mecanizar los eslabones de la cadena que, al fin y a la postre, me unió a la que vio junto a mi la película que es hoy la principal protagonista del blog.
A diferencia de lo que sucedió durante mi última estancia cinematográfica en Japón – esa durante la cual acabe pensando “Que maten a Lobezno, al señor Yashida o a quien sea, pero por favor que se termine esta pesadilla” – lo cierto es que me hubiera gustado mucho que hubiera durado al menos una hora más el relato cinematográfico en el que el canadiense de adopción nacido en Beirut (Líbano) cuyo nombre de origen hawaiano significa "Brisa fresca sobre las montañas", comparte protagonismo con Hiroyuki Sanada, el japonés nacido en Tokio que, durante el verano de ese Annus horribilis que fue el 2013, con la afilada hoja de una Katana quiso cortar de cuajo sus tensas relaciones con el mutante con garras de adamantium, y que en 2003 fue lugarteniente del que, al fin y a la postre fue “El último samurai”, y que, el 24 de septiembre de 1877, libro su última batalla liderando a un ejército del que formaba parte Nathan Algren, el Capitán del 7.º Regimiento de Caballería al que dio vida el que en 1986, durante la Guerra Fría, a los mandos de un avión Grumman F-14 Tomcat libro en el cielo duros combates con los MiG 28 soviéticos, y en la tierra mantuvo una enconada rivalidad con Tom Kazansky, ese tipo frío como el hielo al que – años antes de que cruzase “Las puertas” de la decadencia – se metio en la armadura de el guerrero en cuyos ojos, si miraba hacia arriba, Willow Ufgood podia ver su rostro reflejado.
Visto lo visto – a parte de por la coincidencia temporal que supone que también viera “Willow” un día de Navidad, concretamente aquel de 1991 en el que conquisto un hueco en la parrilla televisiva de Telecinco (“La cadena amiga de la bazofia”, Mi Santa Madre dixit) - la película dirigida por Ron Howard, y cuyo título hace referencia a ese pequeño gran hombre que arriesgo su vida protegiendo la de la recien nacida que, según la profecia, acabaría con el reinado de terror de la malvada Reina Bavmorda, también tiene en común con la dirigida por Carl Erik Rinsch el echo de que ambas pertenezcan al genero cinematográfico denominado: espada y brujería.
Y es que las ciencias ocultas que invocan a los malos espíritus y a monstruosas criaturas serán el peligroso enemigo al que se enfrentarán los que dan título a la película hoy reseñada, y que esta inspirada en la que comúnmente se conoce como “Chu-shin-gura" (La Historia de los Leales samuráis), un episodio que brilla con luz propia dentro de la milenaria historia de El país del Sol Naciente, y que esta protagonizada por los cuarenta y siete valientes hombres que desde el 4 de febrero de 1703 yacen bajo la tierra sobre la que se levanto el templo Sengakuji, un lugar de culto ubicado en Tokio en el que – cada 14 de Diciembre, con motivo del Festival Gishi-sai – se reúnen miles de personas para honrar a los que pusieron fin a su vida cuarenta y siete días después de haber sido condenados por vengar a Asano Takumi No Kami Naganori, el daimyō (señor feudal) al que sirvieron con honor y lealtad, y que - seppuku (ritual de suicidio con honor) mediante – se quito la vida para satisfacer la sentencia dictada a raíz de un incidente del que tuvo la culpa Kira Kozukenosuke Yoshinaka, un alto funcionario judicial que el 14 de diciembre de 1702 – tras ser testigo de cómo los soldados de su ejército personal eran derrotados por los cuarenta y siete samuráis sin señor – con su sangre tiño de rojo la hoja de la daga con la que tiempo atrás Asano se abrió el vientre, y que el día de la venganza fue empuñada por Oishi Kuranosuke Yoshio, el hombre que, al igual que los otros cuarenta y seis rōnin, con un cincel como el que años después se empleo para arrancar a un bloque de piedra una estatua suya a tamaño natural, grabo su nombre en La Eternidad.
Partiendo de tan interesante historia, Hossein Amini y Chris Morgan – guionistas de "Blancanieves y la leyenda del cazador" y de “La leyenda de Conan” respectivamente – han escrito un libreto en el que – con objeto de atraer al público occidental – tiene un importante papel Kai (Keanu Reeves), un hombre que fue criado por Los Tengu (Perros Celestiales) que moran en el siniestro bosque en el que fue abandonado por su madre, y donde, cuando era un adolescente, fue encontrado por Lord Asano (Min Tanaka).
A pesar de que es tratado con respeto por el hombre que – ignorando las advertencias de sus consejeros – lo adopto, Kai - debido a que es el fruto del bendito vientre de una joven campesina japonesa en cuyo puerto, durante el transcurso de una noche de pasión, penetro el barco de un marinero inglés – será rechazado desde el primer momento por los samuráis que están al servicio de su padre adoptivo, y que, con la violencia con la que tratan al joven y el desprecio con el que le escupen el insulto “mestizo”, dan buena prueba del racismo que aún hoy en día caracteriza a Japón, y cuya máxima y brutal expresión son los atroces crímenes contra La Humanidad que – entre 1867 y 1945 – fueron cometidos en Asia por Dai-Nippon Teikoku Rikugun, el Ejército del Gran Imperio del Japón en el que sirvieron los 2.466.532 soldados japoneses que son venerados en el Santuario Yasukuni, un lugar de culto sintoísta que para los japoneses es el Santuario de un pueblo pacífico, y que – tal como demuestran las feroces criticas que ha provocado la visita que el pasado 26 de Diciembre realizo el Primer Ministro de Japón, Shinzo Abe – para la República Popular China, Corea del Norte y Corea del Sur es donde se venera a demonios de carne y hueso tan despreciables como Iwane Matsui (1878 –1948) y Hisao Tani (1882 –1947), los comandante de las fuerzas expedicionarias enviadas a China durante la Segunda Guerra Sino-Japonesa que – entre Diciembre de 1937 y Enero de 1938 – permitieron que los hombres bajo sus ordenes perpetraran la llamada La Matanza de Nanjing, una de las mayores orgías de sangre y violencia que ha conocido La Humanidad, y durante la cual la brutalidad que supuso la ejecución de 250.000 civiles fue superada por las salvajes violaciones de las que fueron victimas 20.000 de las mujeres que moraban en la “Ciudad de vida y muerte” perteneciente a la provincia de Jiangsu (República Popular China) en la que, durante aquellos días, el nauseabundo hedor que desprendían las flores del mal fue aplacado en parte por el agradable perfume de “Las flores de La Guerra” que hace meses germinaron en el jardín bloggero Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera.
Durante la ceremonia en la que – ante la atenta mirada del Shogun Tokugawa Tsunayoshi - Mika (Kô Shibasaki), la hija de Lord Asano, será ofrecida a Lord Kira (Tadanobu Asano) para evitar que una buena guerra entre este último y el padre de la joven se imponga a la mala paz que ambos mantienen, se produce un grave incidente que provocará que la vida de los personajes anteriormente mencionados sea marcada por la sentencia dictada por el Seii Taishōgun (Gran General Apaciguador de los Bárbaros) al que da vida Cary-Hiroyuki Tagawa, ese actor japonés de origen estadounidense que esta tatuado en la memoria cinematográfica de los amantes del cine de acción por haber encarnado al tatuado yakuza que imponía la ley del terror en “Little Tokyo” hasta que fue victima del ataque frontal de un par de valientes policias que fueron encarnados por “El Castigador” y el que, a pesar de estar protegido por “El cuervo”, el 31 de marzo de 1993 – tras dos décadas se separación – se reunio en El Reino de Los Muertos con el hombre que veintiocho años antes le dio La Vida, y que en 1972, poseido por “El furor del dragón”, vencio a el que en 2003 peleo por su vida en un combate de karate a vida o muerte que se libro en una sucursal de El Infierno en La Tierra.
Dado que la falta de la que ha sido testigo el hombre más poderoso del país implicará que la deshonra y la vergüenza marquen para siempre la existencia de Lord Asano, este último decide quitarse la vida mediante ese suicidio ritual que culminará cuando la katana empuñada por Ôishi (Hiroyuki Sanada) – el más fiel de sus servidores, y el elegido por él para ser su Kaishakunin (ayudante durante el suicidio) – le separe la cabeza del cuerpo para poner fin al insoportable dolor que el mencionado señor feudal se provocará así mismo abriéndose el vientre de izquierda a derecha con los 30 cm de longitud de la hoja de doble filo del tantō que – cubierta con papel de arroz para evitar la deshonra que supondría para él morir con las manos que la empuñan cubiertas de sangre - acto seguido moverá hacia el centro de su abdomen para realizar un último y letal corte vertical hasta casi alcanzar esternón.
La muerte de Lord Asano - a parte de provocar que los samuráis que estaban al servicio de este último, al igual que le sucede al protagonista principal de la Mejor Novela Histórica del 2013, se conviertan en samuráis sin señor, es decir, en guerreros cuyo apodo se podría traducir literalmente como “hombres errantes como una ola en el mar” - será la culpable de que un torrente de lagrimas surque el rostro de Mika, la cual – al dolor provocado por la muerte de su padre – sumará el que supone para ella saber que, por orden de su futuro esposo, cientos de kilómetros se interpondrán entre ella y Kai, el verdadero dueño de su corazón, y al que la mencionada joven - como seguidora de la fe sintoísta que cree en la reencarnación – responde “Y yo te esperaré en todas” tras oír de labios de él la promesa “Te buscaré en mil mundos y durante diezmil vidas”.
A sabiendas de que Shogun Tsunayoshi sentencio que si los cuarenta y siete hombres que estaban al servicio de Lord Asano vengaban la muerte de este último serían ahorcados como si fueran vulgares bandidos, Ôishi – tras pasar un año encerrado en el pozo al que, por orden de Lord Kira, fue arrojado para que su voluntad y su ardor guerrero fueran aplacados por la soledad y la oscuridad de tan húmeda prisión – no dudara ni un segundo en reunir a los cuarenta y seis hombres que estuvieron a sus ordenes para que, junto a él, ejecuten una misión cuyo fracaso provocaría que, antes de morir, tuvieran que hincar las rodillas en tierra para pedir perdón a El Cielo por no haber mandado a Lord Kira a El Infierno.
Como bien supondrá el respetable, una concatenación de acontecimientos provocará que, durante noventa minutos cargados de acción y espectaculares peleas, Kai sea el compañero de armas de los cuarenta y siete bravos guerreros a los que se les hurto la posibilidad de morir como samuráis.
Sin lugar a dudas, uno de los mayores atractivos que la película tiene para todos los amantes del cine de acción son los espectaculares combates con katana que se libran durante buena parte de su metraje, y cuyas coreografiadas fueron supervisadas por Gary Powell, coordinador de especialistas que puede presumir de ser miembro de la dinastía de especialistas que desde 1962 esta al servicio del agente secreto al servicio de Su Majestad la Reina de Inglaterra, y que, gracias a la experiencia que adquirió siendo uno de los dobles de acción que recibieron mandobles en “El primer caballero", “Braveheart” y “Blade II”, consiguió que los actores que respectivamente se metieron en el traje y la piel de Alejandro Magno y Alejandro Murrieta manejaran con destreza la falcata y el florete.
Neil Fingleton – el inglés nacido en Durham que actualmente es el hombre más alto de Gran Bretaña, y que entre los años 2006 y 2007 paseo sus 232 centímetros de altura por los parquets de las pistas dEBAloncesto donde jugo a sueldo del Illescas Superficies y Viales y del Ciudad Real Coivsa – encarna al ogro al que se enfrenta Kai durante una pelea de altura que se libra bajo el cielo sobre Dejima, la isla artificial construida en 1634 en la bahía de Nagasaki y donde, a parte de establecerse acuerdos comerciales entre los japoneses y los holandeses, se daba rienda suelta a las bajas pasiones en la ciudad del pecado en la que imponia la ley Savage – el tatuado individuo al que da vida Zombie Boy, el canadiense de Montreal cuyo nombre de nacimiento, Rick Genest, aparece dos veces escrito en el Libro Guinness de los récords por tener su piel la mayor cantidad de insectos tatuados (176), y otro la mayor cantidad de huesos humanos tatuados (139) – y en la que bien se podría decir que Ôishi entra metido en el uniforme militar y la piel de Samuel "Sam" Trautman.
Y es que – emulando al Coronel de los Boinas Verdes que cruzo las puertas de un templo situado en Bangkok (Tailandia) para reclutar al pupilo suyo que allí saciaba con golpes su sed de sangre – Ôishi se desplazará hasta La isla de Los Holandeses para conseguir que los “47 Ronin” sean reforzados por Kai, el cual, al igual que John Rambo en el sudeste asiático, es jaleado por aquellos cuyos bolsillos se han llenado gracias a las monedas que han ganado por apostar por la victoria del que una vez mas ha vuelto a demostrar que es una máquina de matar que alberga en su interior un corazón devorado por Los Demonios & Los Fantasmas que lo atormenta con el recuerdo de su violento pasado.
El tándem formado por el Supervisor de efectos visuales Christian Manz y la empresa Framestore CFC, inspirándose en el folclore japonés, ha dado vida a las criaturas contra las que se enfrentarán los cuarenta y siete ronin, y entre las que cabe destacar a Los Tengu, demonios adorados como Shinto kami (dioses) a los que se les considera creadores del arte marcial denominada Jiu-jitsu (el arte de suavidad), y que, gracias a su dominio de la esgrima y las espadas mágicas forjadas por ellos, son letales guerreros.
Deseosos de que tan poderoso armamento les permita vencer al ejército de Lord Kira, el siniestro bosque en cuyas profundidades esta la cueva en la que moran los que criaron y entrenaron a Kia será atravesado por este último y Ôishi durante unos largos minutos en los que sus corazones estarán embargados por el mismo miedo que fue dueño y señor de Aragorn mientras recorría el tenebroso paso que – atravesando las Montañas Blancas – comunica Rohan con las regiones del sur de Gondor, y que era vigilado por el ejército de los Muertos de El Sagrario, una siniestra fuerza militar formada por los Hombres Dunlendinos no vivos que el hijo de Arathorn II y de Gilraen, apodado Trancos en Bree y conocido como Thorongil (el "Águila de la estrella") en Rohan y Gondor, consiguió que se uniera a Los hombres del Oeste cuyo ardor guerrero – días después y minutos antes de que los gritos de dolor de los heridos y los sonidos metálicos que arranco el choque de las espadas fueran la banda sonora de la Batalla de Morannon (Batalla de Las Puertas Negras) durante la que derrotaron a los ejércitos de Mordor guiados por Sauron – el encarnado por el que esta de Mortensen avivo con el Viggoroso y épico discurso: Veo en vuestra mirada el miedo que encogería mi corazón. Pudiera llegar el día en que el valor de los hombres decayera, en que olvidáramos a nuestros compañeros y se rompieran los lazos de nuestra comunidad; pero hoy no es ese día. En que una horda de lobos y escudos rotos rubricaran la consumación de la Edad de los Hombres. ¡Pero hoy no es ese día! ¡En este día lucharemos! ¡Por todo aquello que vuestro corazón ama de esta buena tierra, os llamo a luchar! ¡Hombres del Oeste!“.
Dado que los 6,7 millones de dólares que recaudo en su estreno estadounidense están muy lejos de la millonada con la que los “47 Ronin” deberán llenar sus alforjas para que sean rentables los 200 millones que Universal Pictures, H2F Entertainment y Stuber Productions pusieron en sus manos, sin lugar a dudas, estas tres productoras deberán “Pactar con El Diablo” para evitar que el gran batacazo que se dio contra la taquilla el Capitán del 7.º Regimiento de Caballería que aterrizo en Marte sea superado por la superproducción dirigida por el que se curtió dirigiendo videos clips y anuncios publicitarios ABSOLUTamente espectaculares, y que, por culpa de la “Reacción en cadena” que provoco que el rodaje de su último trabajo para la pantalla grande fuera una auténtico infierno, bien podría decir que el final de la relación laboral entre él y sus jefes fue tan amargo como el del romance que - durante un “Noviembre dulce” – una joven apasionada por todas las cosas que nos ofrece la vida vivió junto a un frío ejecutivo cuya única pasión era su carrera profesional.
Y es que mientras que Jan Roelfs – Diseñador de producción que construyo en Los Ángeles la replica de La Zona Cero de New York para el rodaje de “World Trade Center” - consiguió que parajes de Hungría y Gran Bretaña se convirtieran en los territorios del Japón feudal en los que se desarrolla la acción de la película hoy reseñada, Carl Erik Rinsch y Keanu Reeves fueron incapaces de conseguir que la solemnidad y el mensaje filosófico que ambos querían transmitir fueran mas importantes que el espectáculo y la acción, ese par de “actores secundarios” cuyas manos han cogido los productores de la película para recorrer ese atajo cinematográfico del que son partidarios muchos de los mecenas del Siglo XXI que – por querer reventar las taquillas por la vía rápida, y sin estrujarse las meninges – han conseguido que las películas del llamado cine de entretenimiento sean simplemente una sucesión de explosiones que – lamentablemente para el espectador – a veces no logran acallar con su ruido a los estupidos diálogos entablados por los actores encargados de dar vida a personajes que – debido a su ausencia de alma y carisma – son incapaces de conseguir que sus andanzas provoquen que un torrente de emociones conquiste el corazón que late dentro del pecho de los que lloramos al ver morir al que con la frase “Sayonara, baby” se despidió de aquel ante cuyos ojos se hundió en una lengua de acero fundido de la que nos podríamos servido para forjar las hojas de las espadas que gustosamente habríamos empuñado para luchar junto a “Conan el Bárbaro”, “El Señor de Las Bestias” y “Solomon Kane”.
Conclusión final: Aunque la película hoy bloggeada no vaya a lograr el éxito que se merece y no sean muy elogiosas las criticas que ha recibido, sin lugar a dudas, fervientemente recomiendo su visionado dado que – a parte de tener un bello final que eleva a un más la categoría del majestuoso espectáculo que nos brinda durante todos y cada uno de los 119 minutos de su metraje – nos da la oportunidad de combatir junto a esos hombres que se regían con un código dictado por El Honor y La Lealtad, ese par de palabras que carecen de contenido para la mayoría de los mortales, para todos aquellos que – por fortuna para ellos – no han conocido el dolor que sentimos los que, mientras atravesamos El Valle de Las Sombras siguiendo las huellas de Los Samuráis, fuimos atravesados por el frío acero empuñados por aquellos que, al fin y a la postre, nos demostraron que jamás merecieron haber sido Los Señores de La Guerra a los que con honor y lealtad servimos.
Tienes un premio!!!
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