Todos aquellos que gracias a la lectura de este blog han llegado a la conclusión de que él que lo firma, vestido con un uniforme militar parcheado con el emblema de la XIX Bandera de Operaciones Especiales de la Legión "CL Maderal Oleaga", gustosamente cantaría las estrofas del himno “El novio de La Muerte”, seguramente anonadados y estupefactos se quedarán al saber que “Voy a ser mama, voy a tener un bebe” a punto estuvo de ser el arma con la que – tras recibir la carta en la que capitán general de la VII Región Militar de España le invitaba a cumplir con la patria – intento librarse del Servicio Militar el “Rebelde sin causa” que esto escribe, y al que la rebeldía se le paso rápidamente el día que recibió un buen guantazo del hombre junto al cual, siendo un niño y sin moverse del sofá situado frente al televisor, dejo sus huellas en aquellas partes del mundo que fueron el escenario donde se desarrollo la II Guerra Mundial.
En estos días en los que la sobremesa televisiva del Sábado esta copada por telefilmes protagonizados por jovencitas que descubren que su maduro y viudo padre ha rehecho su vida junto a una jovencita que tras su angelical rostro oculta un oscuro pasado, y que en su bolso de mano guarda unos cuantos carnets falsos, con añoranza recuerdo aquellos días en los que – Sesión de tarde mediante – tras enfrentarme al dilema vital “Evasión o victoria”, acompañe a los soldados aliados que durante “La gran evasión” escaparon de un campo de prisioneros; detone los explosivos que con ruido y furia evitaron que con ruido y furia “Los cañones de Navarone” disparasen proyectiles contra la armada aliada; forme parte del comando britanico que, en una isla bañada por el Mar de China, llevo a cabo una misión suicida; durante el transcurso de la Operación “Objetivo Birmania” dije “uy, vaya lío los amigos de Errol Flynn son mis amigos”; colabore en la construcción de “El puente sobre el río Kwai”; me jugué el pescuezo junto a “Doce del patíbulo” que, por cortesía del comandante Reisman, se salvaron de que sus cuellos fueran partidos por una corbata de cáñamo trenzado; y, junto a “Los violentos de Kelly”, revente la puerta blindada de la cámara acorazada tras cuyos muros estaban guardados miles de lingotes de oro.
El grupo de indisciplinados uniformados que en 1970 fueron liderados por el exteniente degradado a soldado raso que en 1968, dieciocho años antes de ascender y convertirse en “El sargento de hierro” que comia alambre de espinas y meaba napalm, luciendo los galones de teniente protagonizo “El desafío de las águilas” junto al mayor británico que quince años antes capitaneo a “Las Ratas del desierto” que en el norte de África, entre 1941 y 1943, se enfrentaron al Deutsches Afrikakorps comandado por el Generalfeldmarschall (Mariscal de campo) apodado Wüstenfuchs (Zorro del Desierto), sin lugar a dudas bien puede decirse que fue la estrella que veintinueve años después guío a los “Tres reyes” que dan título a la película que ocupa el puesto 73 en mi particular versión de “La lista de Schindler”, y que tubo el honor de ser la culpable de que por primera vez pasara yo por la taquilla de los Cines Yelmo Ocimax.
268 películas después - junto a la mujer que, el 24 de Octubre de 2012, hizo la ruta Ranon – Düsseldorf sentada a mi siniestra, y a bordo de uno de los aviones que allá “Arriba en el cielo” hacen publicidad de la compañía aérea AirBerlin – cruce las puertas de la Sala 13 del complejo de ocio sito en la Calle Maestro Amado Morán para ver la última película dirigida y protagonizada por “El pacificador” que, entre 1992 y 1998, provoco que muchas féminas desearan enfERmar para ser atendidas por él en “Urgencias”, y que, en 1999, metido en el uniforme de un capitán de las Fuerzas especiales del Ejercito de los Estados Unidos de América, en las arenas del desierto de Irak dejo sus huellas junto a las de “El único superviviente”, y el exNavy SEAL que fue reclutado por la Agencia de Seguridad Nacional a la que en 2002 estuvo Vinculado el aficionado a deportes extremos que fue encarnado por el que, cuatro años antes, fue uno de los ocho miembros de la Compañía Charlie del 2.º Batallón Ranger que, tras sobrevivir a El Infierno en el que el 6 de Junio de 1944 se convirtieron las playas de Normandía a las que llegaron a bordo de barcazas de desembarco impulsadas por motores Diesel, cruzaron las líneas enemigas para salvar a James Francis Ryan, un soldado de la Compañía Baker al que dio vida Matt Damon, y que debe ser enviado de regreso a casa para evitar que en el Cementerio Nacional de Arlington solo esten enterrados tres de los cuatro hombres a los que con dolor dio la vida la señora Ryan.
El guapito de cara que en 1998 dio vida a uno de los hombres que durante “El día más largo” – vistiendo el uniforme de la unidad militar adjunta al 506.º Regimiento de Infantería de Paracaidistas de la 101.ª División Aerotransportada - participo en el asalto gracias al cual quedaron inutilizados los cuatro cañones de 105 mm que desde un solar ubicado en Brécourt Manor disparaban a la playa de Utah, y que en 2010 encarno a uno de los miles de Marines estadounidenses que en 2003 invadieron Irak durante la Operación Nuevo Amanecer, y cuyo cuartel general en Bagdad estubo dentro de la denominada “Zona verde”, es precisamente el encargado de interpretar a James Granger, un experto en arte medieval que desempeña las funciones de comisario en el Museo Metropolitano de Arte (Nueva York), y que esta inspirado en uno de los miembros del selecto grupo de reputados historiadores británicos y estadounidenses cuyo nombre de guerra fue “Monuments men”, y que, durante los últimos meses de la II Guerra Mundial, realizo en Europa una peligrosa misión cuyo final tubo lugar en el país en el que se habla la lengua materna de Lola, la joven corredora cuyo sudor recorrio la espalda de aquella que tras ver en acción al agente Jason Bourne Frankamente podría haber afirmado que el mencionado muchacho era una Potente máquina de matar.
A 75,6 Km. de distancia de Münster - la ciudad de Renania del Norte-Westfalia donde nació «La bisnieta de un pizarrero siciliano que como miles compatriotas suyos emigró a Alemania durante el siglo XIX» - tras las cuatro paredes del apartamento donde vivimos los que durante cinco meses en alemán escribimos algunas de las paginas de esa novela de caballería que juntos protagonizamos y que bien podría titularse “El Guerrero y La Princesa”, fue donde, con “Mi casco por almohada”, tras sintonizar el televisor en el canal Kabeleins, fui testigo de cómo, entre el 1 de abril de 1945 y el 21 de junio de 1945, la sangre derramada por miles de soldados norteamericanos tiño de rojo la negra arena volcánica de las playas de la mayor de las islas que forman el archipiélago Ryūkyū, y que están bañadas por el Océano Pacifico e iluminadas por el Sol Naciente que, cincuenta y ocho años después, sobre el pavimento de las calles de Tokio proyecto la sombra de Bob Harris, el maduro actor que se desplazo hasta la Capital del Este para protagonizar un anuncio publicitario, y que fue encarnado por el que recientemente, durante 118 minutos - cumpliendo ordenes de “El hombre de Kentucky” enamorado de si mismo que el 6 de mayo de 1961 nacio en la ciudad en la que, el 19 de abril de 1775, setecientos casacas rojas del Ejército Británico fueron derrotados por los milicianos estadounidenses apodados Minutemen - quedo “Atrapado en el tiempo” en el que vivió el arquitecto que ha servido de base para crear al personaje que responde al nombre de Richard Campbell.
El que integro las filas de “El pelotón chiflado” junto al cual desfile durante una noche de Domingo de finales de los 80, y al que yo, si hubiera sido delito provocar carcajadas, habría de denunciado en el “Juzgado de guardia” mas cercano a mi hogar para que su comportamiento fuera fiscalizado por un colega de "Dan" Fielding, por fortuna para él, en las calles de la ciudad japonesa mencionada anteriormente no se cruzo con los violentos Yakuza que, bajo la “Lluvia negra”, un día de 1989 decapitaron a Charlie Vincent, el policía neoyorquino al que dio vida el actor cubano que un año después cortejo a la directora de cine que en 2003 filmo lo que sucede cuando un mensaje no se entiende por quedar su significado “Perdido en la traducción”, y que en 1990 murió ante los ojos de su padre en la ficción, y ante la cámara cinematográfica del hombre del que en 1971 heredo su apellido, y que, ocho años después de darle la vida, realizo una de las mejores películas que se han hecho sobre el conflicto bélico en el que participo Walter Sobchak, el huraño e impredecible compañero de fatigas de “El gran Lebowski”, y que es encarnado por John Goodman, ese gran actor (y nunca mejor dicho) que, metido en el uniforme militar talla XXL que cubre las generosas carnes de Walter Garfield, durante el entrenamiento militar del mencionado escultor obligado a convertirse en soldado, ha tenido que superar pruebas físicas tan duras como las superadas por aquel patoso recluta que, por cortesía del Sargento de Artillería Hartman, sufrió en sus carnes lo que yo habría sufrido si – tras salir del catre al son de “Quinto Levanta / Tira del colchón / Que viene el sargento con el cinturón” – hubiera tenido que superar exigentes pruebas físicas ante la atenta mirada de un instructor militar tan duro y despiadado como aquel por cortesía del cual supe que las balas del calibre 7,62 mm. que salían de la boca de los fusiles M1903 Springfield estaban protegidas por una chaqueta metálica.
Sin lugar a dudas, la existencia de los nacidos para matar que, tras salir del infierno que fue su estancia en el centro de entrenamiento ubicado en Parris Island (Carolina del Sur) – entre el 1 de noviembre de 1955 y el 30 de abril de 1975 – combatieron bajo el cielo sobre el Sudeste Asiático, fue mucho más agradables gracias al programa radiofónico que empezaba con el grito “Gooooooooooooooooooooooooooooooooood morning, Vietnam!” salido de la garganta de Adrian Cronauer, y durante el cual este último, valiéndose de imitaciones, chistes y noticias jocosas, consiguió durante unas horas que en los “Corazones de hierro” que albergaban dentro de su pecho “Los chicos de la Compañía C”, a parte de la amargura y el dolor provocados por lo visto y hecho durante la guerra, tuviera cabida una alegría tan grande como la que en 1944 a los judíos encerrados en el ghetto de Varsovia embargaba cuando la llegada de las tropas aliadas les era anunciada a través de noticias que en realidad eran las “Ilusiones de un mentiroso” de cuya garganta, gracias a la magia del cine, salio la misma voz que salio de la de aquel disc-jockey que entre 1965 y 1966 estubo al servicio de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, y cuyo sentido del humor era tan afilado como la navaja de afeitar que recorrió el rostro de “Jakob El mentiroso”, y que fue empuñada por aquel de cuya Fe religiosa dio fe la estrella amarilla bordada en el abrigo que protegía del frío al cuerpecito de Bob Balaban, el pequeño actor que junto a un “Pequeño gran hombre” cabalgo junto al “Cowboy de medianoche”, y que, por deseo de George Clooney, encarna a Preston Savitz, el escritor y coreógrafo que, por orden del Tío Sam, se vera obligado a bailar al son del ruido y la furia de Die Maschinenpistolen Gemacht in Deutschland (subfusiles automáticos hechos en Alemania).
Frank Stokes – el historiador de Arte encarnado por George Clooney, y que, tras haberlos reclutado, liderara a James Granger, Richard Campbell, Walter Sobchak y Preston Savitz – consciente de que sería un suicidio recorrer los campos de batalla de Europa acompañado solo por "los hombres de los monumentos" mencionados anteriormente, con buen juicio recurrirá a un par de hombres de acción para conseguir que sea un éxito la misión llevada a cabo por la diminuta sección del ejército aliado conocida como MFAA (Monuments and Fine Art and Archives / Programa de Monumentos, Bellas Artes y Archivos), y cuya creación tuvo lugar en diciembre de 1943, casi medio año después del día de finales de Junio en el que Franklin Delano Roosevelt (presidente de los EEUU en aquellos convulsos días) creo la “Comisión Interamericana para la Protección y Salvamento de Monumentos Artísticos e Históricos en Zonas de Guerra” para aplacar los lamentos de los directores de museos de EEUU que le suplicaron que evitase que Las bellas obras de Arte que llenaban los museos europeos fueran destrozada por los congeneres de “Los Perros de La Guerra” que 1974 dieron un golpe de estado en la República de Zangaro.
Aunque Frank Stokes es consciente de que – al igual “Los borrachos” que hacia 1629 fueron inmortalizados por Diego Rodríguez de Silva y Velázquez – es un alcohólico sin remedio, el jefe de "los hombres de los monumentos" tendrá a bien que el adiestramiento de estos últimos sea supervisado por el Teniente Donald Jeffries, un militar británico que, para conseguir que su padre vuelva a estar orgulloso de él, quiere arrebatar de las manos de los nazis a “La Virgen de Brujas” cincelada por Miguel Ángel Buonarroti que siendo niño contemplo junto a él, y que esta encarnado por Hugh Bonneville, el actor londinense que en 2009 fue amigo en la ficción de aquella muchacha que setenta años antes, escucha de grabaciones secretas mediante, descubrió que su país – Inglaterra – haría frente al expansionismo territorial nazi con la política de apaciguamiento defendida por Arthur Neville Chamberlain, el político conservador que fue Primer Ministro del Reino Unido entre el 28 de mayo de 1937 y el 10 de mayo de 1940, y que como "un hombre animado por la esperanza de pasar a la historia como fundador de la paz" fue definido por El que el 13 de mayo de 1940, tras los muros de la Cámara de los Comunes, sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor prometió a los hijos de la Gran Bretaña.
Si el 22 de junio de 1940 - días después de ese paseo militar que fue para el Panzergruppe de la Wehrmacht romper La Línea Maginot defendida por los miembros de la segunda y cuarta divisiones de infantería marroquí (Tirailleurs Marocaines) y la tercera división de infantería argelina (Tirailleurs Algerienes et Tunisiens) que durante “Días de gloria” fueron carne de cañón al servicio de los europeos que los insultaban llamándolos «indigènes» - Albert Lebrun (Presidente de la Tercera República Francesa entre el 10 de mayo de 1932 y el 10 de julio de 1940) no hubiera ordenado al general Charles Huntziger que firmara el Armisticio mediante el cual La patria de “Juana de Arco” se rindió ante la eficiente y letal maquinaría bélica del Tercer Reich, es muy probable que la carga explosiva que llevaban en su interior las bombas de hasta 500 kilogramos de peso lanzadas por la Luftwaffe hubieran pulverizado las toneladas de piedra que integran los muros de la Cathédrale Notre - Dame, ese templo de culto católico cuya aguja perfora el cielo que, a bordo de un avión, le habría gustado surcar al Teniente Jean Claude Clermont, el aviador sin avión que será el sexto hombre del sexteto de Stokes, y al que da vida Jean Dujardin, el actor nacido en el país en cuya capital el 14 de noviembre de 1840 nació “El artista” cuyas obras - siglos después de su muerte, y tal como demuestran los 37 millones de dólares por los que el pasado 7 de noviembre de 2012, en la casa Christie's (Nueva York), fue vendido el cuadro “Le Pont sur le chemin de fer d'Argenteuil" – tienen un elevado valor Monetario.
Ese bello y extraordinario ejemplar de la arquitectura de estilo gótico que fue construido entre los años 1163 y 1345 fue precisamente el que dio titulo en 1831 a la novela que con 29 años firmo Victor Hugo, el escritor romántico que treintaiún años después con la tinta negra de su pluma dio la vida a Javert, el Inspector de policía encargado de evitar que la ley fuera quebrantada por “Los Miserables” que malvivían en una localidad llamada Montreuil-sur-Mer, y que en 2012, tras salir de las páginas en las que en 1862 fue dibujado por el pintor e ilustrador Gustave Brion, adopto en la pantalla grande los rasgos de Russell Ira Crowe, el australiano nacido en Wellington, que dos años antes interpreto a la versión madura del arquero al que en 1976 en su vejez Sean Connery dio vida en la película en la que Audrey Hepburn se metió en la piel de la que treinta y cuatro años después fue encarnada por Catherine Élise Blanchett, la australiana nacida en Melbourne que – ocho años después de conversar en ingles con acento alemán con el periodista que en 1945 investigo la desaparición de “El buen alemán” – en ingles con acento francés construye los puentes de dialogo gracias a los cuales en 1944 Claire Simone acabo uniéndose a uno de los hombres monumentos que lucharon para impedir que triunfe El Mal nacido del huevo de la serpiente que fue incubado en Alemania.
Aunque sea una auténtica temeridad afirmarlo, es muy probable que La Vieja Europa no hubiera sido arrasada por la guerra entre el 1 de septiembre de 1939 y el 2 de septiembre de 1945 si en el otoño de 1907 el encargado de seleccionar a los jóvenes talentos que eran dignos de asistir a las clases impartidas tras los muros de la Akademie der bildenden Künste Wien (Academia de Bellas Artes de Viena) no hubiera considerado que era banal y desprovista de talento la obra pictórica de un joven austriaco nacido en Braunau am Inn dieciocho años antes, y que un par de décadas después, tras ese rechazo por cortesía del cual no consiguió que en los libros de arte su nombre figurara junto al de pintores tan famosos como el flamenco que pinto “De Triomf van de Dood”, consiguió que “El triunfo de la Muerte” fuera una realidad gracias a El Imperio del Terror que construyo junto aquellos a los guío con esa enloquecida mente suya que 1925 escribió ese panfleto racista titulado Mein Kampf (Mi lucha), y que con sorna Frank Stokes denomina "novela romántica".
Y es que, tal como podrán comprobar todos aquellos que, tras hacer parada y fonda en Oświęcim (Polonia), crucen las puertas de Państwowe Muzeum Auschwitz - Birkenau (Museo estatal de Auschwitz - Birkenau), a miles de personas La Muerte las libero del sufrimiento que padecieron en el campo de concentración en el que al entrar vieron la inscripción Arbeit macht frei (el trabajo libera), y que sin lugar a dudas es una buena muestra de la “Crueldad intolerable” de los esbirros del que encargo al arquitecto Albert Speer que los kilómetros cuadrados sobre los que fue levantada Berlín fueran ocupados por Germania, la colosal metrópolis cuyo mayor atractivo turístico debería ser el Führer Museum (Museo del Führer).
Con el objetivo de que fueran colgadas en las paredes del museo construido a mayor gloria suya, Adolf Hitler ordeno a sus tropas que – entre matanza y matanza – dedicaran parte de su tiempo a robar las obras de arte que encontraban durante su paseo militar.
Ante las informaciones que confirmaban la existencia de Befehl betreffend Zerstörungsmaßnahmen im Reichsgebiet, la Orden sobre las demoliciones en el territorio del Reich que implicaba aplicar por parte de la Wehrmacht la política de tierra quemada para impedir el avance de las unidades militares de Los Aliados, estos últimos pondrán en marcha un plan que tiene como objetivo conseguir que la destrucción a la que ellos han contribuido durante la guerra no sea aún mayor por culpa de la que coloquialmente será conocida como Orden Nerón.
Dado que tan destructivo documento - a parte de ordenar al Schienenwolf (Ferrocarril Lobo) que destroce las vías férreas que recorren la piel de La Vieja Europa – exige que todos los materiales inmovilizados que se hallen en el territorio del Reich deben ser reducidos a cenizas, los hombres de los monumentos mencionados anteriormente entrarán en acción para evitar que las esculturas y los cuadros que engrandecen a La Humanidad alimenten un fuego tan abrasador como el que, en la noche del 19 de julio del año 64 de Nuestro Señor, devoro a la ciudad italiana que, durante toda una noche, y mientras tocaba la lira, vio arder aquel emperador romano que, además ser un sutil ignorante farsante sin alma ni honor, siempre será tristemente recordado por ser el tormento de los justos, un ladrón y un asesino que no se apiado ni de su santa madre.
En los estudios Babelsberg de Potsdam (área metropolitana de Berlín) y en el Museo Imperial de Guerra de Duxford (Cambridgeshire, Reino Unido) ha sido donde - tomando como base la novela firmada por el historiador Robert M. Edsel y que lleva por título “The monuments men: allied heroes, nazi thieves and the greatest treasure hunt in history” – ha sido donde George Clooney, Matt Damon, Bill Murray, John Goodman, Hugh Bonneville y Cate Blanchett han dado vida a unos personajes de ficción que han sido construidos en base a las obras y misión de George L. Stout (conservador de arte), James Rorimer (experto en arte del Museo Metropolitano de Nueva York), Robert K. Posey (arquitecto), Walter Hancock (escultor), Lincoln Kirstein (escritor y coreógrafo), Ronald E. Balfour (militar e historiador) y Rose Valland (adjunta en el Museo del Jeu de Paume de París), los hombres y la mujer que por amor a El Arte arriesgaron sus vidas.
Tal como podremos ver a lo largo del metraje de la película, a pesar de que llegan al frente europeo con una orden firmada por el General Eisenhower, y en la cual este especificaba "que no se destruyera ningún monumento del legado artístico, a menos que fuera imprescindible para salvar vidas", serán muchos los militares que se negarán a cumplirla debido en buena medida a que no están dispuestos a ser ellos los que, armados con una pluma, tengan que violar la blancura de un papel para decir a una mujer que el joven en edad militar al que parió con dolor murió para evitar que no fueran destruidos los cuadros que con los vivos colores de su paleta hace siglos un hombre pinto sobre un blanco lienzo.
Dado que la misión no tuvo todo el apoyo militar que sus ejecutores necesitaban para garantizar el éxito de la misma, es digno de elogio el echo de que, sin temor al peligro y jugándose el pellejo durante una guerra que por estar dando sus últimos coletazos no era menos peligroso, consiguieran evitar que – al igual que le ocurrió al “Retrato de un joven” pintado por Raffaello Sanzio – centenares de cuadros, entre los que por ejemplo cabria destacar al bello retablo títulado Het Lam Gods (La adoración del Cordero Místico) y que pueden ver todos los que crucen las puertas de la catedral catolica construida en honor del patron de la eleGante ciudad belga que es capital de la provincia de Flandes Oriental, fueran devorados por un fuego tan ardiente como el de los rayos del Sol que brilla en el cielo que observo “El astrónomo” en el año 1668 fue inmortalizado por Johannes Vermeer van Delft, y que, tras ser robado a los nazis que a su vez en 1940 se lo robaron a la familia Rothschild, por cortesía de los que eran sus propietarios actualmente esta expuesto en el Museo del Louvre (Paris).
Todos aquellos que contemplen la prueba grafica con la que Paolo Uccello dio fe del duelo entre “San Jorge y el Dragón”, sin lugar a dudas, bien podrían afirmar que la noble dama que es testigo de él fue una de las que paseaban su belleza por el castillo de Neuschwanstein, esa majestuosa construcción que esta sobre el desfiladero de Pöllat (Alpes Bávaros), y que fue utilizado por los Nazis para esconder las obras de arte que, tras la ocupación de Francia, incautaron a los judío que residían en dicho país.
Dado que las bombas aliadas fueron tan dañinas como las lenguas de fuego que devoraron los cuadros que para desgracia de estos últimos estuvieron en el punto de mira de los soldados alemanes que colgados a sus espaldas llevaban los Flammenwerfer 35, los hombres de los monumentos, allí donde se conjugo el verbo destruir, dePisa, dePisa, tuvieron que construir estructuras que garantizarán provisionalmente la supervivencia de estructuras históricas de incalculable valor.
Buen ejemplo de esto último fue el tejado provisional que contribuyo a la salvación de lo que quedaba de los restos del Camposanto monumentale, el monumental cementerio situado en el lado norte de la Piazza del Duomo (Plaza de la catedral), y que en 1944 fue pasto de las llamas por cortesía de la bomba que, desde el cielo sobre Pisa, fue lanzada por un avión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.
Visto lo visto, sin lugar a dudas se puede afirmar que al igual que David O. Russell – el director ante cuya cámara cinematográfica “Tres reyes” vestidos con uniforme de camuflaje robaron el oro que a su vez Saddam Hussein había robado a Kuwait - George Clooney ha intentado que sus “monumentales amantes del arte – soldados” sigan las huellas dejadas por las cadenas de los carros de combate Sherman que estuvieron al servicio de los heroicos soldados de Kelly, y cuyo avance fue dirigido por el excéntrico comandante al que dio vida el que en 1981 fue el espía alemán sin escrúpulos que en “La isla de las tormentas” paso a través de “El ojo de la aguja”.
A pesar de las escenas que muestran la simpática relación amor – odio que hay entre Preston Savitz y Richard Campbell pintan sonrisas en el rostro de los espectadores, y estos últimos son agasajados con el visionado de cuadros tan bellos como los que, en las entrañas de Merkers (Turingia), los generales Dwight David "Ike" Eisenhower, George Smith Patton, Jr. y Omar Nelson Bradley vieron con los ojos en los que un día de Abril de 1945 se grabo el símbolo del dólar al ser deslumbrados por el brillo de los 8.527 lingotes de oro que integraban El tesoro del III Reich, y cuyo valor era de $520 millones, lo cierto es que no son suficientes meritos cinematográficos como para que este justificado que una buena calificación sea estampada en la hoja de la película en la hoja de servicios de la película hoy bloggeada, y a la que solo la salva de la quema el echo de que haya arrojado luz sobre unos hechos históricos que, como dirían Stokes y los suyos, estaban ocultos en una mina como aquellas en las que Los Nazis ocultaron su artístico botín de guerra.
"La intención no era dirigir una película patriótica sino rendir un homenaje a un grupo de personas que hizo algo que la historia no había visto nunca. Por primera vez, el ejército victorioso no se llevó el botín a casa sino que lo devolvió. Eso es algo grandioso" a pesar de que con estas palabras el dueño de los labios que a millones de féminas les gustaría sentir sobre sus suaves pieles afirme que su quinta película como director no es patriotera, lo cierto es que anonadado y estupefacto se queda el respetable público al ver que en el tramo final – marcado por la amenaza “¡Que vienen los rusos!” – el que por estos lares sería llamado “pijoprogre” es poseído por el espíritu de uno de esos patriotas actores norteamericanos cuya orina es del color de las barras y estrellas que adornan la bandera de EEUU, y a los que los independientes periodistas de LaSecta, con la superioridad moral que los caracteriza, llamarían “facha”.
Dado que se puede afirmar que La Humanidad, hasta el fin de sus días, se pasara por el Arc de triomphe de l'Étoile la máxima que reza “Haz el amor, no la guerra”, y que, un día de 1965, Gershon Legman lanzo sobre las posiciones de los defensores de esa carnicería que fue la Guerra de Vietnam, teniendo siempre presente que una vida humana siempre tendrá más valor que cualquier obra de arte, siempre que se pueda se debería salvar del ruido y la furia de las bombas a El patrimonio de una nación, "eso" que Irina Bokova definió como “algo esencial para que los ciudadanos de una nación puedan preservar su identidad y su autoestima, beneficiarse de su diversidad y su historia y construirse un futuro mejor” durante el discurso en el que pidio que fueran protegidas las obras de arte y antigüedades que había en Libia, y que en 2011, como Directora General de la UNESCO, pronuncio mientras sonaban los tambores de guerra que anunciaban que aviones de combate al servicio de la OTAN, y entre los que se encontraban los McDonnell Douglas EF-18 Hornet de la Fuerza Aérea Española, ejecutarían una operación militar bautizada con el pomposo nombre de Protector Unificado, y durante la cual bombardearían ese país africano que ese zumbado que era el coronel Muamar el Gadafi llamo Gran Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista.
Aunque por si solas las obras de artistas como Leonardo Da Vinci y de Alejandro de Antioquia no consiguen que este Mundo Salvaje sea un lugar mejor, lo cierto es que ver la sonrisa de La Gioconda, y recorrer ese Valle de Las Sombras que es La Vida cogidos de la mano de la Venus de Milo sin brazos provocan al menos que no nos sintamos tan mal mientras vivimos rodeados del dolor y el horror provocado por esos congeneres nuestros que tienen apetito por la destrucción, y que empuñan pistolas que disparan balas que provocan heridas por las que brota sangre tan roja como las rosas que, junto a un puñado de anémonas, un día de 1890 llenaron el Jarrón japonés pintado por Vincent Van Gogh.
No hay comentarios:
Publicar un comentario