Yo que un día de 1993, siendo alumno del Instituto de Educación Secundaria Nº 7, respondí “No, mando yo” al oír de labios de la que fue mi tutora en 2º de B.U.P. “A ver José Luis, ¿aquí quién manda, Adrián o yo?”, nunca olvidaré aquella mañana en la que “Por no llamarla Filomena” fueron las palabras que por cortesía mía quebraron el silencio de dicha clase segundos después de que la pregunta “¿Por qué te llamaron Rocío?” fuera realizada por Julio, un compañero mío muy majete que, tras oír la baza que, sin que nadie me invitara, metí en su cortejo de la mencionada moza, raudo y veloz saco su DNI para hacerme ver que la autora de sus días había sido bautizada con el nombre que tanta gracia a mi me hacia.
Veintiún años después, como no podía ser menos dada mi prodigiosa memoria, el recuerdo de ese momento se hizo dueño y señor de mis pensamientos al salir de la Sala 11 de Ocimax YELMO, el lugar donde la última película dirigida por Stephen Frears fue visionada por mi y Mi Santa Madre, la mujer que me dio la vida y que, a mediados de la década de los ochenta, enfilando la calle que va hasta el complejo de ocio mencionado anteriormente, tantas veces llego a la librería donde, por un puñado de monedas, compro Cuadernillos Rubio para conseguir que fuera extraordinaria la caligrafía y la ortografía de «El que un día de Diciembre de 1992, con I de Insuficiente, consiguió Indignarla con esa cartilla de notas en la que brillaban con luz propia las ocho Ies que daban fe de que había parido a un cenutrio», un cenutrio que meses después, para sorpresa de la buena mujer y de los compañeros de clase del susodicho, consiguió que siete de los ocho cates se convirtieran en aprobados, circunstancia esta última que provoco que – al día siguiente de recibir una ovación cerrada por tal lección de pundonor – «El hijo de Filomena» dijera: José Luis, ayer se oyeron voladores, ¿Quién los tiraba?, ¿tu madre?
Fue precisamente en las Navidades de 1992 cuando, mientras «El que jugaba con Playmobils» cumplía su condena a no ver la pequeña pantalla por haber hecho el indio entre Octubre y Diciembre, en las pantallas grandes de los cines de La Piel de Toro, los aficionados al cine de aventuras tuvieron ocasión de ver esa Obra Maestra del Séptimo Arte al final de la cual en “El último mohicano” se convirtió el hombre al que, tanto en la pelicula dirigida por Michael Mann como en la novela escrita por James Fenimore Cooper, “padre” llamo aquel al que no le unía ningún vinculo de sangre, y que por Daniel Day Lewis fue encarnado veinte años antes de que este último se metiera en el traje y la piel de Abraham Lincoln, el político republicano que el 4 de marzo de 1861 se convirtió en el decimosexto presidente de los Estados Unidos de América, y cuya estatua de 6 metros de altura y 6 metros de anchura - desde el 30 de mayo de 1922, y gracias a los hombres que, armados con cinceles y matillos, en veintiocho bloques de mármol esculpieron la gigantesca reproducción del asesinado por John Wilkes Booth - puede ser vista en el interior de uno de los monumentos mas visitados de Washington D.C., la ciudad norteamericana en la que, durante las elecciones en las que Bill Clinton se gano el derecho a ocupar el Despacho Oval de la Casa Blanca, a sueldo de la BBC trabajo Martin Sixsmith.
Uno de los muchos sinónimos que en castellano tiene el insulto contenido en la frase que marco la campaña electoral en la George H. W. Bush se enfrento a «El que tubo relaciones inapropiadas con una becaria» es el calificativo con el que fue estigmatizado Lev Nikoláievich Myshkin, el príncipe que protagoniza de una de las novelas más famosas de uno de los hijos de La Madre Rusia que formaron parte del temario que, para poder licenciarse en Literatura Rusa, en las universidades de Oxford, Harvard, la Sorbona y San Petersburgo estudio el periodista mencionado anteriormente, y cuya brillante trayectoria profesional se vio truncada por el estupido incidente del que fue protagonista en los días en los que, atraído por la Tercera Vía de Tony Blair, se desvío del exitoso camino labrado por su labor periodística y se convirtió en asesor del Partido Laborista.
Y es que, tras ser testigo en Varsovia del nacimiento del sindicato Solidaridad y estar en la capital de la URSS en el momento que se derrumbaban los pilares del régimen totalitario que reprimía a los habitantes de la extinta potencia mundial, en 2002 Martin Sixsmith fue despedazado por sus compañeros de profesión cuando con la frase "Princess Margaret is being buried [on Friday]. I will absolutely not allow anything else to be" (La princesa será enterrada el viernes. No voy a permitir que nada más sea enterrado) se opuso a que una noticia negativa que afectaba al ejecutivo presidido por el inquilino del Número 10 de Downing Street se hiciera pública aprovechando la poca atención que recibiría debido a que en esos días los focos de la prensa apuntaban hacia el féretro de «La hermana de la monarca cuya reacción ante la repercusión que para la familia real británica tubo la muerte de "la princesa del pueblo" centro el argumento de la película por la cual en 2006 al Óscar al Mejor director fue nominado el artífice de la que es hoy bloggeada».
«El escocés nacido en Edimburgo que entre 1997 y 2007 fue primer ministro del Reino Unido», y que en 2003, en la pequeña pantalla, fue encarnado por «El actor que ese año firmo también “El contrato” que lo vinculo a la que sería la primera de las cuatro entregas de esa saga en la que el personaje por él interpretado en tres de ellas contribuye a que aullemos de gozo los amantes del cine de acción», fue el que dijo recientemente que “tener delirios de un hombre triste y viejo” era el último éxito de Rupert Murdoch, el magnate de la prensa que lo acuso de ser el causante de su divorcio, y que es propietario del entramado empresarial que ha tenido que pagar indemnizaciones millonarias por las escuchas ilegales que hicieron los reporteros de News of The World, y que, entre otros muchos, tuvieron como objetivo a Steve Coogan, el humorista inglés nacido en Manchester que tras leer el Sábado 19 de septiembre de 2009 el artículo “La Iglesia católica vendió a mi hijo” que en las páginas del periódico The Guardian escribió Martin Sixsmith, raudo y veloz compro los derechos del libro que este último publico ese mismo año, y que cuatro años después ha sido objeto de la adaptación cinematográfica en la cual «El que perdió la cabeza durante el rodaje de “Tropic Thunder”» se mete en el traje y la piel de «El que con la frase “Una historia de interés humano solo es un eufemismo de reportajes sobre personas ignorantes para que sean leídos por personas ignorantes” consiguió en 2005 que Charla con un auténtico gilipollas prepotente fuera el titular con el que su encuentro con él fue resumido por la camarera que en bandeja de plata le sirvió la oportunidad de plasmar en papel el dolor que embargaba a la mujer que a ella le dio La Vida, y a la que cincuenta años atrás le quitaron al hijo que tubo siendo una adolescente».
«El viejo zorro australiano que sospecha que - por culpa de “la erótica del poder” que sedujo a la joven que provoco la ruptura del matrimonio entre Francois Hollande Valérie Trierweile - lleva sobre su cabeza un casco como el que, según la cultura popular, llevaban los fieros guerreros surgidos de las frías tierras nórdicas y que - entre 835 y 865 – surcaron los mares liderados por Ragnar Lodbrok, el legendario rey encarnado en la pequeña pantalla por El modelo de Calvin Klein nacido en la patria de El principal accionista de la FOX» fue precisamente La Musa que inspiro al guionista que creo a Elliot Carver, el villano que valiéndose de su imperio mediático urdió un maquiavélico plan que finalmente no logro su objetivo gracias a Bond, James Bond, el agente secreto con licencia para matar que constato que “El mañana nunca muere” y que desde 1953 esta al servicio de la que actualmente se sienta en el trono en el que, en aquellos días en los que William Shakespeare estuvo enamorado de Viola de Lesseps, estuvo sentada la que en los libros de Historia es apodada La Reina Virgen, y gracias a cuya existencia, desde 1998, el Oscar a Mejor actriz de reparto esta en posesión de la Dama de la Orden del Imperio Británico que, en 1995, con M de Mujer de armas tomar, demostró que tenia un par de pelotas bien puestas al apuesto y elegante Oficial de la Orden del Imperio Británico que dio vida al que destruyo el satélite GoldenEye, y que el 16 de mayo de 1953 nació en Drogheda, una localidad industrial enclavada en las bellas y verdes tierras de Éire, y que esta a 234 Km. de Tipperary, el condado en el que estaba el orfanato en el que en su juventud estuvo internada la mujer en cuya ajada piel se ha metido Judi Dench.
Es en 1952 cuando una adolescente llamada Philomena Lee – tras quedarse embarazada de un joven al que conoció en la feria que se ha instalado en Ros Cré – es internada por su avergonzado padre en el convento del Sagrado Corazón de Jesús y María, el lugar donde la mencionada joven, al igual que otras ovejas descarriadas del rebaño de Dios que no han comprendido que la pureza del alma es sinónimo de la mortificación de la carne, vivira bajo el ferreo regimen disciplinario de unas Servidora de Dios cuya “caridad cristiana” es tan discutible como la de “Las Hermanas de La Magdalena”, y que a ella y a otras madres solteras las obligaran a que paguen la manutención de sus hijos y la suya propia trabajando 364 días al año en una lavandería que poco tiene que ver con aquella en la que en 1985 – para escándola de la conservadora sociedad inglesa de aquellos días, y ante la cámara cinematográfica de Stephen Frears - las manos de Omar acariciaron el torso viril del que siete años después sería «El que por los rostros pálidos que le dieron la vida fue bautizado con el nombre de Nathaniel, y que "Ojo de halcón" era llamado por los miembros de la tribu algonquina que lo adoptaron y que, hacía el año 1757, oían los aullidos de los lobos a la luna mientras descansaban dentro de las Wigwam que habían construido en los terrenos de la cuenca del río Hudson (Estado de Nueva York)».
A pesar de que es muy poco tiempo la única hora del día en la que puede ver a Anthony - la criatura que parió con tremendo dolor durante el parto al que tanto ella como el fruto de su vientre sobrevivieron gracias a una monja que, tal como pidio Ganxhe Agnes Bojaxhiu, es "la expresión viva de la bondad de Dios" - Philomena consigue siempre sacarle el máximo partido viendo divertirse y crecer al que sabe que, más pronto que tarde, le será arrebatado de su lado gracias al contrato que – al igual que sus compañeras de encierro, y torturada por el sentimiento de culpa que la oprime por haberse criado en un entorno social marcada por la férrea moral católica irlandesa – firmo al entrar en el convento, y mediante el cual, a parte de dar su consentimiento a que su hijo fuera adoptado, renuncio a volver a entrar en La Vida de aquel que llamara “mama” a una mujer en cuyo vientre él no estuvo, y en cuyo rostro no se dibujo la sonrisa que durante nueve meses se dibujo en el de ella al pensar en el niño o la niña al o a la que, fuera como fuera, amaría y cuidaría tanto en su brillante presente como en su miserable mañana.
Por fortuna para Philomena, en la noche que siguió al día en el que Anthony cumple cincuenta y tres años, el encuentro entre su hija Jane y Martin Sixsmith será el principio de una historia que ella desea que termine viéndose ella reflejada en los ojos del hombre que estuvo presente en sus pensamientos todos y cada uno de los segundos que siguieron al instante en el que, teniendo él tres años de edad, a bordo de un coche, lo vio recorrer los primeros metros de los miles de kilómetros de distancia que lo separaron de ella.
Como no podía ser menos, el echo de que procedan de mundos bien distintos, provocara que no empiece con muy buen pie la relación que, por motivos muy distintos, unirá a una voraz lectora de novelas románticas con ese tipo que, con cierta petulancia, afirma que él disfruta leyendo tochos sobre la historia del imperio dentro de cuyas fronteras hace siglos estuvo el país en el que, por su parte septentrional, penetra el Séverski Donéts, el principal del río que en Véshenskaia forma un recodo que es como un arco de los que usaban los tártaros, y cuyas apacibles aguas actualmente vibran por culpa del sonido de los tambores de guerra golpeados por Vladimir Putin.
Buena prueba de lo anteriormente expuesto es esa escena en la que Philomena, de forma rotundo y concisa, “Si” responde a ¿Cree en Dios?, pregunta esta que previamente ella ha hecho a Martin, y a la que este último, dando Fe de su laicismo militante y bastante irreverente, responde “Es una pregunta demasiado complicada como para darle una respuesta simple”.
La pésima imagen que Martin tiene de Los Ministros de Dios en La Tierra empeorara aún más a raíz de la visita que, junto a La Musa de su próximo libro, hace al lugar donde esta última pasó buena parte de su juventud. Y es que, tras las paredes del convento Sagrado Corazón de Jesús y María, con impotencia y rabia contenida será testigo de cómo las que dirigen dicha institución intentan con te y con pastas saciar el hambre de respuestas de Philomena, la cual, al igual que ha ocurrido en anteriores ocasiones, con resignación cristiana aceptara las pobres explicaciones que le dan las que cargan con esa pesada cruz que es hacer frente al dolor de los que fueron victimas de los pecados cometidos tiempo atrás por la Iglesia Católica.
En una de esas tabernas donde, el pasado 15 de Marzo, los irlandeses aficionados al rugby vierón a El XV del Trébol ganar el Torneo VI Naciones en la final retransmitida por la cadena de televisión en la que, antes de las noticias de la 6:00 h. de la tarde, se emite el rezo del Ángelus, por fortuna para Philomena, las “Amistades peligrosas”, o, mejor dicho, las amistades muy bocazas que Martin consigue hacer entre pinta y pinta de Guiness, le hacen saber al mencionado periodista que fueron verdes billetes de dólar Yankees los que compraron a l@s nacid@s en las verdes tierras de Irlanda.
La información privilegiada de la que Martin es receptor en el local de hostelería donde, si hubiera querido, podría haber tomado un “Café irlandés”, será para él “La coartada” perfecta para hacer “El viaje” durante el cual, junto a Philomena y a bordo de un avión, devorará los miles de kilómetros que hay entre la isla británica cuyas carreteras fueron recorridas por “La camioneta” conducida por Bimbo, y el país cuyas extensas llanuras, en 1865, fueron perforadas por los miles de Tirafondos Ferroviarios con los que cientos de hombres, en su mayoría negros e irlandeses, unieron las vías férreas sobre las que cabalgo "El caballo de hierro" gracias al cual se hicieron inmensamente ricos caciques ferroviarios como aquel en cuyo traje se metió el que dio vida al mejor amigo del panadero de Barrytown que, tras quedarse en paro, vendiendo comida de forma ambulante consiguió alimentar a su mujer y a sus tres hijos.
Durante la estancia en EEUU, la cual, al igual que la misión encargada al malhumorado detective Jack Cates, tiene un limite temporal, dará lugar a que se establezca lo más parecido a una relación materno – filial entre el cínico y sabelotodo periodista, y la adorable anciana de suaves maneras que reparte dulzura allá por donde de va; y es que la tierra donde nacieron las películas donde policías de caracteres contrapuestos eran Cashtigados a bailar juntos un Tango cuyo objetivo era sacar a peligrosos criminales de la pista de baile será el lugar donde Philomena, dando Fe de su firme carácter irlandés, a Martin dará las lecciones de respeto y la educación que, si hubiera tenido ocasión, habría dado a su hijo, a ese hombre al que, ya sea rico o pobre, desea abrazar con todas sus fuerzas, y decirle que, si las monjas no se lo hubieran arrebatado, le habría entregado un amor tan grande como el que, hace siglos, a un joven irlandés deseaba darle la sirena a la que El Cielo, conmovido por las lagrimas que la susodicha derramaba al ser rechazada y que empapaban sus cabellos de oro, transformo en arpa para que al fin pudiera sentir sobre su cuerpo las fuertes manos de aquel al que todos los días al atardecer le ofrecía su amor.
Sin lugar a dudas, visto lo visto, hay que destacar la lección de interpretación que una vez más ha dado la veterana actriz inglesa nacida en York un día de Diciembre de 1934, más aún teniendo en cuenta que, desde hace tres años, los guiones de las películas en las que ha intervenido les son leídas como si fueran historias por esos amigos suyos que, al igual que su numerosa legión de admiradores, desean evitar que se tenga que retirar por culpa de la degeneración macular que en 2011 le impidió que, durante su estancia en “El exótico Hotel Marigold”, captara todo el colorido que inunda las calles de Bangalore con la precisión con la que, en 1985, la elegante Sra. Eleanor Lavish, a través de la ventana de “Una habitación con vistas”, pudo ver todo el esplendor de la bella campiña inglesa.
Dado el reprobable comportamiento que tuvo la Iglesia Católica, sin lugar a dudas, es un ejemplo de mesura y templanza el echo de que Stephen Frears no haya aprovechado el drama de Philomena Lee para pescar espectadores en ese río revuelto por ese anticlericalismo que ha acabado convirtiéndose en la religión de esa parte de Occidente que sin piedad ataca al catolicismo mientras pone el culito en pompa ante la cimitarra de los fanáticos barbudos que viven siguiendo los preceptos del Islam, esa religión de paz que – tal como queda claro en la Sura 2: 190-195 del Coran – es sinónimo de Guerra Santa.
“Combatid por Dios contra quienes combatan contra vosotros, pero no os excedáis. Dios no ama a los que se exceden. Matadles donde deis con ellos, y expulsadles de donde os hayan expulsado”
Y es que, sin lugar a dudas, se puede afirmar que la película dirigida por «El inglés nacido Leicester gracias al cual los televidentes pudierón ver el gran combate que fuera del ring libro "El boxeador que flotaba como una mariposa y picaba como una avispa"» habría sido muy distinta si tras el título de credito Direted by hubiera aparecido el nombre del inglés nacido en Nuneaton que nunca permite que las múltiples aristas de la realidad le estropeen sus cinematográficas soflamas ideológicas; y es que no seria osado afirmar que si el libro firmado por Martin Sixsmith hubiera caído en manos de «El que con la fuerza de “El viento que agita la cebada” agita la conciencia de la bienpensante sociedad occidental» - teniendo en cuenta que este último aprovecho su cortometraje sobre el “11 - S” para mostrar su enfermizo odio a EEUU – finalizada la proyección de “Philomena”, seguramente los que nos dimos cita en la Sala 11 del centro de ocio sito en La Calzada, raudos y veloces, y gritando “La única Iglesia que ilumina es la Iglesia que arde”, fuéramos hasta el número 2 de la Calle Manuel Rodríguez Álvarez para, con el fuego purificador alimentado por el feroz anticlericalismo inoculado por aquel por cortesia del cual yo recorri la “Ruta irlandesa”, reducir a cenizas la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, ese templo de culto que merece ser respetado por el simple echo de que tras sus muros, a parte de que no se inculca el odio hacia otras religiones, son muchos los corderos de Dios que encuentran la fuerza necesaria para seguir caminando por El Valle de Las Sombras aunque sobre sus cabezas estén “Lloviendo piedras”.
Gracias en buena medida al buen hacer de Stephen Frears y de Judi Dench, “Philomena”, a parte de ser digna merecedora de los entusiastas aplausos del respetable público y de la critica especializada, ha sumado un buen número de nominaciones a prestigiosos galardones cinematográficos que finalmente se han materializado en el Premio BAFTA que, por ser los autores del Mejor guión adaptado, recibieron Jeff Pope y Steve Coogan, precisamente cogida del brazo incorrupto de este último fue como, el pasado 12 de Enero, La madre biológica de Michael Hess llego hasta el escenario levantado en el salón principal del Hotel Beverly Hilton (Los Ángeles), lugar este en el que los allí reunidos para ver la 71ª Edición de los Globos de Oro se vieron reflejados en los ojos de la mujer cuyo drama inspiro película mencionada anteriormente, y que a su vez, semanas después, se vio reflejada en los ojos de El que actualmente se sienta en ese trono de madera que según una leyenda medieval es La Cátedra de San Pedro, y en el que en 1968 se sento Kiril Lakota, el obispo ucraniano surgido del frío de un campo de concentración siberiano, y al que, con sus pies dentro de “Las sandalias del pescador”, encarno el que cuatro años antes se metio dentro de los zapatos del griego que bailando el Syrtáki nos enseño que en la vida hay que ser medio loco para romper las cadenas y ser libre.
Fue el pasado Miércoles 4 de Febrero cuando Philomena Lee, ante El Santo Padre y tras asistir junto a este último y Steve Coogan a la proyección en el Vaticano de la adaptación cinematográfica de su historia, pronuncio las palabras expuestas en el párrafo que sigue a este, y que dan Fe de que, a pesar del sufrimiento y del dolor que se hicieron dueños y señores de su corazón, ella jamás permitió que su alma cristiana fuera mancillada por el odio hacía Los Ministros de Dios en La Tierra que con el execrable crimen que fue denunciado por Martin Sixsmith quebrantaron el mandamiento que les dio El morador de El Reino de Los Cielos, y que, tal como podemos leer en el capítulo 13 de Los Evangelios según Juan, rezaba "Amaos los unos a los otros como yo os he amado".
“Me siento honrada y encantada de haber estado hoy con el Papa Francisco. Tal como muestra la película, siempre tuve mucha fe en la Iglesia y en la buena voluntad para enderezar los errores del pasado. Espero y creo que su Santidad el Papa Francisco se va a sumar en la lucha para ayudar a las miles de madres y niños que necesitan poner un cierre a sus propias historias”.
Al margen de la gran calidad cinematográfica de la película hoy reseñada, cabe destacar de esta última también el echo de que sea en cierta medida un homenaje a las madres, a esas mujeres que son denominadas con la palabra que, tal como bien apunto Kahil Gibran, es la más bella pronunciada por el ser humano, y que por no dar cabida en su vocabulario a la palabra “egoísmo” y tener siempre una reconfortante palabra de animo lista y dispuesta para elevar la moral de combate de aquell@s a l@s que dieron La Vida, son una “rara avis” que por su ternura y bondad merecen ser cuidadas con mimo y cariño en estos tiempos individualistas en los que todos y cada uno de nosotros nos preocupamos solo de nosotros mismos, y, tras encomendarnos al “Dios de La Guerra” y adoptar como propia la máxima vital de Carlos Salvador Bilardo (Pisálo, Pisálo…¡¡Al enemigo ni agua!!), vamos por La Vida embistiendo al personal y dando fe de malos modales que llenarían de vergüenza y tristeza a las que siendo niñ@s tantas lecciones de buena educación nos dieron.
Y es que de entre todas las mujeres las más benditas son aquellas que desde el primer segundo de vida de sus hij@s, con una sonrisa en la cara y sin pedir nada a cambio, están siempre disponibles para l@s que aunque tengan treinta y siete añazos siempre serán niñ@s para ellas, y que, pasados los años, en honor a la verdad, en demasiadas ocasiones con excusas tan elaboradas como “mama, no tengo tiempo” demuestran ser un@s desagradecid@s con l@s que les dieron Amor madre, ese bien sagrado que, según el doble campeón olímpico Charles Paddock, no contempla lo imposible, y que Marion C. Garretty definió como “el combustible que le permite a un ser humano hacer lo imposible”.
Sin olvidar el sufrimiento de las mujeres españoles a las que durante la dictadura franquista les robaron a sus hijos, aprovechando la entrada en la cancha del pelotudo que entre 1983 y 1990 fue entrenador de la selección albiceleste, es buen momento para honrar la memoria de esas mujeres a las que, durante el régimen militar que entre 1976 y 1983 gobernó con puño de hierro en Argentina, una bala bendecida por la Iglesia Católica, y disparada a bocajarro las privo de besar y acariciar a las criaturas que durante nueves meses llevaron dentro de sus vientres, esos sobre los que sin piedad les fue aplicada la picana por cortesía de la cual una descarga de corriente recorrió sus cuerpos, y una mueca de dolor desencajo sus rostros, esos en los que, para desgracia de ellas, jamás se dibujarían las sonrisas provocadas por las alegrías dadas por sus hijos.
Puesto que Pilar Gancedo Alonso es la seguidora más fiel de mis mamotretos, y sigue hacía delante llegado el punto en el que otros y otras se rinden y dejan de leer abrumados por mi engolada prosa y datos cronológicos sacados de la Wikipedia, como no podía ser menos, dada la temática de la película que hoy ha sido reseñada a través de este blog que se que a Mi Santa Madre le gustara mucho por no tratar de guerras, libros, películas y grupos heavy – metaleros que provocan que se preocupe por mi salud mental, es justo y necesario que el punto final del mismo este precedido por el sincero agradecimiento que este junta letras quiere darle a la autora de sus días por haber conseguido que escribiera recto sobre los renglones torcidos de Dios y por haberle enseñado que en ese Cuadernillo de Rubio que es La Vida siempre hay que poner el acento en la palabra compuesta “buena persona”.
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