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domingo, 6 de enero de 2013

Der Triumph des Willens, die Niederlage der Menschlichkeit


Sin lugar a dudas, para todo aquel que pasee por las calles de Bochum – o de cualquier otra ciudad de Alemania – es imposible no estremecerse a tomar conciencia de que sus botas le están llevando por lo que no hace tantos años fue lo que Arturo Pérez – Reverte y otros miembros de La Tribu definirían como Territorio Comanche: “El lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta; donde siempre parece a punto de anochecer y caminas pegado a las paredes, hacia los tiros que suenan a lo lejos, mientras escuchas el ruido de tus pasos sobre los cristales rotos. El suelo de las guerras está siempre cubierto de cristales rotos. Territorio comanche es allí donde los oyes crujir bajo tus botas, y aunque no ves a nadie sabes que te están mirando."


Y es que al pasar por delante del Rathaus y la factoría de Bochumer Verein Verkehrstechnik GmbH un escalofrió recorre mi espalda al pensar que desde el cielo sobre mi cabeza, durante la Segunda Guerra Mundial, cayeron sobre dichas edificaciones miles de bombas que, aparte de reducirlas a cenizas y segar cientos de vidas, provocaron que, aún hoy en día, el recuerdo del ruido, la furia y el calor liberado por El Fuego del Infierno vomitado por la aviación aliada haga que, empapados en sudor, se despierten a medianoche los viejecitos a los que amablemente les abro las puertas y que en aquellos tiempos eran unos niños que por culpa de los adultos vieron como su inocencia se marchitaba en las entrañas de fríos y oscuros bunkers o en las aulas de una Napola: Nationalpolitische Erziehungsanstalt (Escuela Politíca Nacional).


Dado que paulatinamente se han ido acallando las voces de Los Demonios y Los Fantasmas que desde hace décadas atormentaban a Alemania por El Horror que se desencadeno aquel triste día de Septiembre de 1939 en el que Europa tembló por cortesía del atronador ruido de Der Blitzkrieg (La guerra relámpago) son muchos los directores alemanes que, de un tiempo a esta parte, se han atrevido a mostrar las penalidades y el sufrimiento que los germanos justos padecieron por culpa de los salvajes pecadores que lucharon por la victoria del hombre ario.

Dennis Gansel – el aclamado director de “La Ola”, y uno de los integrantes más reputados de “la nueva ola del cine alemán” ha contribuido al mencionado ajuste de cuentas con el pasado poniéndose tras la cámara para filmar “Napola – Elite für den Führer”, obra está por la que en 2005 gano el Premio al mejor director en el Festival de cine de Baviera, y cuyo guión está basado en las vivencias de su propio abuelo, un Teniente coronel de la Bundeswehr (Defensa Federal) que estudio en una escuela de élite nazi como la que da título a la película.


Berlín, 1942: Friedrich Weimer (Max Riemelt) un joven que, junto a sus padres y su hermano pequeño, encaja los golpes lanzados por ese monstruo grande que es la guerra verá como se le brinda la posibilidad de tener un futuro mejor cuando, gracias a la destreza mostrada en el cuadrilátero donde descarga adrenalina, consigue llamar la atención de Vogler (Devid Striesow), un ex – boxeador que le ofrece ingresar en una de las Escuelas Político Nacionales en las que esos diamantes en brutos que son los niños y adolescentes germanos son pulidos para que sean los hombres que escribirán las páginas más gloriosas del nuevo orden mundial con el que sueñan Hitler y sus esbirros.


Aunque el padre de Friedrich se opone a que este último se relacione con lo que él denomina “gentuza”, finalmente, el joven consigue llegar hasta el castillo donde tiene su sede la NAPOLA.

Aunque la estampa en la que los orgullosos padres se despiden de sus vástagos antes de que estos comiencen el curso académico en una selecta escuela a la que es muy complicado acceder nos recuerda a la que vimos a la entrada de la prestigiosa y conservadora academia Welton, lo cierto es que nada más entrar en la NAPOLA que da título al film no tardamos en descubrir que los métodos educativos utilizados en ella nada tienen que ver con los del controvertido John Keating (Robin Williams).


Y es que mientras que los miembros de “El club de los poetas muertos” vieron como “su capitán”, a través de la literatura, les animaba a que viviesen el momento y, sin temor a las opiniones ajenas, eligiesen su propio camino, Friedrich y sus compañeros son moldeados para que hombro con hombre, al son de Flattern uns Voran (Nuestra bandera primero) y sin miedo a la noche o al dolor, marchen hacía el campo de batalla para morir por Der Führer y Das Dritte Reich.


Mientras el duro entrenamiento militar se combina con clases teóricas en las que el poema "Der Ring des Nibelungen" (El anillo de los nibelungos) y La teoría darwiniana de la evolución son manipuladas por los docentes para transmitir a sus pupilos que la raza aria es superior al resto y la única que merece morar sobre la faz de la tierra, Friedrich entabla una estrecha relación con Albrecht Stein (Tom Schilling) un sensible e introvertido joven que, para desgracia de su padre, un importante jerarca nazi, no tiene ningún interés en formar parte de la élite del Führer.


Gracias a la entrada en escena de Albrecht Stein, el director de la función da voz a esa parte de la sociedad germana a la que se le helaba la sangre al oír la canción Sieg Heil Viktoria.

Y es que mientras que Friedrich, como si fuera un algodón que absorbe la sangre que emana del labio partido de un boxeador, absorbe sin oposición las enseñanzas que le inculcan que tanto en el ring como en la vida hay que ser fuerte y no mostrar ningún atisbo de compasión, Albrecht, a través de redacciones cargadas de amargura, mostrara su más absoluta repulsa hacía dichos métodos educativos al tomar conciencia de que vestir el uniforme del cuerpo de élite de las SS o Schutzstaffel (Escuadrones de defensa) implica convertirse en una criatura tan maligna como El Dragón contra el que luchaban los caballeros andantes cuyas andanzas se relataban en los poemas épicos que leía cuando era un niño y que despertaron en él el firme deseo de llegar a ser un hombre tan valiente y noble como ellos.


En definitiva, una película muy recomendable que, aparte de emocionar y conmover, da fe de que los cantos de sirena con los que Hitler consiguió que muchos millones de alemanes se calzaran las botas negras de las SS para aplastar la compasión y humanidad que albergaban sus corazones no pudieron evitar que, por el contrario, unos cuantos valientes prefiriesen escuchar a su conciencia y se negasen a contribuir a la escritura de ese espeluznante capítulo de la historia de la infamia que, al fin y a la postre, firmaron los seguidores del autor de “Mein Kampf” (Mi lucha).


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