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lunes, 27 de agosto de 2012

Más importante que saber el origen de La Vida es saber darle sentido antes de que llegue su final


Sin lugar a dudas uno de los momentos más amargos para un hombre es aquel en el que con gran dolor de corazón descubre que su estimado progenitor, al igual que el 100% de aquellos que se han unido a una mujer, no tiene empacho alguno en bailar al son de la música que toca su esposa.

A pesar de la gran admiración que sentía por el hombre que junto a su esposa con gran coraje y pundonor hizo frente a los zarpazos económicos lanzados por la reconversión naval y consiguió sacarnos adelante a mi y al par de monstruitos que tengo por hermanas, lo cierto es que no pude evitar pensar que era un calzonazos aquella noche de Viernes de mediados de la década de los 80 en la que hallándome yo en el sofá listo y dispuesto para ver «Alien» me invito amablemente a enfilar el camino que iba hasta mi cama tras recibir una llamada telefónica de Mi Santa Madre, la cual, a pesar de hallarse a decenas de kilómetros de Gijón, no consintió que la distancia le hiciese olvidar que entre sus deberes estaba evitar que el que hoy en día solo tiene “Miedo a la oscuridad” por culpa de “La Doncella de Hierro” se tirase varías noches sin dormir a causa del pánico que a buen seguro le provocaría la criatura diseñada por Hans Ruedi Giger.


Por fortuna para el miedoso niño que, para vergüenza de propios y extraños, miraba varias veces debajo de la cama en busca de monstruos y psico – killers antes de taparse con la manta hasta la coronilla con la esperanza de que, como si esta fuera un escudo de acero, le protegiese de ataques contra su persona, el paso del tiempo le permitió superar sus temores y ver películas tan aterradoras como la dirigida por Ridley Scott en 1979.


Aunque en honor a la verdad los efectos especiales de la película palidecen ante los que hoy en día permiten a las grandes superproducciones reventar las taquillas mundiales lo cierto es que la historia escrita a cuatro manos por Dan O'Bannon y Ronald Shusett sigue consiguiendo que un escalofrió recorra nuestro cuerpo mientras vemos como los siete tripulantes de la nave espacial de transporte comercial U.S.C.S.S. Nostromo descubren el verdadero significado de “El Horror” durante el viaje a “El Corazón de las tinieblas” que se ven obligados a realizar por cortesía del octavo pasajero, esa despiadada criatura alienígena que a más de uno le arrancará alaridos de dolor que, allá en el espacio exterior, nadie podrá escuchar.


La película que en 2002 fue incluida en el Registro Nacional de Cine de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos para su preservación histórica y que según el American Film Institute es la séptima mejor película en el género de la ciencia ficción, tuvo en el momento de su estreno un gran éxito de taquilla y una extraordinaria acogida por parte de la critica circunstancia esta que, como no podía ser menos, provoco que siete años después los estudios 20th Century Fox y Brandywine Productions diesen luz verde a la pertinente secuela, la cual llevo por título «Aliens, el regreso».


Sin lugar a dudas del film dirigido por James Cameron – a parte del universo creado entorno a la feroz criatura asesina que nos fue presentada en la primera parte – cabe destacar el hecho de que fuera la Teniente Ellen Ripley (Sigourney Weaver) la protagonista absoluta de la función.

Y es que en aquellos benditos días en los que el cine de acción alcanzo la gloria gracias al buen hacer de «Los Mercenarios» Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Chuck Norris fue para muchos un auténtico shock comprobar como la que vivió peligrosamente en Indonesia durante la insurrección comunista contra el dictador Sukarno, haciendo buen uso de sus «Armas de mujer» y de la poderosa potencia de fuego de un rifle de pulsos M41 – A conseguía aniquilar a los cientos de aliens que habían sido capaces de acabar con la vida de todo un comando de aguerridos y feroces Marines Coloniales.


Por desgracia para los amantes de la saga Alien, en 1992 sufrimos una gran decepción con «Alien 3», película dirigida por David Fincher, y que dado su discreto guión, carente de la emoción y terror que caracterizaba al de las dos primeras entregas, seguramente solo es recordada con cierto cariño por “la Weaver”, la cual, gracias al personaje que la hizo mundialmente famosa, se embolso un buen puñado de dólares.


Cuando todo parecía indicar que “la criatura” no daba más de si, en 1997, gracias al buen hacer de Jean-Pierre Jeunet, protagonizo una espectacular y esplendorosa resurrección. Y es que el mencionado director, cuatro años antes de emocionar a medio mundo con las andanzas de la dulce «Amelie», a partir de un guión escrito por Joss Whedon («Los Vengadores»), consiguió que los amantes de la ciencia – ficción disfrutáramos como nunca por cortesía de una sanguinaria, brutal, sórdida y agresiva historia durante la cual la Teniente Ripley conto con la ayuda de un grupo de mercenarios liderados por Frank Elgyn, un tipo sin demasiados escrupulos al que da vida Michael Wincott, actor canadiense que – sin que sirviese de precedente – se metió en el traje y la piel de uno de los buenos tras haber encarnado anteriormente a tipos tan despreciables como Top Dollar «El cuervo», Guy de Gisborne «Robin Hood, príncipe de los ladrones» y El Capitán Rochefort «Los tres mosqueteros».


Dada la falta de originalidad que desde principios del Siglo XXI ha caracterizado a los operarios que trabajan en “La fábrica de sueños” fueron muchos los que apostaron por seguir exprimiendo a “la criatura”. Aunque en un principio James Cameron mostro su interes en realizar una quinta entrega centrada en los orígenes de Alien, en 2004 abandono el barco al enterarse de que 20th Century Fox estaba más interesada en la realización de «Aliens vs. Depredador», una película que – a juicio del director de «Terminator» - hundiría a la franquicia como en su día aquel enorme iceberg hundió al «Titanic».

Aunque el encarnizado enfrentamiento entre las criaturas diseñadas por Hans Ruedi Giger y Stan Winston respectivamente, fue lo suficientemente exitosa como para que se diera luz verde a una segunda parte - «Aliens vs. Depredador: Réquiem» (2007) - en 2008, tras imponerse la cordura, Ridley Scott y la productora cinematográfica mencionada anteriormente llegaron a la conclusión de que había llegado la hora de ponerse serios.


Tras las pertinentes negociaciones de presupuesto, el 10 de noviembre de 2010 el director que a la señal “Ira y Fuego” nos hizo vibrar con las andanzas del general de las legiones de Roma que convertido en gladiador cincelo su nombre en La Eternidad se puso de nuevo a los mandos de la nave Alien y, siguiendo la hoja de ruta marcada en el guión escrito a cuatro manos por Jon Spaihts y Damon Lindelof – cocreador, productor y guionista principal de la inolvidable serie Lost, se embarco en un viaje cuyo objetivo es descubrir los orígenes de "Space Jockey", el ser extraterrestre que en la primera entrega de la saga era descubierto por los tripulantes de la nave Nostromo minutos antes de que se abriesen para ellos las puertas del infierno.


Noomi Rapace, la actriz que metida en la chupa de cuero de «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina» se enfrento a «Los hombres que no amaban a las mujeres», encarna a Elizabeth Shaw, la arqueóloga que sueña con encontrar la explicación al origen de La Vida en La Tierra.


En 2089 - treinta y siete años antes de los acontecimientos narrados en «Alien» - durante una exploración que junto a su marido, el también arqueólogo Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), realiza en una cueva de la Isla de Skye (Escocia) Shaw descubre una serie de dibujos que, dadas sus similitudes con otros realizados por varias antiguas culturas sin contacto entre ellas, interpreta como el mapa estelar que deben seguir todos aquellos que estén interesados en conocer a “Los Ingenieros que crearon a los hombres”.


Gracias al dinero aportado por la Corporación Weyland fundada por Peter Weyland – personaje este encarnado por Guy Pearce, el creador de «La máquina del tiempo» - la nave científica Prometheus es enviada al espacio con el objetivo de explorar la luna distante LV-223.


Coincidiendo con la Navidad de 2093, la nave llega al planetoide y da comienzo a la misión, misión esta que realizan bajo la supervisión de Meredith Vickers, una dura mujer que tras pasarlo mal «En tierra de hombres» lo pasará aún peor en el territorio de “Los Ingenieros”, y es que - al igual que el resto de los miembros de la expedición – descubrirá con horror que los que crearon La Vida han puesto su avanzada tecnología al servicio de La Muerte…


Y es que – emulando a los «Creadores de sombras» gracias a los cuales desde el cielo sobre Hiroshima y Nagasaki cayeron las bombas atómicas que albergaban en su interior La Destrucción - “Los Ingenieros” han desarrollado un arma de destrucción masiva con forma de “criatura alienígena”…


Como bien supondrá el respetable, en el momento que las crías de Alien hacen acto de presencia da comienzo una salvaje lucha por la supervivencia durante la cual entrará en escena lo mejor y lo peor del ser humano…

Aunque seguramente el propósito de Ridley Scott no era ni mucho menos pontificar sobre el sentido de la vida lo cierto es que el que viaja a los mandos de la nave “JL - 3777” deseando fervientemente que existiese un manual de instrucciones de manejo que le evitase quemarse como los tripulantes del transbordador espacial Challenger, finalizada la más que notable superproducción reseñada anteriormente llego a la conclusión de que más importante que saber el origen de nuestra vida es saber darle sentido antes de que “Los Ingenieros”, Aliens mediante, le pongan final; y es que, ya sea más allá de las estrellas o bajo el cielo sobre nuestras cabezas, mientras tengamos combustible en el deposito y algo en lo que creer tenemos la obligación de seguir nuestro viaje teniendo siempre presente que tal como dijo Friedrich Nietzsche: Todo aquel que tiene una razón para vivir puede soportar cualquier forma de hacerlo.


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