Aunque el 5 de Febrero de 2011 le invadió un profundo sentimiento de vergüenza ajena al oír de mis labios que yo era uno de los pocos españoles que hasta las tantas de la madrugada permanecían frente al televisor para ver las andanzas de aquel buen policía llamado Reno Raines al que daba vida Lorenzo Lamas “El rey de las camas” y que, tras ser acusado injustamente de haber asesinado a su novia, se convirtió en un “Renegado” que, a lomos de una Harley – Davidson y por un puñado de dólares, cazaba a los criminales más buscados de América; por fortuna para mi, mí imagen ante los ojos de «La bella dama que metida en el uniforme y la piel de El Capitán Alatriste comanda a mis Tercios de Flandes» subió unos cuantos enteros al enterarse de que yo, al igual que ella, también disfrutaba con el visionado de las aventuras de “Águila Roja”.
Dado que tal coincidencia tuvo buena culpa de que un servidor, un año y tres días después, con la tinta negra en la que mojo su pluma roja, empezara a escribir sobre un folio en blanco la apasionante novela de caballería que protagoniza junto a «La hermosa admiradora de la obra literaria de Félix Lope de Vega y Carpio», con motivo del estreno de la quinta temporada de la última serie mencionada anteriormente es más que pertinente realizar un exhaustivo análisis de la misma.
Aunque ya han transcurrido muchas lunas desde el 19 de febrero de 2009, día en el que tuvo lugar su estreno en televisión, lo cierto es que no ha disminuido ni un ápice la emoción que me embarga al oír la sintonía que anuncia el comienzo de la serie creada por Daniel Écija, Juan Carlos Cueto, Pilar Nadal y Ernesto Pozuelo, y cuyo protagonista principal ya mora en ese lugar de mi corazón en el que desde hace décadas viven Curro Jiménez, el profesor Ralph Hinkley, James "Sonny" Crockett, Angus MacGyver, Fox Mulder y Cordell Walker.
Aunque el presupuesto que TVE destino a la producción de “Águila Roja” es muy inferior al que permitió a la cadena HBO (Home Box Office) producir espectáculos tan grandiosos como “Roma”, “The Pacific” y “Juego de tronos” es justo reconocer que el encomiable trabajo de los artesanos que intervienen en la realización de la serie (carpinteros, costureras, especialistas en armas, etc.) han conseguido una muy lograda ambientación del Siglo XVII, un tiempo este que gracias a los cuadros de Diego Velázquez, los versos de Lope de Vega y Carpio o Calderón de la Barca, y los sonetos de Don Francisco de Quevedo paso a la historia con el nombre de Siglo de Oro Español a pesar de que, tal como bien apunto el veterano soldado Diego Alatriste y Tenorio, fue una época infame durante la cual los que la vivieron no vieron ni oro ni plata pero si gran número de sacrificios estériles, gloriosas derrotas, corrupción, picaresca, miseria y muy poca vergüenza.
La noche del año 1660 en la que de los dulces labios de su esposa salieron desgarradores alaridos de dolor arrancados por salvajes torturas fue cuando cambio para siempre la vida de Gonzalo de Montalvo (David Janer), un modesto maestro de escuela.
Y es que, a raíz de tan luctuoso acontecimiento, el hombre que hasta la fecha se encargaba única y exclusivamente de enseñar el abecedario a los niños del Barrio de San Felipe (Madrid), con K de Katana y con P de Patada voladora se dedicara en cuerpo y alma a enseñar el significado del dolor a los que estuvieron implicados en el asesinato de la mujer que amaba y de cuyo vientre salió un bendito fruto llamado Alonso (Guillermo Campra).
A medida que transcurren las etapas durante las cuales recorre el sendero de la venganza a galope tendido irá descubriendo una compleja trama que, por cortesía de la brillante labor de los guionistas, durante los últimos cuatro años ha mantenido en vilo a esos millones de españoles que, al margen de credo, sexo y tendencias políticas, se han emocionado y vibrado con las aventuras de ese justiciero enmascarado que a mas de uno le gustaría que saliera de la pequeña pantalla para imponer la ley en Los Reinos de Taifas que jalonan esta España mía, esta España nuestra y cuyos gobernantes, gracias a su nefasta gestión política, han conseguido que sus gobernados afirmen con rotundidad que moran en La inmensa mancebía llamada La Piel de Toro.
Como no podía ser menos, nuestro héroe encontrara en su camino a una serie de personajes entre los que se encuentran los que desean ayudarle y los que harán todo lo posible para conseguir que el suelo de siniestras mazmorras se tiña de rojo con su sangre mientras sus gritos de dolor rompen el silencio.
El delantero matador en constante fuera de juego que un día fui y que tuvo sus primeros contactos con “El Arte de La Guerra” gracias a la máxima “Tu no pegues a nadie, eso si, si te pegan dales duro”, tiene mucho que agradecer a Su Santa Madre y a Su Estimado Progenitor, las personas que durante la crisis de los 80, por cortesía de sus tres jabatos, trabajaron a doble turno llevando a cabo esa dura tarea que es ser padres, y que, a pesar de todo, fue para ellos mucho más liviana de lo que lo fue para Gonzalo de Montalvo y todos aquellos que en el Siglo XVII contribuyeron al crecimiento demográfico.
Si como héroe lleva a cabo esa peligrosa misión que es velar por la integridad física de los miles de habitantes de La Villa y Corte, como padre realiza una aún más dura y complicada. Y es que - a parte de evitar que su Alonso le sea arrebatado por ese par de Jinetes del Apocalipsis que son El Hambre y La Enfermedad y que se abalanzan sin piedad sobre todos esos pobres desgraciados que cada amanecer luchan encarnizadamente para evitar ser destrozados por Las Fauces del Mundo Salvaje en el que viven – Gonzalo debe emplearse a fondo para conseguir que su vástago se convierta en un hombre de provecho y conserve sin macula su integridad moral a pesar de que a su alrededor campen a sus anchas la corrupción y la violencia.
Por fortuna para el viudo y padre en la vida, en ese mustio jardín en el que se ha convertido el hogar de los Montalvo se planta con su petate la alegre Margarita, una joven que tiene los rasgos de Inma Cuesta, y que, rauda y veloz, ha recorrido las millas que hay entre las lejanas tierras sevillanas y La Villa y Corte tras recibir la carta en la que el hijo de su hermana le ruega que con su ayuda y con su gracia haga más llevaderos sus días de desgracia.
Si en la pantalla grande la valenciana criada en Arquillos (Jaén) sufría viendo como su pareja sentimental se convertía en una auténtica bestia a medida que transcurría su servicio en la unidad especial de policía denominada “Grupo 7” y que con motivo de la EXPO´92 se encargo de limpiar a hostias las calles de la ciudad cuyo lema es NO MADEJA DO; en la pequeña pantalla, a medida que transcurren los días en su nuevo hogar, siente como se va avivando poco a poco el fuego que un día ardió en su corazón y en el de su cuñado, el cual, al despojarse del traje de héroe valiente vuelve a ser ese hombre cobarde incapaz de mostrar sus sentimientos a la mujer de su pasado con la que comparte su presente, y por cortesía de la cual descubrirá que las heridas que en su cuerpo grabaron los tajos de afiladas espadas duelen menos y cicatrizan antes que la que décadas atrás dejo en su corazón la saeta de oro bruñido disparada por El Arquero Cupido.
Javier Gutiérrez Álvarez, el actor luanquin de nacimiento y ferrolano de adopción, da vida a Saturno García, un tipo al que según Mi Estimado Progenitor le falta una garcillada, y que lleva dentro todos los defectos y todas las virtudes que desde tiempos inmemoriales han sido la seña de identidad de los habitantes de la patria de MECANO, el grupo que puso la banda sonora a “El asombroso mundo de Pocholo y Borjamari”.
Un gran corazón gobernado por la bondad es el que bombea la sangre en el pequeño cuerpo de ese pequeño gran hombre al que los palos de La Vida han convertido en un pícaro que sin lugar a dudas haría buenas migas con Lazarillo de Tormes. Aunque sería incapaz de segar vidas valiéndose de las espadas Tizona y Colada no sería descabellado afirmar que guarda ciertas similitudes con Rodrigo Díaz de Vivar “El CID Campeador”, y es que, al igual que del guerrero que reconquisto para su rey las tierras que estaban en manos del invasor que llevaba Media Luna en su estandarte, se podría decir de él que sería un gran vasallo si tuviese buen Señor; y es que dominado por un gran fervor patriótico desprecia a todos aquellos que desprecian a Las Españas con un desprecio tan grande como el que el rey de estas siente por sus súbditos.
A pesar de que no domine las artes marciales, y de que su pequeña estatura y ese enjuto cuerpo curtido por el hambre que devoro sus tripas en sus años mozos palidezcan ante el porte de “su amo”, bien merecido tiene un lugar en este cantar de gesta en honor a la serie puesto que, sin lugar a dudas, su lucha por la supervivencia fue y es tan heroica como cualquiera de las acciones firmadas con una pluma roja por el héroe del que es escudero.
Si las campanas doblaran por los desgraciados del mundo, sin lugar a dudas, las de El Reino de Las Españas estarían todo el día sonando en honor de Cipriano Benítez (Santiago Molero), el dueño de la taberna a donde acuden aquellos que desean ahogar en alcohol sus penas, ignorando que estás últimas, más pronto que tarde, aprenderán a nadar.
Mientras que su buen amigo “Satur” tiene muy claro que, hasta que llegue el momento de expirar su último aliento, vendara muy cara su piel, "Cipri" - consciente de que haga lo que haga nada cambiara - hace mucho tiempo que ha bajado los brazos y, como si fuera un boxeador noqueado que se tambalea sin rumbo por ese cuadrilátero que es La Vida, más de una vez ha deseado que llegue pronto la hora en la que recibirá el puñetazo final que le enviara de bruces a la lona y pondrá fin a su sufrimiento.
Lejos de las sucias y polvorientas calles del Barrio de San Felipe se encuentra el palacio donde mora Lucrecia de Guzmán (Miryam Gallego), una mujer que tras la muerte de su marido – el Marques de Santillana – ha heredado un gran patrimonio que le permite llevar una vida marcada por la opulencia y la frivolidad y que no tiene nada que ver con la que tuvo siendo adolescente, y es que mientras que ahora puede permitirse el lujo de bañarse en blanca leche, en el pasado, hasta el día en el que ante los ojos de Dios se produjo la Certificación Eclesiástica del Sacramento del Matrimonio, vivió esposada a una existencia marcada por la pobreza, el hambre y pésimas condiciones higiénicas.
Aunque su estilo y saber estar no tiene nada que ver con el barriobajerismo y la mala educación de la que sin rubor alguno hace gala esa vecina del barrio de San Blas de cuyo nombre no quiero acordarme, al igual que esta última, “La Marquesa”, si fuera preciso, no dudaría en matar por su hijo. Y es que su intervención en intrigas palaciegas y su frecuente presencia en la cama de los hombres más destacados de la nobleza solo tienen como objetivo conseguir que, en el futuro, en los libros de Historia Nuño Julián Federico de Santillana y Guzmán (Patrick Criado) ocupe un lugar destacado junto a Los Grandes de España.
Las alcobas, los amplios salones y el resto de estancias del gran palacio propiedad de La Marquesa viuda de Santillana son el lugar de trabajo del ejercito de criados y criadas que es dirigido con Manu Militari por Catalina (Pepa Aniorte), un personaje que, sin duda alguna, es un homenaje por parte de los guionistas a todas aquellas mujeres de armas tomar que en aquellos días tan duros, cada amanecer, a parte de soportar el humillante trato de las señoras a las que con eficiencia servían para dar un plato de comida caliente a sus hijos, en demasiadas ocasiones fueron victimas de maltratos físicos y violaciones por parte de esos rufianes que – a parte de ser diametralmente opuestos a los valerosos caballeros andantes que protagonizaban los cantares de los juglares – consideraban que una fémina era un objeto sexual concebido para su uso y disfrute, y no una dama a la que se debía cuidar y respetar.
Por desgracia para La Reina Mariana de Austria (Wiener Neustadt, 22 de diciembre de 1634 – Madrid, 16 de mayo de 1696) – personaje este interpretado por la mierense Eliana Sánchez - Lucrecia de Guzmán y decenas de mujeres más contribuirán notablemente a esa gran humillación que supone para ella saber que sus territorios no son los únicos que conquista su esposo, Felipe IV de Austria (Valladolid, 8 de abril de 1605 – Madrid, 17 de septiembre de 1665).
En estos días en los que a Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón - Dos Sicilias no debería llenarle de orgullo y satisfacción que en su Reino haya crecido notablemente el número de republicanos por culpa de sus correrías y los negocios sucios de su familia hay que reconocer que, visto el percal que gobernó en España siglos atrás, el país ha progresado notablemente en lo que al tema monárquico se refiere.
Y es que a pesar de sus cacerías de elefantes en tierras africanas, su “alianza” con la Princesa Corina y los millones de euros que acabaron en manos del ex jugador de balonmano NOOS deberíamos sentir “satisfechos” puesto que gracias a La Monarquía Parlamentaria se ha evitado por ejemplo que nuestro campechano Bribón tenga el poder absoluto que en su día tubo el monarca que paso a la historia con el sobrenombre de El Rey Planeta y que en la serie hoy analizada tiene los rasgos de Xabier Elorriaga.
Aunque gracias a su dominio sobre los territorios de España, Portugal, Nápoles, Sicilia, Cerdeña y los Países Bajos fue conocido como El Grande lo cierto es que Felipe Domingo Víctor de la Cruz era un auténtico miserable, y es que es ese el calificativo que se merece un tipo que durante su reinado, mientras que las entrañas de La Piel de Toro se convertía en el último hogar de millares de personas fulminadas por el hambre y la enfermedad, empleo las miles de toneladas de metales preciosos extraídas de las minas del Nuevo Mundo en sufragar campañas militares a lo largo y ancho del mundo, y entre las que destaca la que a lo largo de treinta años (1618-1648) le enfrento a los protestantes holandeses y durante la cual, onder de zon van Breda (bajo el sol de Breda), El Capitán Alatriste junto a decenas de miles de hombres enrolados en Los Tercios de Flandes, a las ordenes del general Ambrosio de Spinola (1569 - 1630), conquisto la ciudad gobernada por Justino de Nassau (1559 - 1631).
¡Con la hipocresía de la Iglesia hemos topado! es la exclamación que sale de nuestras gargantas cuando entra en escena el personaje encarnado por José Ángel Egido, el actor elEgido por Fernando León de Aranoa para dar vida a uno de los operarios del sector naval que, con la moral de combate tocada y hundida, “Los lunes al sol” atracaban en ese puerto llamado Amistad en busca de ese calor humano que era para ellos el único salvavidas capaz de evitar que se ahogaran en el embravecido e impío mar en el que se había convertido su futuro laboral y personal a raíz del cierre del astillero donde habían trabajado toda su vida. Y es que El Cardenal Mendoza, ese Hombre de Dios al que interpreta divinamente el pontevedrés de Redondela, es un tipo ambicioso para el cual no supone ningún cargo de conciencia quebrantar Los Diez Mandamientos y cometer todos y cada uno de Los Siete Pecados Capitales, y que esta dispuesto a aplastar a todos aquellos que intenten impedirle que se calce Las Sandalias del Pescador y que siente sus posaderas en La Silla de San Pedro.
Dado que el hecho de que el héroe que se esconde tras una máscara y bajo un disfraz sea admirado por ese pueblo que exige Justicia y que esta hambriento de Libertad no es plato de gusto para El Rey de Las Españas, los guionistas de la serie, siguiendo sus ordenes, han creído pertinente que el operativo que tiene como objetivo cazar y ejecutar al “Águila Roja” sea ejecutado por Los Guardias de negro al mando de Hernán Mejías, El Comisario de La Villa y Corte que durante dicho lance, por desgracia para su némesis, hará gala de una furia asesina tan salvaje como la que guió los golpes de Bane y Skeletor durante los encarnizados combates que estos libraron contra BATMAN y He – Man respectivamente.
Francis Lorenzo, el actor que encarno al diplomático Ángel Sanz Briz (Zaragoza, 28 de septiembre de 1910 – Roma, 11 de junio de 1980) – ese ser tan extraordinariamente humano al que las 5.000 personas a las que salvo de las cámaras de gas de los campos de concentración nazis llamaron “El Ángel de Budapest” – se despoja de todo rastro de humanidad al meterse en el uniforme de faena de ese servidor de la ley en cuyo vocabulario no tiene cabida la palabra piedad y cuyos métodos de tortura serían del agrado de Alfredo Ignacio Astiz, el capitán de fragata de la Armada Argentina conocido como El Ángel Rubio y El Ángel de La Muerte y que, como esbirro de La Dictadura Militar Argentina (24 de marzo de 1976 - 10 de diciembre de 1983), contribuyo a que la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) fuera una sucursal de El Infierno en La Tierra para los cientos de desgraciados que a manos de él fueron victimas de sádicos tormentos.
Hecho el pertinente análisis de tan extraordinaria serie solo me queda reseñar que, por absurdo que parezca, estoy seguro de son muchos los telespectadores que, tras acabar de ver las aventuras del justiciero enmascarado, cuando a cara descubierta regresan de nuevo a ese mundo real que no es “Ni negro del todo, ni del todo blanco", y en el que a diferencia de lo que ocurre en la serie analizada y en las “pelis” de chico americano, ni todos los guapos son buenos ni todos los malos son muy malos, toman como modelo a ese hombre cobarde que lleva dentro un héroe valiente, y se enfrentan a los retos del día a día teniendo siempre presente que abandonar la lucha les impedirá alcanzar victorias tan grandiosas como por ejemplo la que obtuvo el hombre que esto escribe, este admirador de “El aventurero Vivar” al que le hubiera gustado nacer con una espada de acero toledano en la siniestra y una pistola de chispa en la diestra y que gracias a su insistencia conquisto el corazón de esa hermosa mujer nacida bajo el signo de Sagitario que además de provocar que resurgiera de sus cenizas como si fuera El Caballero del Zodiaco llamado Fénix forjo para él una armadura que jamás será traspasada por los floretes empuñados por Los Demonios&Los Fantasmas que antaño tantas cuchilladas le dieron en oscuros callejones.
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