Si mi primer concierto de BARÓN ROJO – celebrado en Avilés un lejano día de Diciembre de principios de los 90 durante una fiesta organizada por las Juventudes del Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) - estuvo marcado por ese momento surrealista en el que me levantaron el puño para que cantará La Internacional, el segundo – Gijón, Sala Tropicana (1995) - lo estuvo por ese inolvidable y desagradable instante en el que uno de esos “Perros callejeros” que mantenían una turbulenta y destructiva relación sentimental con ese Diablo vestido de Ángel llamado heroína me propuso un trato que no pude rechazar: dos mil de las antiguas pesetas que llevaba en mi cartera a cambio de que su puño, hostia mediante, no me arrancará todos los dientes de la boca.
Precisamente de La Villa de Jovellanos es oriundo José Manuel Estrada, el periodista deportivo al que su jefe durante muchos años – José María García – seguramente no lo definirá como “un tipo serio a carta cabal” después de ver al que fuera pincha discos en el Café Korynto (Calle Corrida 19, Gijón) convertir el plato de “Mujeres y hombres, y viceversa” en un ring en el que mantuvo durísimos enfrentamientos verbales con su compañera sentimental, Miriam Sánchez, enfrentamientos estos que provocan un profundo sentimiento de vergüenza ajena pero cuyo nivel de decibelios palidece ante el volumen brutal que alcanzo el en que en 1989 puso fin a la relación personal y profesional que Hermes Calabria y José Luis Campuzano “Sherpa” mantenían con los hermanos Carlos y Armando de Castro.
Con motivo del estreno de “BARON ROJO: La película” – documental que analiza la exitosa y turbulenta trayectoria de vuelo de una de las mejores bandas del rock patrio – es buen momento para abrir el baúl de los recuerdos y, cassette de grandes éxitos mediante, bloggear sobre algunas de las canciones que consiguieron que los cuatro virtuosos músicos citados anteriormente escribieran su nombre con letras de oro en el cielo donde, durante el transcurso de la I Guerra Mundial (28 de julio de 1914 - 11 de noviembre de 1918), Manfred Albrecht Freiherr von Richthofen (1892 – 1918) – como miembro de la Luftstreitkrafte (Fuerzas Aéreas) y a los mandos de un avión de combate Fokker Dreidecker I. de la Jagdsstaffel (Escuadrilla de caza) - impuso su ley entre el 17 de septiembre de 1916 y la mañana del 21 de abril de 1918, el día en el que el soldado de infantería australiano William John "Snowy" Evans disparó desde tierra la bala del calibre .303 que puso fin a la triste misión llevada a cabo por el que era conocido con el sobrenombre de Der Roten Baron y que, gracias al respeto con el que trataba a sus rivales durante el fragor de batalla, el 22 de Abril de 1918 llego hasta su última morada – el cementerio de Bertangles (Francia) - dentro de un ataúd que fue llevado a hombros por seis británicos del 209 Squadron of the British Royal Air Force, y que, mientras soldados australianos disparaban tres salvas en su honor al cielo en el que reino, fue enterrado bajo una lapida en la que se puede leer el siguiente epitafio:
Aquí yace un valiente, un noble adversario y un verdadero hombre de honor. Que descanse en paz.
Gracias a la productora Chapa Discos, las guitarras de Los hermanos de Castro, el bajo y la voz de José Luis Campuzano “Sherpa” y la batería de Hermes Calabria empezaron en 1981 a dar la chapa al personal con “Larga Vida Al Rock And Roll”, disco en cuyo track – list se incluía una canción con el mismo nombre y que, junto a otras ocho, consiguió que dicho trabajo fuera merecedor del Disco de Oro, premio este cuya obtención seguramente era para los integrantes de la banda algo tan imposible como la existencia de un mundo sin razones por las que matar o morir, utopía esta última que se dio cita en la imaginación de ese escarabajo soñador llamado John Lennon (1940 - 1980), músico al que precisamente va dedicado el álbum mencionado anteriormente.
Como bien supondrá el personal, la canción que da título al disco es todo un homenaje al estilo musical que bien se podría decir que tuvo su bautismo de fuego con “Rock Around The Clock”, tema escrito en 1952 por Max C. Freedman y James E. Myers y que El Día de La República de dos años después, gracias Bill Haley y sus Cometas, se convirtió en la primera canción de Rock&Roll que reino en la lista de ventas en los Estados Unidos de América.
En 1981 - mientras esos machistas sectores de la sociedad española para los cuales la mujer honrada era la que estaba casada y permanecía en casa con la pata quebrada se recuperaban del impacto que les había causado ese “OBUS” que fue para ellos enterarse por boca de Fructuoso Sánchez “Fortu” de que “Las chicas son guerreras” - Armando de Castro escribió “Con Botas Sucias”, tema también incluido en LVARR y mediante el cual, tanto el autor como su hermano, pretendían ajustar cuentas con la CBS, la compañía discográfica a la que un año antes - como si fueran el rocín flaco que montaba aquel hidalgo de los de lanza en astillero y adarga antigua que nació en un lugar de La Mancha – dieron una “Coz” a raíz de las discrepancias creativas surgidas durante la grabación del que fuera el primer disco de la banda que formaban junto a Cutu de la Puente y Juan Márquez, y que, seguramente, si fuera publicado en la actualidad, provocaría que las unidades de choque ultra – feministas pidieran su castración en la plaza pública por ese tema en el recordaban a la mujer española que, aunque las “progres” dijeran que debía ser más fría, estuviera donde estuviera, no debía olvidarse de ser cada día “Más sexy”.
A parte de que “Los Rockeros van al Infierno”, como bien apunta el "sheriff" del lugar, no son buenos y para más INRI van sin afeitar, no han transcurrido tantos años desde aquellos tiempos en los que estas poderosas razones eran esgrimidas por esas madres que querían evitar a toda costa que al caer la noche sus inocentes hijas bailarán al son del “El ritmo del garaje” con los Loquillos ejemplares de dicha tribu urbano que las esperaban en callejones donde los gatos maullaban a gritos una canción de Rock&Roll.
Aunque la montaña de calaveras que ven a los heavy gijoneses mover el esqueleto en el Rock Inferno, y las lapidas bajo las que yacen los muertos de envidia que envidian a los vivos que al salir del Contra Punto Pub Heavy contemplan esa maravilla arquitectónica que es La Catedral de Burgos no sean las estampas más bellas que vieron los bonitos ojos de cierta hermosa dama esta tiene sobradas razones para decir a su madre que despreciar el bendito sendero que lleva hasta El Cielo y decantarse por La autopista que lleva a El Infierno es el único pecado original cometido por los colegas del caballero junto al cual hizo parada y fonda en dichos antros de perdición.
Ronald Belford Scott, el escocés de Kirriemuir criado en Fremantle (Australia) que con Angus McKinnon Young subido a la chepa recorrió El largo camino a la cima del Rock&Roll, junto a John Henry 'Bonzo' Bonham (1948 - 1980), Janis Lyn Joplin (1943 –1970), Johnny Allen Hendrix (1942 – 1970) y otros artistas cuyo show vital fue cancelado por el alcohol y otras drogas, hace acto de presencia al comenzar el “Concierto para ellos” que cada noche se celebra allí donde se reúnen los que se estremecen al oír el tañido de “Las campanas negras de El Infierno”.
El Zurdo de Seattle mencionado anteriormente y que se hizo mundialmente famoso gracias a la maestría con la que sus dedos acariciaban las seis “Cuerdas de acero” del instrumento hecho de madera noble curada por el sol y cuya alma de hierro tiene las formas de un cuerpo de mujer es uno de esos pocos virtuosos “tocados” por El Don que tantas veces deseo tener entre manos “El incapacitado para el desarrollo todo tipo de expresión artística” que, junto “La front – woman de su banda de heavy – metal”, durante cinco inolvidables meses, vivió bajo el cielo sobre la ciudad que en 1960 vio nacer al guitarrista Axel Rudi Pell.
Embriagados por el nauseabundo aroma de Les Fleurs du mal (Las flores del mal) que germinaron por cortesía del poeta francés Charles Pierre Baudelaire (1821 - 1867), Los Barones “plantaron” en el jardín del rock patrio una canción que, además de convertirse al fin y a la postre en una de sus composiciones mas conocidas, hace un llamamiento a arrancar de raíz todas esas malas hierbas que desde tiempos inmemoriales cubren la piel del mundo gracias a los cuidados de El Demonio, ese jardinero que, más pronto que tarde, por fortuna para él y para desgracia de La Humanidad, acabará consiguiendo destruir todo lo bueno que aún queda en El Jardín del Edén.
La canción basada en la obra máxima del poeta maldito citado anteriormente, “La leyenda de La Mancha” creada por la mágica varita musical de los mágicos Mago de Oz o “La canción del pirata” que marca el ritmo a los hombres que manejan los pesados remos de ese Legendario galeón llamado Tierra Santa y que navega con viento en popa y a toda vela – a parte de llenar de orgullo y satisfacción al mencionado Charles Pierre Baudelaire, Miguel de Cervantes Saavedra y José de Espronceda – dejan claro lo equivocados que estaban los conservadores de mente estrecha que encerraron en una clínica mental a “Breakthoven”, un tipo singular que dice ser genial y cuyo gran crimen fue defender con vehemencia que las canciones de rock – a parte de pontificar sobre las del bello sexo y las drogas – también transmitían un mensaje cultural.
A pesar de que de que ya han transcurrido unos cuantos años desde aquellos días en los que Felipe González Márquez – a consecuencia del alarde de osadía que fue poner la mano en el fuego por esos subordinados suyos que estaban bajo sospecha - primero se quemo la diestra por Luis Roldan y posteriormente la siniestra por Rafael Vera, hoy en día sigue siendo más que pertinente escuchar el tema “Resistiré”. Si en 1982 (año de su composición) los gobernantes occidentales, a la hora de explicar su controvertida política exterior, se escudaban en el miedo a un posible ataque preventivo de la URSS, en la actualidad las cabezas nucleares de los misiles balísticos Raduga Kh-55 han dejado paso a La prima de Riesgo, esa mujer objeto a la que cortejan todos aquellos que desean justificar las políticas de austeridad y todas esos recortes económicos que acaban sufriendo los de siempre, aquellos sufridos gobernados a los que lo único que les queda es plantarse ante sus impresentables gobernantes y gritarles a Volumen brutal que resistirán hasta el fin.
El pueblo soberano de La Piel de Toro – a parte de percibir como a medida que pasan las legislaturas menguan cada vez más las ilusiones que deposito en el sufragio universal que en 1977 llego del brazo de La Democracia – sufre también a todos esos “Pico de Oro” que en época electoral, a parte de interpretar el papel de su vida besando a bebes o metiéndose en el delantal y la piel de las admirables amas de casa para preguntar a cuanto esta el kilo de cordero, prometen antes de meter a sabiendas de que, sin la más mínima señal de rubor en sus pétreos rostros, se olvidarán de lo prometido al minuto de haber traspasado las puertas de La Moncloa gracias a las llaves prestadas por millones de papeletas metidos en las urnas.
Y es que - indistintamente de que besen los zapatos de El remienda babuchas o formen parte de las huestes de El Señor de los Hilillos – por desgracia son muchos los políticos que, como diría José María García: "Han venido a servirse (del Estado) y no a servir (al Estado)"
Sin moverse de esta España mía, de esta España nuestra, Los Barones dan voz a todos aquellos que viven en “Tierra de nadie”, circunstancia vital esta que es una misión casi imposible en nuestro país puesto que – tal como bien apunto Antonio Machado – a todos los españolitos que vienen al mundo, con el paso de los años, una de Las dos Españas les acaba helando el corazón. A pesar de ello, en estos convulsos tiempos que corren en los que El Gobierno y La Oposición, en lugar de enfrentarse a los zarpazos de La Crisis siguiendo la táctica militar “La unión hace la fuerza”, prefieren entretener al personal con ese peligroso juego llamado Las dos Españas, somos muchos los que, metidos en la armadura y la piel de un guerrero Free Lance sin patria y sin bandera, luchamos única y exclusivamente por nosotros mismos a sabiendas de que ni La Gaviota PePera ni El puño y la rosa sociatas combatirán a nuestro lado cuando nos llegue la hora de pelear por nuestra vida en el campo de batalla.
“Is this love?” y “Always”, las canciones con las que los guapetones David Coverdale y Jon Bon Jovi enamoraron a millones de féminas, son sin lugar a dudas dos de los ejemplos más significativos de lo que es una balada, esa expresión del canto cortesano surgida al final de la Edad Media en Europa (Siglo XIV). No obstante, a pesar de lo anteriormente mencionado, sería injusto no reconocer que una de las mejores baladas rockeras es “Siempre estas allí”, la cual, a diferencia del 99,99 % de sus “homologas”, no tiene a El Amor como protagonista absoluto.
Y es que el tema compuesto en 1983 por Carlos De Castro, Carolina Cortés y José Luis Campuzano, es uno de los homenajes más hermosos que se han hecho a todos aquellos que pasan por taquilla para ver durante dos horas como el escenario se convierte en un volcán que brama con sonido atronador por cortesía del ruido y la furia que arrancan a sus instrumentos sus héroes musicales, esos trovadores modernos que, mientras hacen de las suyas bañados por las salinas gotas de sudor y las luces de los potentes focos, consiguen que esos admiradores suyos que navegan en un mar formado por los cristales rotos de las botellas de cerveza consumidas durante el fragor de la batalla sean poseídos por un inmenso sentimiento de felicidad que les da el ardor guerrero necesario para seguir combatiendo en el reino de la oscuridad al que regresarán al cesar el clamor y desvanecerse la magia.
El terrible drama protagonizado por dos hermanos, contado en La Biblia y que un Dios terrible dicto, fue la inspiración divina que llevo a Los Barones a escribir un tema que invita a reflexionar sobre la ambivalencia del ser humano.
Y es que, tal como bien apuntan, no es descabellado afirmar que los hombres somos a un tiempo Abel y Caín teniendo en cuenta que la mano que empleamos para acariciar a nuestra amada y para dar un viril toque en el hombro de nuestros amigos es también utilizada para coger la quijada de caballo con la que golpeamos a aquellos a los que odiamos por las más peregrinas razones.
Sin lugar a dudas, las guerras que han tenido un triste protagonismo en La Historia de La Humanidad desde tiempos inmemoriales son un buen ejemplo de cómo las malas artes de los “Hijos de Caín” consiguieron que lo empezó siendo El Jardín del Edén acabará convirtiéndose en una sucursal de El Infierno.
Los miles de soldados norteamericanos que deberían morir para conseguir la victoria final en El Infierno en el que se convirtieron las islas del Océano Pacifico durante la campaña bélica de la que da el pertinente parte de guerra el libro que al caer la noche leo apoyando la cabeza en un imaginario casco militar, fue la excusa a la que recurrió Harry Truman para dormir tranquilo en la cama presidencial la noche del 6 de agosto de 1945, el día que, a miles de kilómetros de Washington, las calles de “Hiroshima” fueron cubiertas por un manto formado por los cuerpos de los 120.000 japoneses que murieron abrasados por El fuego de El Infierno liberado por los 16 kilotones que llevaba en su interior Little Boy, la bomba asesina de 4,4 Tm. de peso que fue parida por esa orgullosa madre con forma de bombardero B-29 tristemente conocida como Enola Gay.
Aunque tenga unos índices de pobreza propios del Tercer Mundo, sus gobernantes hayan sido cómplices de los mas salvajes dictadores y tras las alambradas de una de sus cárceles se quebranten los derechos humanos con total impunidad, hay que reconocer a la patria del Tío Sam y SPIDERMAN esa excelente campaña de publicidad que – con la inestimable ayuda de esas películas que siempre acaban bien – ha conseguido que sean muchos los millones de personas que se han creído que es un “Paraíso Terrenal” atravesado de costa a costa por inmensas avenidas asfaltadas con billetes de 100 $ y transitadas por tipos guapos, altos y rubios que lucen un torso viril conseguido tras horas y horas haciendo surf en las playas de Malibú.
Hecho el pertinente análisis sui generis de la obra y milagros de BARÓN ROJO, tan solo me queda escribir que, tan cierto como que este blog ha sido escrito bajo el sol que brilla en el cielo donde reinaba Der Roten Baron es que, hasta que llegue esa hora de lobos y escudos rotos que rubricará la consumación de la derrota de Los Hombres frente a las brutales hordas dirigidas por Sauron, Los hijos de la noche, día tras día, volarán junto a esos Dioses Eternos gracias a los cuales la esencia del metal nunca morirá.
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