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sábado, 31 de agosto de 2013

Cuando los corderos se sublevan y acaban convirtiéndose en leones


Aunque, en honor a la verdad, hubiera preferido que la definiera como una replica de La Biblioteca de Alejandría tengo que reconocer que no me desagrado que La biblioteca de un gladiador fuera el nombre que dio a mi extensa colección de libros la dama junto a la cual, durante cinco inolvidables meses, viví bajo el cielo sobre Bochum, ciudad perteneciente a Renania del Norte - Westfalia, la región del norte de Alemania que junto a la de Baja Sajonia acoge en su seno el Bosque de Teutoburgo (Teutoburger Wald), el lugar donde los guerreros que había reunido La Alianza de Tribus germanas (queruscos, marsios, chatti, brúcteros, usípetes y angrivaros) dieron un duro golpe al Imperio Romano, esa máquina conquistadora que entre los años 27 a. C. y 476 d. C. se hizo dueña y señora de buena parte del mundo conocido gracias en buena medida a los hombres que formaban parte de las legiones romanas, esas unidades de infanteria que cincelaron su nombre en La Eternidad gracias a victorias bélicas tan grandiosas como las que consiguieron al mando de Publius Cornelius Scipio Aemilianus Africanus (185 a. C. - 129 a. C.), el militar que lidero a las que protagonizan una de las novelas más famosas del escrito valenciano que puso nombre a “Los asesinos del emperador” Tito Flavio Domiciano (51 – 96) a los que los enemigos de este último reclutaron por el coraje que habían demostrado en La Arena del Coliseo, allí donde, en el año 180 d. C., tras gritar Ave, Caesar, morituri te salutant (Salve, César, los que van a morir te saludan), lucho el “Gladiador” de cuyos labios el emperador Lucio Aurelio Cómodo Antonino (161 –192) oyó: Me llamo Máximo Décimo Meridio, Comandante de los ejércitos del norte, General de las legiones Félix, leal servidor del verdadero emperador Marco Aurelio, padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada, y alcanzaré mi venganza en esta vida o la otra.


Elysium, la película hoy reseñada, bien merece que su pertinente blog tenga un título inspirado en la frase grabada en la empuñadura de la espada del noble Robert Loxley y que fue leída por “Robin Hood”, el legendario arquero que moraba en el bosque de Sherwood y en cuyos ropajes se metió en el año 2010 Russell Crowe, el actor que nueve años antes se metió en la coraza del general romano mencionado anteriormente y que con fuerza y honor, cerca de Vindobona (Viena), se enfrento a bárbaras tribus germanas junto a cientos de soldados a los que antes de la batalla hizo saber que si se veían cabalgando solos por verdes prados y con el rostro bañado por el sol, significaba que habían muerto y que gracias al coraje y pundonor demostrados durante el combate habían sido elegidos por Los Dioses para vivir eternamente una existencia dichosa y feliz en El Elíseo.


Y es que "Alzaos, alzaos una y otra vez, hasta que los corderos se conviertan en leones" es lo que impulsa a la rebelión que, para su desgracia, acaba liderando Max Da Costa, un exconvicto al que – dada la negativa de Eminem a trabajar a más de 8 millas de Detroit – ha acabado encarnado Matt Damon, el actor que tras romper con su imagen de chico bueno interpretando al talentoso Tom Ripley y al frío asesino Jason Bourne, en el año 2009, a la ordenes de “El fuera de la ley”, dio vida a Francois Pienaar, el hombre que capitaneo a los "Springboks" sudafricanos que el 24 de junio de 1995, durante la final de la Copa Mundial de Rugby que se disputo en el estadio Ellis Parken (Johannesburgo), macHakaron a los "All Blacks" neozelandeses liderados por la imparable bestia llamada Jonah Lomu ante la atenta mirada de decenas de miles de espectadores entre los que se encontraba Nelson Rolihlahla Mandela, el abogado y político sudafricano que, durante los veintisiete años que paso tras las rejas de las prisiones en las que cumplió condena por liderar el Umkhonto we Sizwe, el brazo armado del Congreso Nacional Africano (CNA), consiguió ser el capitán de su alma e impedir que su corazón fuese devorado por el odio hacia los que sobre la tortura y el asesinato construyeron ese odioso régimen que era el Apartheid.


Si en el año 2009, Neill Blomkamp – sirviéndose del drama de unos extraterrestres encerrados en el gueto “District 9” – realizo un alegato contra las leyes segregacionistas con las que, entre 1948 y 1994, los descendientes de los afrikáner (colonos blancos de origen holandés) trazarón una línea roja entre los negros y los blancos que integraban la población de La Nación del Arcó Iris, en su segundo largometraje – a través de un relato de ciencia ficción distopica – muestra como ese instinto tan primario que es la lucha por la supervivencia y que acompaña al hombre desde la época de las cavernas, es el causante de esa interminable guerra que se libra entre los que tienen poco y quieren tener algo mas y los que tienen mucho y se niegan a tener menos.


Los Ángeles, año 2154: tras una serie de acontecimientos del mas diverso índole que han provocado que La Tierra se haya convertido en los mas parecido a El Infierno, El Cielo ha acabado siendo una realidad gracias a los millones de dólares que destinaron a su construcción todas aquellas personas de gran poder adquisitivo que desean disfrutar de una gran calidad de vida en lujosas mansiones que nada tienen que ver con las insalubres moradas de los pobres diablos que, a miles de kilómetros de distancia, cada día que pasa, mientras sus pulmones son devorados por el aire contaminado, son mas conscientes de que en el dantesco lugar en el que viven no tiene cabida la esperanza y que la salvación tiene un precio que jamás podrán pagar. 


Tras estar cuatro años en la cárcel por un crimen que no había cometido, Max Da Costa sobrevive trabajando en una de las fábricas de la Corporación Armadyne, empresa esta que, a parte de haber construido la estación espacial que alberga en su interior El Paraíso Celestial, es la encargada de imponer la ley en El Infierno Terrenal. Durante una jornada de trabajo Max sufre un grave accidente como consecuencia del cual recibe una elevada dosis de radiación que le provocara una lenta y dolorosa muerte si antes de cinco días su tejido celular no es regenerado gracias a la avanzada tecnología de las máquinas que solo están al alcance de los privilegiados habitantes de Elysium, el lugar que seria bautizado como “Un lugar llamado Milagro” por Ruby Archuleta, el personaje cinematográfico encarnado en 1988 por Sonia Braga, la tía materna de Alice Braga, la actriz brasileña que da vida a Frey, una antigua amiga de Max que dejo huella en el corazón que alberga en su interior el tatuado cuerpo de este último, y que, al igual que él, por culpa de los “Depredadores” que devoran el cuerpo de su hija, necesita entrar en la inexpugnable fortaleza que sus ojos contemplan al alzar la vista al cielo.


Mientras que la seguridad de Meg Altman y su hija Sarah estaba garantizada por las paredes acorazadas de la “Habitación del pánico”, la de los habitantes de Elysium lo esta por los misiles que, contra los transbordadores espaciales llenos de ciudadanos ilegales, ordena disparar la Ministra de Defensa Jessica Delacourt, personaje este encarnado por Jodie Foster, la actriz que en 1991 gano el Oscar a la Mejor Actriz por dar vida a Clarice Starling, la agente del FBI que por el día se estremecía al oír las recetas gastronómicas de Hannibal "El canibal", y por la noche se enfrentaba a pesadillas alimentadas con el recuerdo de días pasados durante los que “El silencio de los corderos” le hacía saber que las gargantas de estos ya habían sido cercenadas por el cuchillo empuñado por el carnicero cuya visión les arrancaba chillidos que suplicaban una ayuda que la inocente niña que era ella jamás fue capaz de darles.


El discurso durante el que Delacourt afirma que sus despiadados métodos son la única forma de evitar que la paz de Elysium sea quebrada por gente indeseable y muy poco aseada, sin lugar a dudas, sería aplaudido por todos aquellos que consideran tolerable y necesaria la intolerable brutalidad con la que en ocasiones los miembros de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos evitan que la patria del Tío Sam y Superman sea invadida por los inmigrantes llegados de México para los que la conquista del sueño americano acaba convirtiéndose en una pesadilla durante la cual acaban con las espaldas mojadas por las aguas del Río Bravo o por el sudor derramado por cortesía de las infernales temperaturas que se registran en el desierto de Sonora (Arizona).


Por si fuera poca la tranquilidad que da el ruido y la furia de los misiles teledirigidos y los robots que integran las unidades Homeland Defence y que han sido diseñados por Weta Digital - empresa de efectos especiales propiedad de Peter Jackson, el director neozelandés que seducido por el talento de Neill Blomkamp produjo a este último su primera película - los habitantes de Elysium tienen de su parte al Agente Kruger, un sádico y despiadado mercenario al que – dando fe de un radical y sorprendente cambio de registro – interpreta Sharlto Copley, el actor fetiche de Blomkamp que dio vida al noble e inocente protagonista principal de la brillante opera prima de este último, y que en 2010 encarno en la pantalla grande a uno de los protagonistas de una serie que, en la década de los 80, con las balas vomitadas por un rifle de asalto M 16, grabo su nombre en los anales de la historia de la pequeña pantalla, y que narraba las andanzas de cuatro de los mejores hombres del ejercito americano que formaban un comando y que, tras fugarse de la prisión en la que habían sido encerrados por un delito que no habían cometido, sobrevivían como soldados de fortuna.


Los 120 millones de dólares de presupuesto que las productoras Columbia TriStar Pictures, Media Rights Capital, QED International y Sony Pictures Entertainment (SPE) han puesto a disposición de Neill Blomkamp y que triplican a la cantidad de dinero con la que este construyo esa maravillosa fábula distópica titulada “District 9” - a parte de para pagar el sueldo de sus protagonistas y todos los gastos derivados de una superproducción – han permitido que el equipo humano dirigido por el de Johannesburgo estuviese muy bien protegido durante el rodaje de la película en el gigantesco basurero del Bordo de Xochiaca (Ciudad Nezahualcóyotl) y en zonas muy poco recomendables de la Ciudad de México, la capital de uno de los países en los que son mas grandes las diferencias entre ricos y pobres que tanta importancia tienen en el guión firmado por el propio Blomkamp.


Aunque en estos momentos de mi vida cabalgo por los verdes prados de El Eliseo, yo que fui a la conquista del Elysium cuya lengua oficial que es alemán, soy consciente de que el movimiento del mastodontico sistema económico del que – al igual que la mayoría de los mortales – soy un pequeño engranaje cuya rotura no importaría a nadie provocará que nunca conozca la paz mientras combata en ese guerra de clases que se libra a nivel mundial y que, dada la codicia y la avaricia que caracterizan a la raza humana, nunca terminara puesto que cuando triunfe la revolución de los corderos y estos sacien su apetito, más pronto que tarde, con la ferocidad de leones hambrientos no dudarán en destrozar a dentelladas a todos aquellos que intenten coger un trozo del pastel que ellos consiguieron aferrar con sus garras tras derramar litros de sangre, sudor y lagrimas.

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