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jueves, 22 de marzo de 2012
El hombre es un “caminante” para el hombre
Con el final de “Perdidos”, perdidos y a la deriva estábamos en el proceloso mar televisivo aquellos a los que nos había calado hondo la extraordinaria serie creada por JJ. Abrahams, Jeffrey Lieber y Damon Lindelof. Afortunadamente para los que el 23 de mayo de 2010 al decir adiós a nuestros “amigos perdidos” sentimos que algo se nos moría en el alma, el 5 de Noviembre llego a nuestras vidas “The Walking Dead” serie que consiguió algo que parecía imposible: hacernos ver que había vida más allá de La Isla.
Si bien es muy difícil que algún día las huellas dejadas en las arenas de nuestro corazón por Kate, Jack, Swayer, Hugo y demás pasajeros del accidentado vuelo 815 de Oceanic Airlines lleguen a ser completamente borradas, lo cierto es que, a medida que avanzaba la primera temporada de la serie creada por Frank Darabont a partir de la serie de cómics homónima creada por Robert Kirkman y Tony Moore, aprendimos a respetar, a valorar y a tener en muy alta estima a Rick, Shame, Dale y el amplio abanico de personajes que, de la noche a la mañana, dejando de lado su estatus social, color de piel o creencias políticas se vieron obligados a recorrer el mismo camino huyendo de “Los Caminantes”.
Con motivo del final de la segunda temporada de “The Walking Dead” es este un buen momento para hacer balance de los 13 episodios que la han integrado, episodios estos de los que - parafraseando a Thomas Hobbes – se podría extraer la conclusión: El hombre es un “caminante” para el hombre.
Al final de «TS-19», capítulo con el que se cerro la primera temporada, fuimos testigos de como mientras que unos – presas de la desesperación – se decantaban por dejar que, en solo un milisegundo, Explosivos de Alto Impulso Termoquímico, tras convertir el aire en fuego arrasador, devorasen el CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) y pusiesen fin a toda tristeza, a todo dolor, a todo lamento, a todo, otros - apelando a Miguel de Unamuno “Jamás desesperes, aún estando en las mas sombrías aflicciones, pues de las nubes negras cae agua limpia y fecundante” – optaban por no perder la esperanza y abandonar el mencionado recinto a sabiendas de que mientras estuviesen vivos – fueran a donde fueran – al menos durante unos días, entre tanto horror y muerte, podrían abrazar a los suyos, entablar relaciones afectivas con un desconocido, en fin sentirse reconfortados por esos bellos sentimientos que son el amor y la amistad, y que, al fin y a la postre, son los que nos hacen verdaderamente humanos y nos diferencian de los muertos vivientes…
Antes de que acabase «Lo que queda por delante», capítulo con el que se abrió la segunda temporada, fuimos conscientes de que la solidaridad y lealtad que hasta entonces habían mantenido al grupo, inevitablemente, más pronto que tarde, serían devoradas entre las fauces del instinto de supervivencia.
A parte de esto último, durante la última temporada en todos y cada uno de los episodios – en mayor o menor medida – se han entablado debates éticos y morales sobre hasta donde esta cada uno dispuesto a llegar para salvar el pellejo, o mejor dicho el pellejo y esas zonas blandas ricas en grasas que tanto gustan a “Los Caminantes”.
Por si fuera poco atractivo lo anteriormente mencionado, el drama se ha reforzado con la entrada en escena de nuevos personajes, personajes que con sus filias y sus fobias han contribuido a hacer aún más atractivo el producto.
Sin duda alguna uno de los mejores personajes de la segunda temporada es Hershel Greene (Scott Wilson) un hombre extremadamente religioso que un bendito día cambio la botella de whisky por La Sagrada Biblia, y que a raíz de ello vive siguiendo los mandamientos de Dios, mandamientos estos que le impiden acabar con la vida de los “no – muertos” dado que según él no son monstruos si no personas enfermas presas de un mal para el que, tarde o temprano, se hallara una cura.
A raíz de la entrada del grupo liderado por Rick Grimes (Andrew Lincoln) en la granja propiedad de Hershel, se darán una serie de enfrentamientos entre los que han llegado huyendo de El Infierno en La Tierra y los que, aislados del mundo exterior por un frondoso bosque, viven en su pequeño Reino de Los Cielos.
Hershel, a parte de ver como su empeño en seguir a rajatabla el Quinto Mandamiento “No matarás” le acarrea enfrentamientos con sus invitados será testigo de como el bendito fruto del vientre de su fallecida esposa se convierte en objeto de deseo de uno de los que ha comprobado que para salvarse, en lugar de rezar, lo que hay que hacer es reventar cabezas con lo que sea.
El romance entre Glenn (Steven Yeun) y Maggie Greene (Lauren Cohan), unido al embarazo de Lori Grimes (Sarah Wayne Callies), sirven a los guionistas para hacer un canto a la esperanza, y mostrar que razón tenía el actor George Chakiris cuando dijo: "Por muy mal que se pongan las cosas, siempre hay un lugar para el amor y la esperanza."
Como no podía ser de otra manera, a medida que avanza la segunda temporada, todos y cada uno de los personajes que conocimos en la primera temporada, poco a poco van mostrando sus claros – oscuros.
Rick Grimes (Andrew Lincoln) como buen agente al servicio de la ley que es sigue sirviendo y protegiendo al grupo al que se ha visto obligado a liderar, grupo que para su desagrado empieza a cuestionarse sus decisiones, decisiones estas que muchas veces toma anteponiendo el bien común al bien de su hijo Carl (Chandler Riggs) y su esposa Lori (Sarah Wayne Callies).
Es Lori precisamente la que muestra su cara menos dulce y amable cuando calienta la cabeza a Rick con afiladas palabras cuyo propósito es convencer a este para que “elimine” a Shane Walsh (Jon Bernthal), su mejor amigo, y con el que ella – durante la desaparición en combate de “su hombre” - mantuvo un affaire ocasional quizás empujada por la necesidad de tener a su lado un “macho alfa” que la protegiese a ella y a su hijo.
Shane Walsh (Jon Bernthal), a parte de rivalizar con Rick por culpa de Lori, lo hará por el liderazgo del grupo circunstancia esta que le llevará a postular su candidatura al mando llevando a cabo una serie de acciones cuyo objetivo es demostrar que su fortaleza y falta de escrúpulos morales garantizarán mejor la supervivencia de todos.
El empeño de Shane en quebrantar las reglas y leyes que, antes del apocalipsis zombi, impedían que los hombres se equiparasen a las bestias, – a parte de enfrentarlo con Rick – le enfrentará con Dale Horvath (Jeffrey DeMunn), un tipo en el otoño de su vida que a diferencia de él no ha nacido para vivir en ese Nuevo Mundo Salvaje, y que se niega a permitir que cuando el mundo se vaya a la mierda le arrastré con él.
Sin duda alguna es en el extraordinario capítulo «Juez, jurado, verdugo» donde Dale Horvath se muestra en estado puro gracias al alegato que hace en defensa de la vida de un “extraño” al que el resto de los miembros del grupo están dispuestos a ejecutar para evitar que este revele a los suyos la existencia de la granja.
Es de agradecer el valor que han tenido los artífices de la serie al utilizar el show para alentar el debate en torno a un tema tan peliagudo y polémico como es la pena de muerte. Y es que pocas veces se había visto en televisión un análisis tan frío de lo que supone jugar a ser Dios y arrebatar a sangre fría la vida a otro ser humano.
Pese a lo atractivos que son todos y cada uno de los roles citados anteriormente, es imposible no quitarse el sombrero ante Daryl Dixon (Norman Reedus), un personaje que en lugar de recorrer el camino que va hasta el corazón de las tinieblas, pone todo su empeño en librarse del lastre que le impedía mantener relaciones cordiales con sus compañeros de infortunio, compañeros entre los que se haya Carol Peletier (Melissa Suzanne McBride).
Será Carol, una mujer débil y destrozada por la desaparición de su hija, la culpable de que Daryl demuestre que - a pesar de la influencia que tuvieron sobre él las enseñanzas de su fascistoide hermano Merle Dixon (Michael Rooker) – no es un alimaña antisocial como este último, e incluso es capaz de empatizar con el dolor ajeno, y, dejando de lado su dureza, mostrarle su lado más sensible entregándole una Rosa Cherokee, la rosa que – según cuenta la leyenda - germino en memoria de los niños que murieron de insolación, hambre y enfermedades durante “El Sendero de Las Lágrimas”, nombre dado al arduo camino que, en el año 1831, a lo largo de 1285 Km. el mencionado pueblo indio se vio obligado a recorrer a pie hasta las reservas donde serían confinados, y que 181 años después bien podría definir al trayecto que Daryl y sus compañeros están recorriendo en busca de un lugar donde tener sentimientos de humanidad sea aún posible.
«Junto al fuego que se extingue», último capítulo de la temporada y durante el cual se desvanece el sentimiento de seguridad que tenía el grupo gracias a esa granja que poco a poco se había convertido en su nuevo hogar, bien podría servir para describir la situación económica mundial, esta desagradable situación que nos ha tocado vivir y durante la que, por culpa de Los Mercados (Los Caminantes), a parte de irse al traste el mundo que conocíamos, seremos testigos de cómo unos pocos - Alemania y Francia (Rick Grimes) - tomaran amargas decisiones que el resto de supervivientes (Los PIGS) nos veremos obligados a acatar a sabiendas de que fuera del grupo nuestra vida no tendrá ningún valor.
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