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miércoles, 4 de abril de 2012

Porque todos somos inválidos que necesitamos a alguien que empuje nuestro carro de la vida


El atentado contra Las Torres Gemelas (11 de Septiembre de 2001) a parte de poner en el mapa el complejo de cuevas de Tora Bora – lugar donde se sospechaba que estaba escondido Ben Laden y cuyo asalto a cargo de las Fuerzas Especiales de EEUU con el apoyo de del KSK (Kommando Spezialkräfte), y los SAS y los SBS (Special Boat Service) británicos fue uno de las batallas mas espectaculares de la Guerra de Afganistán – provoco que Hollywood pusiera en marcha un buen número de películas cuyo objetivo era luchar contra el pesimismo y tristeza que invadía a los norteamericanos a raíz de aquel fatídico día en el que comprobaron que no eran inmunes al terrorismo, ese fenómeno que, como pocos, certifica que el ser humano tiene el dudoso honor de ser una de las bestias más crueles.


11 años después de los atentados que cambiaron el mundo tal como lo conocíamos y que provocaron que viéramos muyahidines de Al Qaeda hasta en la sopa, los tambores de guerra que empezaron a sonar con el inicio de la “Operación Libertad Duradera” poco a poco han sido enmudecidos por el sonido atronador de los cañonazos con los que Los Mercados han conseguido que, en mayor o menor medida, en cada hogar de Occidente se libren encarnizados combates contra La Crisis.

Como consecuencia de esa buena señora que amenaza con quedarse una larga temporadita con nosotros la prensa diaria y los noticieros de la cadena que no comulga con el gobierno de turno al que le toca torear con ese morlaco que amenaza con llevarse por delante al sistema del bienestar, consiguen que se le borre la sonrisa hasta al payaso de McDonalds, exponente máximo del capitalismo, ese sistema al que muchos atribuyen todos los males habidos y por haber.

A tenor de lo anteriormente mencionado es de agradecer que, ante la alta cotización que la tristeza y el pesimismo han alcanzado en La Bolsa, de un tiempo a esta parte se hayan hecho películas cuya finalidad es conseguir que, al menos durante la duración de su metraje, una sonrisa se dibuje en nuestro rostro y en nuestros corazones empiece a arder tímidamente el fuego de la esperanza aún a sabiendas de que en la vida real no tienen cabida los finales felices.

Dentro de ese genero que Mi Santa Madre bautizo como “películas amables” tiene cabida “Intocable” (2011), película francesa que va camino de convertirse en la más vista de la historia al otro lado de los Pirineos, y que The Hollywood Reporter definió como «Un cruce entre “El discurso del rey” y “Paseando a Miss Daisy”».


Olivier Nakache y Eric Toledano – directores de la función – han tomado como base para su película "Tu as changé ma vie", libro en el que Abdel Sellou – inmigrante argelino con antecedentes penales – cuenta su relación con Philippe Pozzo di Borgo, un millonario tetrapléjico del que fue asistente durante años, y con el que – a pesar de sus muchas diferencias – forjo una bonita e inquebrantable amistad.


Con la vitola “basada en hechos reales” que acompaña a tantos telefilms de la sobremesa sabatina de Antena3 comienza la historia de Philippe (François Cluzet) un millonario empresario que a raíz del accidente sufrido mientras surcaba los cielos en parapente esta condenado a moverse por el suelo a bordo de una silla de ruedas.


A pesar de que su inmensa fortuna le permite contar con cuidados médicos que hacen que su calidad de vida sea muy superior a la que tienen otras personas en su misma situación, Philippe no acaba de encontrar a la persona capaz de conseguir que su existencia sea mas agradable.

A consecuencia de ese difícil carácter suyo que provoca que una semana sea el tiempo máximo que aguantan los que intentan ganarse un puñado de euros ejerciendo las labores de asistente personal, en la impresionante mansión de Philippe se lleva a cabo un nuevo proceso de selección, proceso en el que un buen día tendrá cabida Driss, un chico senegalés del extrarradio con pocas ganas de trabajar y demasiados antecedentes penales, y al que da vida Omar Sy, reputado cómico francés que por su buen hacer en este film consiguió en 2011 el Premio Cesar al Mejor actor.


Hastiado del paternalismo con el que es tratado por aquellos que lo rodean, Philippe decide darle una oportunidad a Driss por ser este el primero en mucho tiempo que le trata como lo que es, una persona mas que por tener que caminar por la vida a bordo de una silla de ruedas no es mas digno de conmiseración que el resto de la humanidad.

A partir de tal premisa, a lo largo 115 minutos, tan extraña pareja protagoniza una simpática y entrañable historia durante la que seremos testigos de cómo las enormes diferencias que hay entre los mundos de los que proceden no son impedimento para que, a partir del respeto, la compresión y el cariño, se forje una sincera y bonita amistad.



Al margen de los gags derivados del “choque cultural” cabe también destacar del film la valentía con la que se tratan el racismo y la minusvalía, temas que casi siempre son abordados siguiendo a rajatabla los dictados impuestos por esa aborrecible dictadura que es lo políticamente correcto.


Sin duda alguna, en estos tiempos en los que a veces es muy tentadora la idea de revolcarnos en nuestras miserias como los puercos se revuelcan en una charca, es muy de agradecer la historia retratada en “Intocable”, una historia vitalista que desprende optimismo y que a parte de arrancarnos más de una carcajada nos muestra también que todos nosotros, en mayor o medida, de una u otra manera, somos inválidos que necesitamos a alguien que empuje el carro de la vida a bordo del cual atravesamos ese valle de las sombras que es nuestra existencia.


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