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jueves, 5 de abril de 2012

Cuando el recuerdo de los momentos impactantes se deshace como lágrimas en la lluvia


No fue hace tanto tiempo cuando, al ver como por cortesía de una esas películas en la que el leit - motive era reventar cabezas con todo tipo de armas un servidor disfrutaba como Chuck Norris en las jornadas culturales de la Asociación Nacional del Rifle, la autora de mis días, estupefacta y anonadada, me pregunto:

Hijo mío, ¿Cómo te puede gustar eso?, ¿por qué no te gustan las películas de amor?, que poco romántico eres

Como bien supondrá el personal, ante semejante impertinencia me vi obligado a responder con la misma amabilidad con la que Mou responde a los medios de comunicación:

Mama, me gustan porque tengo más probabilidades de tomar Grozni al mando de un comando de los SPETSNAZ que de enfrentarme a los golpes del destino con el apoyo del fuego de cobertura de las unidades de choque de una femina.

Dado que para sorpresa y alborozo mío Los Dioses de La Guerra finalmente accedieron a escuchar las plegarias que desde hace meses les dirigía al caer la noche sobre Gijón, una vez más esa bocaza mía que tantos “alegrías” me ha dado hasta la fecha se ha visto obligada a tragarse las palabras que salieron de ella aquel día, y de las que me fue inevitable acordarme mientras veía “Todos los días de mi vida”.

Dado que para un servidor – hasta la fecha – el momento más romántico de la historia del cine era el protagonizado en “Rambo II” por Jhonny Rambo y la guerrillera survietnamita Co Bao, confieso que entre en la sala donde exhibía con la misma ilusión con la que los condenados se dirigen al patíbulo donde les espera la horca.



Visto lo visto estoy en condiciones de afirmar que ver el film no ha sido para mí ni una perdida de tiempo ni de dinero, más aún teniendo en cuenta que «I'd do anything for love» es la canción encargada de poner la banda sonora al comienzo de la función.



Y es que tal como dice el dicho: Para todo aquel que aborrece “joyitas” como “Pretty Woman” siempre será preferible visionar una película romántica que empieza con el temazo de MEAT LOAF que una que, sin rubor alguno, termina con una empalagosa baladita de ROXETTE.

Teniendo en cuenta la historia real en la que esta basada y la “categoría” de la pareja protagonista, es justo reconocer que el buen hacer tras la cámara de Michael Sucsy – que tras su paso por TV debuta en la pantalla grande con esta cinta – ha conseguido que sea algo bastante decente lo que podría haber sido un empalagoso e infumable espectáculo.

Empezando por el guión – escrito a seis manos por Abby Kohn, Marc Silverstein y Jason Katims – hay que decir que esta basado en “The Vow” (El voto) novela escrita por Krickitt Carpenter, una mujer que a raíz del brutal accidente de coche que sufrió en Noviembre de 1993 perdió la memoria de los 18 meses previos, tiempo este durante el cual se había enamorado de Kim, el hombre al que - a pesar de que para ella se convirtió en un perfecto extraño – a día de hoy sigue unida en matrimonio, un matrimonio cuya dicha y felicidad la buena señora atribuye al Señor dado que según ella fue el Salvador Jesucristo – y no los grandes esfuerzos de su marido - quien le ayudo a superar la confusión, frustración, y la locura que estaba viviendo.


En cuanto a la pareja protagonista basta decir que ella - Rachel McAdams – se cubrió de gloria cuando accedió a encarnar a la protagonista femenina de “El diario de Noah” (2004) ese canto a la vergüenza ajena durante cuyo visionado un servidor cayo cautivo de la indignación al ver como el joven Noah Calhoun durante el tiempo que, como miembro del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos de América, estuvo destacado en la Europa ocupada en lugar de combatir con la furia y ardor guerrero que hizo que los nazis bautizarán a dicha fuerza de elite como «Teufel Hunden» (Perros del Diablo) se metió en el traje y la piel del osito de mimosín y se paso toda la contienda escribiendo: Querida Allie Nelson, dos puntos, Francia esta preciosa en este época del año, como me gustaría estar ahora trotando contigo por los verdes prados de la campiña…


Por su parte, a él, a Channing Tatum, hay que agradecerle que contribuyera a que “G.I. Joe” (2009), fuera una de esas cintas que al finalizar provocaron que me viera obligado a decir: Por enésima vez me la han vuelto a meter doblada, que acierto habría tenido si estas dos horas de mi vida que perdí estúpidamente las hubiera dedicado a hacer punto de calceta.


"Mi teoría es que esos momentos impactantes, esos destellos que ponen patas arriba nuestras vidas, son los que acaban definiendo quienes somos. La cuestión es que cada uno de nosotros es la suma de todos los momentos que hemos experimentado con todas las personas que hemos conocido. Un momento de amor total, físico, mental y de cualquier otro tipo de amor. Pues esa es mi teoría, que esos momentos impactantes definen quienes somos. Lo que nunca me había planteado es si algún día no recuerdas ninguno de ellos..."

Estas hermosas y certeras palabras son con las que Leo (Channing Tatum) explican las emociones y la desazón que le embargan tras el accidente de tráfico a consecuencia del cual Paige (Rachel McAdams) – la mujer que accedió a pasar junto a él todos los días de su vida, en la salud y en la enfermedad – lo ha desterrado de su memoria y de su corazón.


Ante semejante hecatombe militar que convierte en papel mojado la extraordinaria hoja de servicios de las falanges espartanas de Leo que tiempo atrás, gracias a su valor en la batalla, consiguieron tomar al asalto la fortaleza donde estaban acantonadas las unidades de elite de Paige, el “mocito” pondrá todo en su empeño en lograr que el corazón de esta última sea devorado por el fuego abrasador que él un bendito día provoco.

Durante el lance, a lo largo del cual – tal como ocurre en la vida – ni todo es drama ni todo son risas, Leo, a parte de tener que hacer frente al dolor que supone para él ver como son baldíos sus esfuerzos para llenar con fotos, videos, mensajes, etc. los huecos en blanco que hay en la memoria de su mujer, tendrá que evitar que las personas que por diversos motivos salieron de la vida de esta última vuelvan a entrar en ella con aviesas intenciones aprovechando su amnesia.


Dos de las personas que un día llevaron a Paige a poner tierra de por medio son sus padres, Bill Thornton (Sam Neill) y Rita Thornton (Jessica Lange).

Sam Neill - dinosaurio de la actuación que alcanzo la fama mundial gracias a “Parque Juasico” (1993) y que en 1985 a punto estuvo de hacer buen uso de la licencia para matar en “Alta Tensión” – aprovecha la amnesia de su hija para convencerla de que deje de lado el martillo y el cincel con el que arrancaba figuras a la piedra, y retome sus estudios de Derecho.


Por su parte la veterana actriz protagonista principal de la soberbia “La caja de música” (1989) y que en la actualidad - gracias a las instantáneas tomadas durante los últimos 12 años con la Leica M-6 que le regalo el actor Sam Sheppard - se ha labrado un nombre como fotógrafa callejera, con el buen hacer que le valió para ganar dos Premios Oscar (“Tootsie” (1982) y “Las cosas que nunca mueren” (1994)) da vida a una mujer que pretende recuperar el cariño de su hija y conseguir que todos vuelvan a ser una familia feliz, una familia que dejo de serlo cuándo irrumpió en sus vidas la infidelidad de Bill, infidelidad esta que Rita decidió borrar del disco duro de su memoria al comprender que sería injusto que el único error de este se llevase por delante los muchos aciertos que tuvo como esposo y como padre de familia.


Sin duda alguna – aunque esta a miles de años luz de “Blade Runner” (1982) – el argumento de “Todos los días de mi vida” provoco que un servidor viajase hasta la azotea en la cual el caza – replicantes Rick Deckard (Harrison Ford) oyó de labios de Roy Batty (Rutger Hauer) - replicante modelo Nexus-6 – la más estremecedora y bella declaración que un “ser” ha hecho antes de morir.



Dado que - tal como apunta el personaje de Leo - todos nosotros somos producto de la suma de todos los momentos que hemos experimentado con todas las personas que hemos conocido, todos los días de nuestra vida deberíamos aprovechar al máximo el tiempo junto a aquellos a los que queremos.

Y es que compartir recuerdos, risas y emociones con las hermanas de sangre que estarán siempre a tu lado en el fragor de la batalla y en lo más crudo del frío invierno; debatir sobre lo divino, lo humano y las andanzas de “El Águila Roja” en La Villa y Corte con La Doncella Guerrera gracias a la cual te sientes tan dichoso como Los Caballeros Templarios que conquistaron su lugar en El Reino de Los Cielos; subir montañas con esos queridos colegas del insti que te miran con carita de pena al ver como mueves la cabecita como si fueras un pececillo pescado que boquea en busca de oxigeno; o ir al MATADERO en compañía de los compañeros de armas que sirven junto a ti en la División Aerotransportada – a parte de ser algo tan extraordinario como ver naves de guerra ardiendo más allá de Orión o Rayos - C resplandecer en la oscuridad, cerca de la puerta de Tanhauser – son esos momentos impactantes que hacen que La Vida valga la pena, y que, al ser recordados, a través de las fotografías que los inmortalizaron, provocan que nuestro rostro sea surcado por esas lágrimas de alegría que no podemos reprimir al ser conscientes de que aquell@s junto a l@s cuales los protagonizamos, sin dudarlo ni un segundo - siempre que lo necesitemos – pondrán todo de su parte para ser “La Cura” capaz de conseguir que hasta la mayor de nuestras tristezas se deshaga como lágrimas en la lluvia.

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