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sábado, 28 de abril de 2012

Cuando los caballos huían a galope tendido de «El Jinete de La Guerra»


Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo.

Aunque para el “Señor y truhan” que recientemente ha constatado que un corazón amarrao cuando le sueltan la rienda es caballo desbocao, fue muy fuerte la tentación de comenzar el blog dando rienda suelta al video de la canción “Caballo viejo” interpretada por el siempre genial Julio Iglesias, tras imponerse la cordura, han sido las hermosas palabras del escritor asturiano Armando Palacio Valdés (1853 - 1938) las encargadas de espolear la critica de “Caballo de guerra”, película esta en la que somos testigos de cómo un bello ejemplar de Equus ferus caballus – una de las más nobles y majestuosas criaturas con las que nos ha bendecido La Madre Naturaleza – se ve obligado a huir a galope tendido del caballo rojo sobre el que cabalgo “El Jinete de La Guerra”, ese siniestro caballero que – durante el transcurso de la I Guerra Mundial – cumplió con eficiencia la labor que, según lo expuesto en la primera parte del capítulo sexto del Apocalipsis, le fue encomendada por Jesús de Nazaret: Quitar de la tierra la paz para que los hombres se degollaran unos a otros.


Tras conseguir en 2008 que un profundo sentimiento de vergüenza ajena e indignación se apoderase de los que - “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” (2008) mediante – vimos como sin recato alguno era pisoteada la reputación de ese mito que era para nosotros el arqueólogo Henry Walton Jones Jr. junto al cual fuimos “En busca el Arca perdida” y nos enfrentamos a los horrores ocultos en “El Templo maldito”, tres años después, Steven Spielberg se hizo perdonar tamaña felonía gracias a “Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio” y la mencionada “War Horse” películas de temática muy distinta que tienen en común ser dos exquisitos platos cinematográficos preparados con los ingredientes habituales utilizados por “El Rey Midas de Hollywood” y que al finalizar provocan que nos veamos obligados a exclamar: ¡Que grande es el cine!.



Si el pelirrojo reportero creado por el autor belga Georges Remi (Hergé) fue el culpable de que Spielberg dejara con la boca abierta a crítica y público, las seis nominaciones al Premio Oscar conseguidas por su última obra maestra (Mejor Banda Sonora, Mejor fotografía, Mejor película, Mejor dirección artística, Mejor sonido y Mejor montaje de sonido) se las debe el padre del inolvidable “E.T.” a Kathleen Kennedy, su productora desde 1982 y que fue la que tras asistir en Broadway a la representación de “War Horse” – amalgama en la que se combinan musical, obra de teatro y espectáculo de marionetas, y que en la edición 2011 de los premios Tony gano en cinco categorías (Mejor obra del año, Mejor director, Mejor diseño escénico, Mejor diseño de iluminación y Mejor diseño de sonido) – le convenció para que adaptase a la pantalla grande la historia narrada en la novela homónima escrita por Michael Morpurgo y que fue publicada por primera vez en 1982.


Ted Narracott (Peter Mullan) un granjero de Devon cuya vida es una sucesión de días pequeños durante los cuales bebe para olvidar lo que vio e hizo durante sus días grandes – aquellos que le valieron las más altas condecoraciones militares por el valor demostrado durante la Segunda Guerra Anglo Boer (1899 – 1902) – espoleado por el alcohol y deseoso de darle una coz en el morro a Lyons (David Thewlis) – el codicioso terrateniente dueño de las tierras donde vive – consigue, puja mediante, hacerse dueño de un hermoso caballo.


Aunque en un principio esta más que justificada la merecida regañina que Ted recibe de su esposa Rose Narracott (Emily Watson) por culpa de la irresponsabilidad que ha juicio de esta ha sido que se gastase 29 guineas en un ejemplar nada apto para llevar a cabo las labores de labranza de las que depende su supervivencia, “la machada” se acabará tornando en una gran idea cuándo, gracias a los cuidados y a la tozudez de su hijo Albert Narracott (Jeremy Irvine), una tierra dura como la piedra sea abierta en canal por el arado tirado por el equino protagonista de la función.


Dado que por desgracia los sueños en los que los hombres del campo ven como con el sudor derramado durante ese duro trabajo que supone labrar la tierra consiguen salir de pobres y alimentar a los suyos no tienen nada que hacer ante la realidad, ante los caprichos de La Madre Naturaleza, las perdidas económicas provocadas por una impía tormenta que echo por tierra las horas dedicadas por Ted y su esposa e hijo a plantar patatas obligaran al patriarca de la familia Narracott a salvar la granja vendiendo la única posesión que les queda: Joey, el caballo de Albert.

Será así como, por un puñado de guineas, Joey pasa a convertirse en la montura del Capitán Nicholls (Tom Hiddleston) uno de los millones de hombres del Ejercito Británico que al estallar La Gran Guerra (28 de Julio de 1914 - Noviembre de 1918) fueron enviados a El Continente para aplastar a los ejércitos de El Kaiser.


Por desgracia para el bueno de Joey, la placida y tranquila vida de la que disfrutaba en la granja de la familia Narracott, se convertirá en un grato recuerdo cuándo – tras cruzar El Canal de La Mancha enrolado en la caballería inglesa – se vea obligado a cabalgar directo al horror.

Al mando del Mayor Jamie Stewart (Benedict Cumberbatch) – firme defensor de la máxima “El primer ataque puede y debe ser el definitivo” – el nuevo dueño de Joey será el encargado de hacer que este conozca el significado de “el miedo”, sentimiento este que – además de a los caballos – embargo también a sus jinetes, a los jóvenes que al oír la orden - ¡Sable en mano! / ¡Al paso! / ¡Marchen! / ¡Medio galope! / ¡A la carga! – deseosos de alcanzar la gloria recorrieron los metros que los separaban del enemigo.

Sin duda alguna la escena en la que la caballería inglesa arremete contra un campamento de soldados alemanes – a parte de ser una de los momentos más espectaculares que se ha visto últimamente en la pantalla grande – muestra claramente la razón por la cual los defensores del viejo cavalry spirit – a tenor de las derrotas sufridas por los regimientos de lanceros y húsares durante el transcurso del conflicto – tuvieron que rendirse ante los que defendían el uso de la tecnología, tecnología como la que permitió a los alemanes desarrollar la MG 08 (Maschinegewehr 08), la letal ametralladora capaz de alcanzar una cadencia de fuego de más de 400 disparos / minuto.


A raíz de una serie de vicisitudes que no es pertinente desvelar, Joey tendrá diferentes dueños, dueños de diversa procedencia y condición a través de los cuales el director que nos emociono con “La lista de Schindler” nos muestra como por culpa de un solo hombre – el nacionalista yugoslavo Gavrilo Princip que el 28 de junio de 1914 en Sarajevo asesino al Archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono del Imperio Austro-Húngaro – cambio para siempre la vida de millones de personas.


Las historias protagonizadas por los hermanos alemanes Gunther (David Kross) y Michael (Leonard Carow) , y los franceses Grandfather (Niels Arestrup) y su pequeña nieta Emilie (Celine Buckens) hacen que – tras contemplar tanto dolor y sufrimiento – nos emocionemos al ver como mientras que Gunther hace todo lo posible para proteger a su hermano pequeño, el anciano Grandfather sirviéndose de mentiras piadosas intenta evitar sin mucho éxito que la felicidad de su nieta – lo único que le queda – sea perturbada por esa guerra que, cada día que pasa, se acerca mas a los límites de su granja.

Dando fe de que en las guerras sale lo mejor del ser humano, Friedrich el patoso soldado alemán interpretado por Nicolas Bro, vuelca todo su cariño en los caballos que – sin piedad alguna – durante kilómetros de terreno embarrado y escarpado, eran obligados a tirar hasta reventar de enormes piezas de artillería.

En la última parte del film – a pesar de habernos dejado ya suficientemente claro que "La guerra quita todo a todo el mundo" – el que nos hizo sentir el pavor que embargo a los soldados que desembarcaron en Normandía insiste en su objetivo de conseguir encogernos el corazón, objetivo este que logra con creces al llevarnos a lomos de Joey hasta las tierras que, por cortesía de la Batalla del Somme, entre el 1 de Julio y el 18 de Noviembre de 1916 se convirtieron en lo más parecido a una sucursal de El Infierno.


Y es que dicha batalla, una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, y que tras de si dejo más de un millón de bajas entre ambos bandos, fue sin duda alguna el mayor ejemplo de que animales como los caballos son mucho más civilizados que muchos humanos, y es que - a pesar de que sea muy reprochable que no muestren ningún interés en controlar el esfínter durante los marciales desfiles que se celebran El Día de Las Fuerzas Armadas – por muchos siglos que pasen jamás se rebajarán a nuestra altura y, con objeto de conquistar a penas dos mil metros de terreno baldío, sin temblarles el pulso mandarán al matadero a millones de sus congéneres.

La mano del tiempo descansó sobre la marca de la media hora, y a lo largo de toda la vieja línea del frente de los ingleses vino un silbido y un llanto. Los hombres de la primera oleada escalaron los parapetos, en tumulto, oscuridad, la presencia de la muerte, y habiéndose hecho con todas las cosas agradables, avanzaron sobre la tierra de nadie para comenzar la Batalla del Somme - John Masefield


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