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sábado, 26 de mayo de 2012

Cuando La Vida es un despiadado Tyrannosaurus Rex que pisa fuerte


Dado que al que esto escribe siempre le atrajeron esos tipos atormentados que, de una u otra manera, tratan de subsanar los errores pasados, de todas las series que recientemente han irrumpido en la pequeña pantalla si tuviera que elegir una de ellas, sin duda alguna, me decantaría por “Person of interest”, serie esta cuyo mayor atractivo reside en John Reese, un ex Boina Verde y agente de la CIA, de misterioso y tormentoso pasado que destaca por ser parco en palabras y generoso en mamporros.


Cuando encuentras a alguien que te conecta al mundo te conviertes en alguien diferente. En alguien mejor. Pero cuando te arrebatan a esa persona. ¿En qué te conviertes?, aprovechando que mis gustos televisivos pasan por la serie creada por Jonathan Nolan es más que pertinente recurrir a estas palabras cinceladas por el personaje encarnado por “el santón” Jim Caviezel para iniciar la crítica de “Redención (Tyrannosaur)”, un film cuyo visionado es como un puñetazo en el estomago, y cuyos dos protagonistas ponen rostro a tod@s aquell@s que - al ser privados de “la conexión” o persona que era para ellos la vara y el cayado que les infundían aliento durante su caminar a través de El Valle de Las Sombras – se embarcan en una huida hacía delante con la esperanza de escapar de los zarpazos del despiadado Tyrannosaurus Rex en el que para ellos se ha convertido La Vida.



En un lugar de Irlanda de cuya ubicación no se nos da ningún dato, vive Joseph (Peter Mullan), un viudo alcohólico, violento y autodestructivo que todos y cada uno de sus días, desde que se levanta hasta que se acuesta, dedica todo su empeño a demostrar su odio al mundo en general y a sus vecinos en particular.


Será durante uno de sus habituales arranques de furia incontrolada cuándo en el camino de Joseph se cruce Hannah (Olivia Colman), una muchacha que, a pesar de tenderle su mano desde un primer momento, no tardará en ser objeto de su desprecio por ser del tipo de persona que él mas aborrece, esto es, “personas buenas que creen que todo se arregla siguiendo el recto camino marcado por Dios”.


Aunque en todo momento mantienen las distancias que hay entre sus mundos, mientras Joseph ahoga sus penas en alcohol y Hannah, oraciones mediante, ruega a Dios que le de fuerzas para sobrellevar el sufrimiento aparejado al vía crucis en el que se ha convertido su vida con James (Eddie Marsan), un tipo que la maltrata y humilla constantemente, poco a poco se irá forjando entre ambos una relación gracias a la cual lograran en cierta medida evitar ser devorados completamente por las llamas de sus infiernos personales.


A pesar de que – dado su crudo realismo - no sea esta precisamente una de esas películas que al finalizar te dejan con una sonrisa en los labios, su visionado es de lo más recomendable dado que durante sus 92 minutos de metraje la historia escrita y dirigida por Paddy Considine – premio al Mejor director en la edición 2011 del Festival de Sundance – a parte de dejar claro que - tal como sabiamente apunto Martin Luther King – “El sufrimiento y el amor tienen una capacidad de redención que los hombres han olvidado o, al menos, descuidado” nos hace comprender que a pesar de que al sonar el despertador nos veamos obligados a vivir tiempos de crisis, somos “afortunados corderos de Dios” tod@s aquell@s para los cuales el mundo no es tan mal lugar gracias a esa persona que con su mera existencia consigue que nuestras penas pierdan su sabor.


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