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jueves, 10 de mayo de 2012

Tiempos modernos vs Miedos ancestrales


A raíz de los atentados que el 22 de Julio de 2011 tuvieron lugar en Oslo y la isla de Utoya y que se saldaron con la muerte de 77 personas fueron muchos los periodistas que afirmaron que, sin duda alguna, tan trágicos acontecimientos suponían la perdida de la inocencia de “los países nórdicos", países estos que, a parte de ser el exponente máximo del bienestar, son todo un ejemplo de civismo y pacifismo para esos otros en los que las buenas maneras y el debate sosegado brillan por su ausencia.

Aunque para la patria de SIRENIA y TRISTANIA fue un duro golpe la matanza perpetrada por el ultraderechista Anders Behring Breivik que en estos días esta siendo juzgado por sus horrendos actos, lo cierto es que por aquellas latitudes – concretamente en Suecia - el 28 de Febrero de 1986 la inocencia sufrió un duro golpe cuando a las 23:21h las calles de Estocolmo fueron teñidas de rojo por la sangre de Olof Palme, el Primer Ministro que rigió los destino del país entre 1969 y 1982 y que al salir del cine en compañía de su esposa Lisbet, fue abatido de un disparo por Christer Petterson, alcohólico y toxicómano, que fue detenido dos años después y que finalmente fue absuelto por falta de pruebas.


El asesinato de Palme – que tras 25 años ha prescrito – ha acabado convirtiéndose en el 'enigma del siglo' a consecuencia de la incapacidad para encontrar a los verdaderos culpables, culpables estos que a lo largo de los 21 años que duro la investigación han tenido el rostro de una rama del PKK kurdo, los servicios secretos sudafricanos del apartheid, extremistas chilenos de ultraderecha, el grupo alemán Baader-Meinhof y grupos ultraderechistas suecos.

Fue precisamente el ascenso de estos últimos, más concretamente del Sverigedemokraterna (SD) - partido de ultraderecha, antidemocrático y nazi – lo que provoco que el periodista y escritor Stieg Larsson dejase de hacerse el sueco y se decidiese a plasmar en la saga “Millenium” que El Idílico Paraíso Helado esta amenazado por una serie de peligros a los que es pertinente y necesario recordar, desde hace décadas, lleva poniendo nombre y apellido Henning Mankell gracias a las novelas protagonizadas por Kurt Wallander, un inspector de policía apunto de jubilarse y que se ve perdido ante una sociedad posmoderna que lo avasalla y que parece ya no entender.

“Asesinos sin rostro”, la novela protagonista del día, es la primera de las diez que integran la serie Wallander, serie que desde que desde que vio la luz en 2001 ha vendido más de 25 millones de copias en todo el mundo, ha sido traducida a treinta y siete idiomas y además de hacer inmensamente rico a Mankell le valió a este ser en 2006 merecedor del Premio Pepe Carvalho, galardón este que el jurado le entrego por considerar que al igual que Manuel Vázquez Montalbán utiliza la novela negra para abordar críticamente los retos de la sociedad actual


Kurt Wallander, inspector de policía en la pequeña localidad de Ystad, cerca de Malmö, en el sur de Suecia, se haya viviendo uno de los peores momentos de su vida en el plano personal tras ser abandonado por su esposa, la mujer que se harto de que dedicase más tiempo a los muertos que a los vivos y con la que tiene en común una hija, una adolescente de la que le separa un abismo de incomprensión desde el día que intento suicidarse. Si es manifiestamente mejorable la relación entre Kurt y las que un día fueron “las mujeres que más le quisieron” es simplemente nefasta la que mantiene con su progenitor, un anciano huraño y solitario que siempre consigue que a su hijo le invada un profundo sentimiento de tristeza y culpabilidad.

En mitad de tan desolador panorama, además de enfrentarse a la melancolía y vacio derivados de las nulas muestras de cariño por parte de sus seres queridos, Wallander deberá ponerse al frente de la investigación del brutal asesinato de dos ancianos en una granja de Lenarp.

Acostumbrado a que con la llegada del invierno en la región de Escania se acumule el trabajo policial a consecuencia de accidentes, parturientas bloqueadas por la nieve, viejos que se quedaban aislados y cables eléctricos caídos, el horror con el que la noche del 8 de Enero de 1990 se encuentra tras cruzar las puertas de la casa del matrimonio Lövgren y que supera con creces lo que ha visto en toda su carrera profesional, y ha visto mucho, supondrá un autentico shock para él y le obligara a dar lo mejor de si mismo para cazar cuanto antes al asesino o asesinos más aún teniendo en cuenta que – además de la brutalidad demencial de la que han dado muestras y que es digna de los psicokiller de las películas americanas mas violentas – según las últimas palabras de la moribunda Sra. Lövgren es “extranjero”, circunstancia que, dadas las tensiones sociales provocadas por la llegada masiva de refugiados políticos, puede provocar un estallido social de imprevisibles consecuencias.

A parte de dedicar páginas y páginas a mostrar el concienzudo trabajo de campo llevado a cabo por los policías de la pequeña localidad de Ystad, y que poco tiene que ver con el que se desarrolla en estos tiempos modernos en los que las nuevas tecnologías se han convertido en un gran aliado para las fuerzas de seguridad, Mankell hace hincapié en las preocupaciones que minan la moral de Wallander, el cual, prisionero de la inseguridad y la angustia, llega a plantearse que quizás haga falta otro tipo de policías, policías que – a diferencia de él - no se impresionen cuando en una madrugada de enero están obligados a entrar en un matadero humano en la campiña sureña de Suecia.

La entrada en escena de Anette Brolin, una Fiscal del estado que cambia la moderna Estocolmo por la conservadora región de Escania y a la que patéticamente Wallander corteja para burlar a su soledad, sirve para plantear el choque entre dos puntos de vista muy distintos sobre la aplicación de la justicia.

Mientras que ella es firme defensora de seguir al pie de la letra lo establecido por las leyes que rigen el Estado de Derecho, él – un tanto desencantado al comprobar durante su trayectoria profesional que la seguridad de la justicia se ha convertido en una idea huera – llega casi a entender a la gente que se toma la justicia por su mano a consecuencia de la indefensión en la que se ven por culpa de una “blanda” legislación que ignora a las victimas y que prácticamente anima a los jóvenes delincuentes a seguir con sus fechorías.

Como no podía ser menos esta presente en todo momento el tema de la xenofobia, un tema que, 22 años después de los hechos narrados en la novela, esta mas presente que nunca.

Es la falta de política de refugiados la que está creando el caos. Ahora mismo vivimos en un país donde quien sea, por los motivos que sean, puede entrar como sea, cuando sea y por donde sea. Los controles de las fronteras han dejado de existir. La administración de la aduana está paralizada.

Estas palabras de Wallander explican de forma tajante y certera los fallos que han provocado que de forma preocupante haya aumentado el numero de votantes de los partidos de ultraderecha, partidos estos en los que bien podría tener cabida uno de los personajes de la trama, un hombre que tras conseguir un referéndum municipal que contestó NO a la recepción de refugiados se ha convertido en un gran héroe al que las gentes del lugar aplauden calladamente detrás de las cortinas.

En resumen nos hayamos ante una novela de lo más recomendable y que deja claro que, al igual que a Wallander – su alter – ego – a Mankell le producía un profundo sentimiento de tristeza saber que, irremediablemente, Suecia en particular y Europa en general, tendría que aprender a vivir con algo tan injustificable como es el hecho de que alguien salga a la calle y le pegue un tiro a una persona totalmente desconocida porque da la casualidad de que es negra, reza a otro Dios o simplemente ha nacido en otro país.

Dado que, tras siglos y siglos de historia, ha quedado claro que el racismo no es ni mucho menos una “Moda Rápida”, en estos días en los que nuestra existencia se ha convertido en una la lucha por la supervivencia por culpa de los dictados de Los Mercados y la crisis económica, es mas necesario que nunca poner todo de nuestra parte para evitar que por muy negro que sea el panorama desde el puente no haya cabida en el futuro para aquellos que pretenden sacar réditos políticos de lo que alguien definió como: la más evidente expresión de los miedos de los hombres... Saber que ni somos los únicos, ni somos los mejores.


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