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domingo, 10 de junio de 2012
Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera
Esta frase del poeta Pablo Neruda cincelada en la placa colocada en la vereda del Colegio Nacional de Buenos Aires mediante la cual se honra la memoria de las 30.000 vidas arrebatadas, las 30.000 flores cortadas, que dejo como terrible y dolorosa cicatriz la dictadura de la Junta Militar Argentina, es el mejor de los títulos posibles para este blog – crítica de “Las flores de la guerra”, película dirigida por Zhang Yimou y protagonizada por Christian Bale.
El gales de Pembrokeshire que con 13 años de edad, en la película “El Imperio del Sol” (1987), bajo la atenta mirada de Steven Spielberg, dio vida a Jim Graham, un niño que por azares del destino acaba siendo testigo del horror desatado por los japoneses que el año 1941 ocuparon Shanghái (China), 25 años después – metido en el traje y la piel del buscavidas John Haufman – vuelve a vérselas con “Los Hijos del Sol Naciente”, más concretamente con los que en Diciembre 1937, enrolados en el Ejército Imperial Japonés, durante el transcurso de la Segunda Guerra Chino-Japonesa, se hicieron dueños y señores de la ciudad de Nankín (China).
“Todo el mundo piensa que los japoneses son unos caballeros, como se nota que nunca les invadieron”, sin duda alguna esta frase pronunciada por un personaje de cuyo nombre soy incapaz de acordarme cobra todo su sentido ante la dimensión que alcanzo la matanza cometida por los nipones entre 13 de Diciembre 1937 y el 18 de febrero de 1938.
Aunque han transcurrido ya 75 años desde entonces, la denominada “La masacre de Nankin” aún sigue siendo objeto de polémica y fuerte generador de tensión política entre China y Japón, país cuyo gobierno recientemente incluyo en el Libro de las Ánimas del Santuario Yasukuni a Iwane Matsui el general al mando de las fuerzas expedicionarias japonesas que el 23 de Diciembre de 1948 – tras ser declarado responsable directo de la muerte de 100.000 personas – fue sentenciado a morir en la horca por orden del Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente.
Si bien el catalogo de torturas y aberraciones llevadas a cabo por el Ejército Imperial Japonés son todas estremecedoras – sirva de ejemplo la competición entre Toshiaki Mukai y Tsuyoshi Noda, dos oficiales de la 16ª División que se disputaban el siniestro honor de ser el primero en decapitar a 100 personas – lo cierto es que lo que hace que Nankin merezca formar parte de la historia de la infamia son las 20.000 mujeres (incluyendo niñas y ancianas) que acabaron sus días convertidas en esclavas sexuales.
Algunas de esas mujeres, los seres humanos que junto a los niños son los que más sufren cuando los hombres se convierten en bestias durante el fragor de la batalla, hacen acto de presencia en “‘Las 13 mujeres de Nankín” la novela de Yan Geling que ha servido de base a Liu Heng para escribir el guión de la película mediante la cual Zhang Yimou, haciendo buen uso de “La linterna roja”, arroja luz sobre unos hechos que confirman una vez más que cada guerra saca lo peor y lo mejor de cada persona, la barbarie pero también la empatía y la solidaridad.
13 de Diciembre 1937: John Haufman un buscavidas que desde hace cinco años atrás se gana la vida preparando a la gente para su último viaje, llega a la Catedral de Winchester para encargarse del entierro del Padre Ingleman.
Lo que en principio iba a ser un trabajo rutinario se acaba complicando seriamente cuando, a raíz de la acometida de Los Perros de La Guerra, se ve obligado a hacerse cargo de las trece novicias que integran el coro de la iglesia, y a las que no tardarán en unirse trece mujeres provenientes del “Quin Huai River”, el prostíbulo más famoso de la ciudad.
Aunque en un primer momento John muestra más interés en emborracharse que en ejercer de buen samaritano, a medida que transcurren los días y cobra conciencia del terrible destino que les espera a sus compañeras de refugio pondrá todo de su parte para impedir que estas últimas conozcan El Infierno que los japoneses han construido al otro lado de los muros de la pequeña sucursal de El Reino de Los Cielos que es la iglesia.
Si bien el personaje interpretado por “El caballero oscuro” lleva buena parte del peso de la función cabe destacar la importancia de Yu Mo y Shujuan Meng, la prostituta y la virgen a las que dan vida las actrices Ni Ni y Xinyi Zhang, y que, a pesar de sus marcadas diferencias morales, bien podrían definirse como las dos caras de una misma moneda puesto que ambas tienen en común su lucha por mantener a sus compañeras unidas.
A pesar de que los hábitos de color negro de las novicias sean diametralmente opuestos a los vestidos de vistosos colores de las chicas del “Quin Huai River”, a medida que avanza la trama seremos testigos de que el egoísmo, el amor, el odio, el miedo, la compasión, la alegría o la solidaridad tienen cabida tanto en el corazón de las que han entregado a su alma a Dios como en el de aquellas que han entregado su cuerpo a todo tipo de hombres.
En estos tiempos en los que son muchos los cineastas que recurren al morbo para conseguir que se hable de su película es de muy de agradecer que – a pesar del escabroso historia que relata - Zhang Yimou haya tenido el exquisito gusto de mostrar la cara del horror a través de pequeñas pinceladas, pinceladas como las escenas que muestran a un pelotón del ejército nacionalista chino que, a sabiendas de que les espera una muerte segura, en un hermoso acto de sacrificio en defensa de las novicias que huyen de las fuerzas invasoras no dudan en enfrentánrse a centenares de soldados japoneses durante una “guerra urbana” que nos recuerda a la batalla final de la extraordinaria “Salvar al soldado Ryan”, y en la que el ensordecedor sonido de las balas vomitadas por los fusiles y las ametralladoras es silenciado por la preciosa banda sonora compuesta por Qigang Chen, y que, como si quisiera hacernos más digerible el horror que contemplamos, hace acto de presencia en las escenas más duras.
En resumen, sin duda alguna nos hayamos ante una de esas películas que te encogen el corazón y que provocan que uno desee que su carta de presentación no fuese: película basada en hechos reales.
Aunque por desgracia para nosotros por muchos años que pasen es más que probable que nunca jamás se marchiten “las flores de la guerra”, dado que - tal como dijo el político irlandés Edmund Burker - “Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada” todos nosotros deberíamos intentar evitar que a nuestro alrededor germinen “Las flores del mal”.
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