Si en 1980, acompañado por Mi Estimado Progenitor y sentado en una de las butacas del Cine María Cristina, empecé mi historia de amor con El Séptimo Arte gracias al visionado de “El Imperio contraataca”, el 22 de Abril de 2011, en la Sala 1 de los Cines Yelmo Ocimax, el corazón de El Caballero Jedi que esto escribe, sin oponer ningún tipo de resistencia, se rindió ante Las Tropas de Asalto comandadas por la bella y noble dama que se sentó a mi diestra durante la proyección de la adaptación cinematográfica de las andanzas de nuestro héroe televisivo, “Águila Roja”.
Y es que mientras que siendo un mocoso que no levantaba tres palmos del suelo quede fascinado por lo visto en aquella pantalla grande en la que esa adorable criatura que es el maestro Yoda decía a Luke Skywalker “El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. Percibo mucho miedo en ti”; doscientas noventa y un películas después desee fervientemente que – al igual que le ocurre a Margarita cuando ve a Gonzalo de Montalvo - «La Filóloga Hispánica que surgió del frío de Bochum», al ver mi rostro reflejado en sus bonitos ojos, afirmase con rotundidad que yo era el héroe digno de velar sus sueños.
Aquella agradable y inolvidable tarde durante la cual mentalmente hice la siguiente plegaria a mis dioses - Bruce Dickinson de mi vida, tu que eres heavy como yo, evita por lo que más quiera que este siervo tuyo meta la zarpa – bien sabe Dios que El Cosaco que hay en mí habría decapitado a aquel que me hubiera profetizado que tiempo después protagonizaría una novela de caballería junto a la fémina con la que, finalizada las andanzas de El protector de los habitantes de La Villa y Corte, mantuve una enriquecedora conversación sobre lo divino y lo humano en torno a una mesa en la que se daban cita exquisitos manjares de la gastronomía turca.
A pesar de que este vikingo siempre tuvo predilección por Los Dioses Nórdicos, un año después, “Ira de Titanes” mediante, me empape de mitología griega para “conmemorar” el bendito día en el que Ares puso en marcha la maquinaría militar por cortesía de la cual, el 8 de Febrero de 2012, «La Amazona que cruzo el Ruhr a galope tendido» provoco que el que esto escribe tocase con los dedos El Cielo, el lugar donde llego Perseo a lomos de Pegaso, el alado caballo blanco nacido de la roja sangre de Medusa.
Teniendo en cuenta que cada 6 de Junio rindo homenaje a los miles de hombres que en 1944, durante el transcurso de la Operación Overlord, tiñeron con su sangre las playas de Normandía mientras sus alaridos de dolor eran acallados por el ruido y la furia de los fusiles M1 Garand y las ametralladoras MG42, bien merecido habría tenido acabar frente a un pelotón de fusilamiento si al llegar el amanecer rojo de nuestro particular Día – D no hubiera propuesto a mi compañera de armas que fuéramos al cine para celebrarlo como se merecía.
Fue así como - a las 19.00 Hora Zulú del 22 de Abril de 2013 – nos adentramos en la Sala 3 de los Cines Yelmo Ocimax para olvidar las preocupaciones propias del mundo real durante los ciento veinticinco minutos que duro la última película protagonizada por el “Nacido el 4 de Julio” que, a las ordenes de Edward Zwick y metido en la armadura y la piel de “El último samurái”, protagonizo la obra maestra de El Séptimo Arte gracias a la cual el director de “Tiempos de gloria” consiguió que el que esto escribe le perdonase haber perpetrado “Leyendas de pasión”.
A raíz del lanzamiento de las bombas nucleares gracias a las cuales La Humanidad venció a los Scavengers (Carroñeros), la raza extraterrestre que pretendía invadir La Tierra, dicho planeta quedo arrasado. Año 2077, seis décadas después de dichos acontecimientos, el eficiente equipo de limpieza formado por Jack Harper (Tom Cruise) y Victoria (Andrea Riseborough) es el encargado de supervisar que se desarrolle por los cauces normales la operación que tiene como objetivo extraer los últimos recursos vitales del moribundo planeta viviente para abastecer a los cientos de miles de humanos que se han visto obligados a empezar de cero en Titán, la mayor luna de Saturno.
Mientras que durante el día el mencionado astronauta realiza labores de vigilancia a bordo de una nave burbuja que pilota con la frialdad y pericias propias de los intrépidos “Ídolos del aire” que ni se inmutaban al romper la barrera del sonido a los mandos de un Grumman F-14 Tomcat; al caer la noche, a pesar del borrado total de memoria al que fue sometido, ve como en sus sueños hace acto de presencia una extraña mujer junto a la cual vive momentos propios de aquellos días en los que, además de disfrutar contemplando Manhattan desde la última planta del Empire State, era posible experimentar un subidon de adrenalina gracias a esos épicos partidos de la Super Bowl durante los que se libraban encarnizados combates cuerpo a cuerpo entre esos fornidos gladiadores modernos que son los jugadores de fútbol americano.
Todas las certezas de Jack se resquebrajan como el cristal al salvar la vida de Julia Rusakova, una humana caída del cielo a la que da vida Olga Kurylenko, La chica Bond nacida en la patria de los cosacos, y que, en 2010, dirigida por Neil Marshall, se metió en las pieles y la piel de la sanguinaria Etain, una fiera guerrera perteneciente a la tribu de los pictos que, en el año 117 de nuestra era, aniquilo a la Legio IX Hispana que se lanzo a la conquista de Britania a las ordenes de Titus Flavius Virilus (Dominic West), un general curtido en mil batallas y muy apreciado por los soldados para los que era en el entrenamiento su maestro, en el festejo su padre, en las filas su hermano y en la batalla el dios al que rezaban para que salvase sus almas.
Dado que – como diría Mayra Gómez Kemp – “Hasta aquí puedo contar” deberán pasar por taquilla todos aquellos cowboys del espacio azul eléctrico que quieran saber el desenlace de esta película que combina con maestría drama y ciencia – ficción y durante cuyo rodaje Tom Cruise se jugo el tipo rodando una peligrosa escena en el Pico Earl (Islandia).
Aunque sea muy admirable su extraordinaria labor interpretativa y el hecho de que, como si fuera Ethan Hunt, llevase a cabo la “Misión: Imposible” durante la cual se arriesgo a caer desde 250 metros de altura, lo cierto es que sería injusto atribuir el éxito del film únicamente a El neoyorkino de Siracusa nacido el 3 de julio de 1962; y es que - además del fascinante e impresionante Diseño de producción de Darren Gilford, y las hipnóticas y relajantes melodías que forman parte de la Banda Sonora Original compuesta por el grupo de música electrónica M83 – cabe destacar el libreto escrito por William Monahan, el gran guionista norteamericano que en 2007 gano el Óscar al mejor guion adaptado por “Infiltrados”.
En el año en el que la película dirigida por Martin Scorsese recibió las mayores distinciones que otorga La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas tuvo lugar la huelga de guionistas que provoco que viese la luz la novela gráfica que cinco años después Monahan convirtió en guion, y que en su día escribieron a dos manos Arvid Nelson y Joseph Kosinski, el arquitecto que dirige la película hoy analizada, y que en 2010, gracias a "Tron: Legacy" - un alucinante paseo virtual según el crítico Peter Debruge (Variety) – confirmo la gran verdad que encierra la máxima: Segundas partes nunca fueron buenas.
En el año 508 a.C., ante la llegada de los etruscos comandados por Lars Porsena fueron muchos los habitantes de Roma que querían huir para salvar su vida. A sabiendas de lo importante que era el puente sobre el Tiber a través del cual llegaban los víveres a La Ciudad Eterna, el valiente Publio Horacio Cocles se dirigió hacia el con la firme intención de defenderlo hasta la muerte.
Al final el puente Sublicio fue destruido, no obstante – a pesar de los siglos transcurridos desde entonces – su valiente defensor no ha caído en los profundos abismos del olvido. Ante tal tesitura, visto lo visto, el que esto escribe, al igual que Jack Harper, ha llegado a la conclusión de que, sin lugar a dudas, son un excelente guía espiritual las palabras que, según el poeta inglés Thomas Babington Macaulay (1800–1859) – autor de "Lays of Ancient Rome" (1842) – pronuncio El Héroe Romano minutos antes de lanzarse a defender con dureza y crudeza el puente sobre el cual esperaba impacientes la muerte.
A todo hombre de esta tierra tarde o temprano le llega la muerte
¿y qué mejor muerte puede haber que enfrentar una suerte adversa por las cenizas de sus padres, por el templo de sus dioses o por las personas que están presentes en sus pensamientos tan intensamente como él espera y desea estar en los de ellas?.
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