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domingo, 14 de abril de 2013

Un violento cocktail de sangre y alcohol


En los días en los que jugaba con Los Playmobils y, por fortuna para mí, aún no vivía aThormentado por los problemas propios de la madurez, en compañía de Mi estimado progenitor y El par de monstruitos que tenía por hermanas fueron muchas las tardes durante las cuales tuve la fortuna de maravillarme con las imágenes plasmadas en las grandes pantallas de los cines Robledo, María Cristina y el Teatro Arango.


Fue en uno de ellos donde, en el año 1990, minutos antes de comenzar una película de cuyo nombre soy incapaz de acordarme, quede fascinado al ver un tráiler en el que un jovencísimo Sean Penn saltaba tras la barra de un bar para evitar ser acribillado a balazos.



Dado que la película anunciada - “El clan de los irlandeses” - no era tolerada para medio metros como yo tuve que esperar unos cuantos años para poder ver en mi DVD las andanzas del policía infiltrado Terry Noonan en La Cocina del Infierno, uno de los barrios más duros y peligrosos de Nueva York, ciudad cuyas calles, años después, recorrió Carlitos Brigante, el traficante de heroína de origen portorriqueño “Atrapado por su pasado” (1993) al que dio vida el actor que, una década antes, bajo el sol sobre Miami y metido en traje de lino y la piel del frío y sanguinario Tony Montana, nos había enseñado lo elevado que podía llegar a ser “El precio del poder”.


Si bien las tres obras maestras del cine de acción mencionadas anteriormente son muy diferentes entre si tienen en común presentarnos un universo al margen de la ley en el que moran tipos muy poco recomendables cuyos actos son regidos por su propia ley y por su particular código moral.

Sin lugar a dudas, buen ejemplo de hombres “Sin ley” fueron los hermanos Bondurant, tres contrabandistas de alcohol que, durante La Ley Seca (1920 - 1933), operaron en las montañas del condado de Franklin (Virginia) y cuya historia real fue relatada en The Wettest County in the World, novela escrita en 2008 por uno de sus descendientes y que ha sido el instrumento utilizado por el músico australiano Nick Cave para escribir el guión que ha permitido a su compatriota y buen amigo John Hillcoat (“The Road”) realizar una violenta película en la que se combina con maestría acción, drama y unas cuantas escenas no aptas para estómagos sensibles.


Tom Hardy – protagonista de la cuarta entrega de las andanzas de “Mad Max, el guerrero de la autopista” – da vida a Forrest Bondurant, un tipo duro e inteligente que siendo niño sobrevivió a la gripe española que mato a sus padres; por su parte Jason Clarke (“Zero Dark Thirty”) interpreta a Howard Bondurant un veterano de la I Guerra Mundial enloquecido por lo que vio y por lo que hizo durante la carnicería que fue el mencionado conflicto bélico.


Somos supervivientes que controlamos el miedo a sabiendas de que sin él estaríamos muertos, estas palabras son las que Forrest inculca a Jack, el tercero en discordia, un adolescente que ha crecido escuchando a sus hermanos afirmar que nada podrá matarlos, y al que da vida Shia LaBeouf, el hijo de Henry Walton Jones Jr. en ese “despropósito cinematográfico” que provoco que los que tanto disfrutamos viendo al mencionado arqueólogo – aventuro ir “En busca del arca perdida”, enfrentarse a los horrores de “El templo maldito” o tomar parte de “La última cruzada”, deseáramos que George Lucas y Steven Spielberg – los padres de la criatura – fueran atravesados de parte a parte por La lanza de Longinos.


En 1930, en un tiempo en el que, al caer la noche, el cielo sobre Franklin se iluminaba como un árbol de Navidad por cortesía del fuego que ardía en las cientos de destilerías que había en dicho condado, los Bondurant eran los dueños del cotarro en aquellos lares gracias a su conocimiento del lugar y a las cajas de whisky con las que compraban el silencio de los hombres cuya misión era evitar la manufactura, la venta, el transporte y la importación - exportación de licores intoxicantes.

Todo va bien hasta que entra en escena Mason Wardell (Tim Tolin), el nuevo Procurador del Estado que propondrá a los contrabandistas un trato que, por su bien, no deberían rechazar: darle un porcentaje de los ingresos obtenidos por la venta del alcohol con el que tantos miles de desgraciados hacen más llevadera la pesadilla en la que se ha convertido para ellos la búsqueda de El sueño americano.

El echo de que los hermanos Bondurant sean unos tipos muy duros que no se doblegan ante nada ni ante nadie, unido a que se han llegado a creer la leyenda que afirma que son inmortales, dará lugar a una encarnizada lucha entre ellos y Wardell, el cual tiene de su lado a Charlie Rakes (Guy Pearce) un Agente Especial del FBI llegado de Chicago que desprecia a los habitantes del lugar por su tosquedad, y cuyos refinados modales son la fachada tras la que se esconde un tipo sádico y despiadado.


El personaje al que da vida el protagonista de “Memento” (2000) permite al director de la función dejar claro que la brutalidad de “los servidores de la ley” era muy similar a la de gangsters como Floyd Banner, un auténtico psicópata encarnado por el camaleónico Gary Oldman y que el 23 de julio de 1934, tras la muerte de John Dillinger, fue nombrado El Enemigo Público N º 1 gracias a los numerosos asesinatos que cometió con La pistola Tommy, el cariñoso apodo con el que fue bautizada el subfusil Thompson, el arma de cuya letal eficacia (1000 disparos / min) dan fe los cientos de policías y delincuentes cuya muerte tuvo como banda sonora el ruido y la furia provocado al disparar las balas que llenaban la panza del cargador de tambor que alimentaba al invento nacido en 1919 de la mente del militar John Taliaferro Thompson.


Aunque su peso en la trama es muy inferior al de “los machos”, merecen ser mencionadas el par de féminas que intervienen en la cinta hoy reseñada.

Jessica Chastain, la que dio vida a la agente de la CIA gracias a cuyo trabajo Osama Bin Laden fue aniquilado por los chicos duros del Navy SEAL Team Six durante el transcurso de “La noche más oscura”, en esta ocasión la da a Maggie Beauford, una chica que busca en Franklin la tranquilidad que no hayo en Chicago, la gran ciudad en la que “las chicas de mala reputación” como ella eran despreciadas por esa sociedad hipócrita y moralista que veía mas pecaminosas las faldas cortas que las armas largas.


Por su parte Mia Wasikowska, tras haber recorrido el colorido país de las maravillas metida en el vistoso vestido de La Alicia de Lewis Carroll, hace parada y fonda en el oscuro y opresivo universo en el que vive Bertha Minnix, la hija de un predicador menonita que no ve con muy buenos ojos que a la niña de sus ojos la corteje el más pequeño de el clan Bondurant, clan este que según él es peor que Las Diez Plagas Bíblicas que asolaron Egipto.


En resumen, western moderno mediante, John Hillcoat nos sirve un violento cocktail de sangre y alcohol que entra en el gaznate del espectador como un puñal afilado y que provoca que veamos lógico que cuando la ley se corrompe los "sin ley" sean catalogados como Héroes…


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