Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Como bien apunta este poema escrito por el autor de la comedia “La hermosura aborrecida”, cuando El Amor libera a Los Perros de La Guerra un hombre puede llegar a experimentar cambios que jamás imaginaría, y de los que pueda dar buena fe El True Metal Warrior que paso unas cuantas horas de su niñez tirando piedras a “El estanque de los patos” del Parque Isabel La Católica, y que años después, mientras se sentía como si estuviera “Bailando con un ángel”, disfruto de una exquisita representación de “El lago de los cisnes” junto a «La bella admiradora de Lope de Vega y Carpio» con la que tantas veces bailo “La danza del fuego” alrededor de una hoguera alimentada con leña de Ébano.
Dado que como dijo Wayne W. Dyer – ante ideas, actividades o gentes desconocidas es más fácil y más seguro quedarse con lo conocido – hasta la fecha, el que esto escribe solo se había acercado de puntillas a “eso” llamado danza para saber si era verdad la leyenda urbana que afirmaba que Aleksandr Borísovich Godunov – el actor ruso que encarnaba a uno de los terroristas alemanes que tomaron parte de la caza al hombre que se desarrollo en el interior de “La jungla de cristal” – antes de realizar la pirueta que lo llevo al mundo del cine había sido el primer bailarín del American Ballet Theatre, la compañía a la que se incorporo en 1979 tras cambiar “La Hoz y El Martillo” por “Las Barras y Estrellas” aprovechando la gira que realizo por Estados Unidos de América con el Ballet Bolshói siendo uno de sus mayores astros.
Sin lugar a dudas todo habría seguido igual si el pasado 28 de Abril, en ese marco incomparable que es el Teatro Campoamor de Oviedo, con motivo del Festival Internacional de Danza que en él se celebrara hasta Junio, no hubiera visto al Ballet Nacional de Lituania dar vida a la pieza más famosa de Pyotr Ilyich Tchaikovsky (1840-1893).
Y es que fueron los “Pasos de baile” de los integrantes de la compañía que pasea por el mundo el nombre de la república que hasta 1991 fue amamantada por La Madre Rusia los que provocaron que escalara hasta “Cumbres borrascosas” para arrancar los prejuicios que como malas hierbas crecían entre las piedras, y que según Charlotte Brontë “Son sumamente difíciles de erradicar de un corazón cuyo suelo nunca fue preparado o fertilizado por la educación”.
A lo largo de 125 minutos los asistentes a la representación de la obra compuesta en 1875 por el autor de “El cascanueces” fuimos seducidos y fascinados por un extraordinario espectáculo durante el cual del vientre de esa Muñeca Matrioska llamada “El lago de los cisnes” fueron saliendo a la superficie pequeñas piezas de orfebrería que se superaban en belleza progresivamente y que nos hicieron constatar que la coreografía creada por el francés Alphonse Victor Marius Petipa (1818 - 1910) y el ruso Lev Ivánovich Ivánov (1834 - 1901) estaría tan coja como el soldadito de plomo sin su bailarina si no fuera por los bailarines de la compañía que pusieron sus cuerpos a su servicio.
Y es que como dijo Ted Shawn. (1891 - 1972), auténtico pionero de la danza moderna: "La danza es el único arte en el que nosotros mismos somos el material del que el arte está hecho."
El bailarín español Igor Yebra es el encargado de dar vida al Príncipe Sigfrido, un joven que el día que cumple la mayoría de edad recibe como regalo una ballesta, ballesta esta con la que, raudo y veloz, se lanza a la caza de uno de los cisnes que moran en el lago del bosque y que en realidad son muchachas que se hayan bajo el influjo de un hechizo obra del mago Rothbart (Gediminas Bubelis) y por culpa del cual, hasta que no encuentren el amor puro y eterno, solo pueden recuperar su forma humana cuando la luna se refleja en las cristalinas aguas del lago.
Cuando esta a punto de provocar que una flecha atraviese el corazón de una de esas nobles aves, Sigfrido, para su sorpresa, ve como una de ellas – la reina de los cisnes - se transforma en una hermosa joven llamada Odette (Oksana Kucheruk). Seducido por la belleza que contemplan sus ojos, Sigfrido no tarda en jurarle amor y fidelidad eternos, promesas estas que dan alas a Odette para entregarle su corazón.
Mientras viven un romance tan trágico como el protagonizado por el capitán Etienne Navarre e Isabel – los amantes condenados a estar eternamente unidos y separados a consecuencia del hechizo que provoca que ella sea un halcón durante el día, y el un lobo gris al caer noche – para desgracia de Odette y Sigfrido hace acto de presencia en escena Odile (Oksana Kucheruk) la hija del mago Rothbart, y cuyo atractivo y parecido físico con Odette provocara que Sigfrido tenga que enfrentarse a un serio dilema.
Dividido en dos partes, con dos actos cada una de ellas (Parque en un castillo – Lago en los bosques, de noche / Baile en el castillo – A la orilla del lago, de noche) la representación nos da la oportunidad de ver como palabras como Allegro, Arabesque, Assemblée, Attitude, Battement, Batterie y Fouetté en tournant cobran significado gracias a todos y cada uno de los dieciocho bailarines que intervienen en la función, y que, mucho antes de paladear el dulce sabor del éxito, probaron el sabor de la mezcla formada por el sudor y las amargas lagrimas de dolor que derramaron sus ojos durante el transcurso de esos interminables ensayos en los que se machacaban para alcanzar la perfección.
Y es que, tal como bien apunto la bella dama con la que bailo pegado como baila el mar con los delfines – aunque los profesionales mas valorados sean aquellos cuyo trabajo incrementa las frías cifras macroeconómicas que hacen funcionar los engranajes de la sociedad de mercado – lo cierto es que la calidez que transmite una función de ballet debería ser motivo mas que suficiente para reconocer la gran valía de todos esos corredores de fondo que participan en una dura carrera durante la cual – a pesar del esfuerzo y los muchos sacrificios realizados – son muchos los que no son bendecidos por “Los Dioses de La Danza”.
Sin lugar a dudas, la dureza de ese sensible arte que es la danza queda patente en la siguiente frase del bailarín bonaerense Jorge Donn (1947 - 1992) "Entrar en la danza es como entrar en la Religión, pronunciar los votos es comprometer cada minuto de la vida futura".
Finalizado el espectáculo, este caballero andante y su pareja de baile abandonaron el Teatro Campoamor deseando que en la pista de baile de La Vida sonara para ellos las alegres melodías que animaron el “Baile en el castillo”, y que los culpables de habernos hecho disfrutar de un fascinante espectáculo, días después de haberse bajado el telón y haberse apagado el eco de la merecida ovación que recibieron por parte del respetable y entregado publico, experimentaran aun el inmenso placer que según el gran Rudolf Nureyev (1938 - 1993) atrapa entre sus brazos a todos aquellos que con sus movimientos conseguen transmitir un estado de emoción y goce.
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