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sábado, 28 de abril de 2012

Cuando los caballos huían a galope tendido de «El Jinete de La Guerra»


Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo.

Aunque para el “Señor y truhan” que recientemente ha constatado que un corazón amarrao cuando le sueltan la rienda es caballo desbocao, fue muy fuerte la tentación de comenzar el blog dando rienda suelta al video de la canción “Caballo viejo” interpretada por el siempre genial Julio Iglesias, tras imponerse la cordura, han sido las hermosas palabras del escritor asturiano Armando Palacio Valdés (1853 - 1938) las encargadas de espolear la critica de “Caballo de guerra”, película esta en la que somos testigos de cómo un bello ejemplar de Equus ferus caballus – una de las más nobles y majestuosas criaturas con las que nos ha bendecido La Madre Naturaleza – se ve obligado a huir a galope tendido del caballo rojo sobre el que cabalgo “El Jinete de La Guerra”, ese siniestro caballero que – durante el transcurso de la I Guerra Mundial – cumplió con eficiencia la labor que, según lo expuesto en la primera parte del capítulo sexto del Apocalipsis, le fue encomendada por Jesús de Nazaret: Quitar de la tierra la paz para que los hombres se degollaran unos a otros.


Tras conseguir en 2008 que un profundo sentimiento de vergüenza ajena e indignación se apoderase de los que - “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal” (2008) mediante – vimos como sin recato alguno era pisoteada la reputación de ese mito que era para nosotros el arqueólogo Henry Walton Jones Jr. junto al cual fuimos “En busca el Arca perdida” y nos enfrentamos a los horrores ocultos en “El Templo maldito”, tres años después, Steven Spielberg se hizo perdonar tamaña felonía gracias a “Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio” y la mencionada “War Horse” películas de temática muy distinta que tienen en común ser dos exquisitos platos cinematográficos preparados con los ingredientes habituales utilizados por “El Rey Midas de Hollywood” y que al finalizar provocan que nos veamos obligados a exclamar: ¡Que grande es el cine!.



Si el pelirrojo reportero creado por el autor belga Georges Remi (Hergé) fue el culpable de que Spielberg dejara con la boca abierta a crítica y público, las seis nominaciones al Premio Oscar conseguidas por su última obra maestra (Mejor Banda Sonora, Mejor fotografía, Mejor película, Mejor dirección artística, Mejor sonido y Mejor montaje de sonido) se las debe el padre del inolvidable “E.T.” a Kathleen Kennedy, su productora desde 1982 y que fue la que tras asistir en Broadway a la representación de “War Horse” – amalgama en la que se combinan musical, obra de teatro y espectáculo de marionetas, y que en la edición 2011 de los premios Tony gano en cinco categorías (Mejor obra del año, Mejor director, Mejor diseño escénico, Mejor diseño de iluminación y Mejor diseño de sonido) – le convenció para que adaptase a la pantalla grande la historia narrada en la novela homónima escrita por Michael Morpurgo y que fue publicada por primera vez en 1982.


Ted Narracott (Peter Mullan) un granjero de Devon cuya vida es una sucesión de días pequeños durante los cuales bebe para olvidar lo que vio e hizo durante sus días grandes – aquellos que le valieron las más altas condecoraciones militares por el valor demostrado durante la Segunda Guerra Anglo Boer (1899 – 1902) – espoleado por el alcohol y deseoso de darle una coz en el morro a Lyons (David Thewlis) – el codicioso terrateniente dueño de las tierras donde vive – consigue, puja mediante, hacerse dueño de un hermoso caballo.


Aunque en un principio esta más que justificada la merecida regañina que Ted recibe de su esposa Rose Narracott (Emily Watson) por culpa de la irresponsabilidad que ha juicio de esta ha sido que se gastase 29 guineas en un ejemplar nada apto para llevar a cabo las labores de labranza de las que depende su supervivencia, “la machada” se acabará tornando en una gran idea cuándo, gracias a los cuidados y a la tozudez de su hijo Albert Narracott (Jeremy Irvine), una tierra dura como la piedra sea abierta en canal por el arado tirado por el equino protagonista de la función.


Dado que por desgracia los sueños en los que los hombres del campo ven como con el sudor derramado durante ese duro trabajo que supone labrar la tierra consiguen salir de pobres y alimentar a los suyos no tienen nada que hacer ante la realidad, ante los caprichos de La Madre Naturaleza, las perdidas económicas provocadas por una impía tormenta que echo por tierra las horas dedicadas por Ted y su esposa e hijo a plantar patatas obligaran al patriarca de la familia Narracott a salvar la granja vendiendo la única posesión que les queda: Joey, el caballo de Albert.

Será así como, por un puñado de guineas, Joey pasa a convertirse en la montura del Capitán Nicholls (Tom Hiddleston) uno de los millones de hombres del Ejercito Británico que al estallar La Gran Guerra (28 de Julio de 1914 - Noviembre de 1918) fueron enviados a El Continente para aplastar a los ejércitos de El Kaiser.


Por desgracia para el bueno de Joey, la placida y tranquila vida de la que disfrutaba en la granja de la familia Narracott, se convertirá en un grato recuerdo cuándo – tras cruzar El Canal de La Mancha enrolado en la caballería inglesa – se vea obligado a cabalgar directo al horror.

Al mando del Mayor Jamie Stewart (Benedict Cumberbatch) – firme defensor de la máxima “El primer ataque puede y debe ser el definitivo” – el nuevo dueño de Joey será el encargado de hacer que este conozca el significado de “el miedo”, sentimiento este que – además de a los caballos – embargo también a sus jinetes, a los jóvenes que al oír la orden - ¡Sable en mano! / ¡Al paso! / ¡Marchen! / ¡Medio galope! / ¡A la carga! – deseosos de alcanzar la gloria recorrieron los metros que los separaban del enemigo.

Sin duda alguna la escena en la que la caballería inglesa arremete contra un campamento de soldados alemanes – a parte de ser una de los momentos más espectaculares que se ha visto últimamente en la pantalla grande – muestra claramente la razón por la cual los defensores del viejo cavalry spirit – a tenor de las derrotas sufridas por los regimientos de lanceros y húsares durante el transcurso del conflicto – tuvieron que rendirse ante los que defendían el uso de la tecnología, tecnología como la que permitió a los alemanes desarrollar la MG 08 (Maschinegewehr 08), la letal ametralladora capaz de alcanzar una cadencia de fuego de más de 400 disparos / minuto.


A raíz de una serie de vicisitudes que no es pertinente desvelar, Joey tendrá diferentes dueños, dueños de diversa procedencia y condición a través de los cuales el director que nos emociono con “La lista de Schindler” nos muestra como por culpa de un solo hombre – el nacionalista yugoslavo Gavrilo Princip que el 28 de junio de 1914 en Sarajevo asesino al Archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono del Imperio Austro-Húngaro – cambio para siempre la vida de millones de personas.


Las historias protagonizadas por los hermanos alemanes Gunther (David Kross) y Michael (Leonard Carow) , y los franceses Grandfather (Niels Arestrup) y su pequeña nieta Emilie (Celine Buckens) hacen que – tras contemplar tanto dolor y sufrimiento – nos emocionemos al ver como mientras que Gunther hace todo lo posible para proteger a su hermano pequeño, el anciano Grandfather sirviéndose de mentiras piadosas intenta evitar sin mucho éxito que la felicidad de su nieta – lo único que le queda – sea perturbada por esa guerra que, cada día que pasa, se acerca mas a los límites de su granja.

Dando fe de que en las guerras sale lo mejor del ser humano, Friedrich el patoso soldado alemán interpretado por Nicolas Bro, vuelca todo su cariño en los caballos que – sin piedad alguna – durante kilómetros de terreno embarrado y escarpado, eran obligados a tirar hasta reventar de enormes piezas de artillería.

En la última parte del film – a pesar de habernos dejado ya suficientemente claro que "La guerra quita todo a todo el mundo" – el que nos hizo sentir el pavor que embargo a los soldados que desembarcaron en Normandía insiste en su objetivo de conseguir encogernos el corazón, objetivo este que logra con creces al llevarnos a lomos de Joey hasta las tierras que, por cortesía de la Batalla del Somme, entre el 1 de Julio y el 18 de Noviembre de 1916 se convirtieron en lo más parecido a una sucursal de El Infierno.


Y es que dicha batalla, una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, y que tras de si dejo más de un millón de bajas entre ambos bandos, fue sin duda alguna el mayor ejemplo de que animales como los caballos son mucho más civilizados que muchos humanos, y es que - a pesar de que sea muy reprochable que no muestren ningún interés en controlar el esfínter durante los marciales desfiles que se celebran El Día de Las Fuerzas Armadas – por muchos siglos que pasen jamás se rebajarán a nuestra altura y, con objeto de conquistar a penas dos mil metros de terreno baldío, sin temblarles el pulso mandarán al matadero a millones de sus congéneres.

La mano del tiempo descansó sobre la marca de la media hora, y a lo largo de toda la vieja línea del frente de los ingleses vino un silbido y un llanto. Los hombres de la primera oleada escalaron los parapetos, en tumulto, oscuridad, la presencia de la muerte, y habiéndose hecho con todas las cosas agradables, avanzaron sobre la tierra de nadie para comenzar la Batalla del Somme - John Masefield


miércoles, 25 de abril de 2012

Personas y libros que hacen que la vida merezca la pena ser vivida


Suele suceder que cuando la vida te sonríe y, metido en el traje y la piel del pirata que llaman por su bravura el Temido, navegas en un velero bergantín que va con diez cañones por banda y viento en popa y a toda vela, te olvides un poco de aquellos que estuvieron a tu lado cuando por culpa de los navíos enemigos y la tormenta – ya estuvieras en Asia, Europa o Estambul – te era prácticamente imposible abordar y apresar ese galeón al que “los cursis” han bautizado con el nombre de “La Felicidad”.

Aunque sería muy osado por mi parte recitar a voz en grito Veinte presas hemos hecho a despecho del inglés, y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies, lo cierto es que puedo afirmar que soy un hombre muy afortunado por ser dueño de “La Isla del tesoro” en la que un buen día a accedieron a hacer escala todos aquellos que llenaron de significado la palabra “Amistad” gracias por ejemplo a esos SMSs con los que me invitaban a abandonar mi “retiro espiritual”, y a los que tantas veces yo respondí con “mensajes en clave” del siguiente jaez: Con objeto de meditar sobre lo divino y lo humano esta noche un servidor dejará a sus unidades de choque velando armas en sus cuarteles de invierno.



Dado que esa selecta fuerza de elite – de la que forman parte tanto los “Rebeldes” a cuya causa me uní en los tiempos del insti como “Los Lobos del Águila” que me acompañaron en ese “Viaje al fin de la noche” durante el cual hicimos parada y fonda en buena parte de los antros de perdición de La Villa de Jovellanos - ya ha tenido su pertinente homenaje en este espacio de divulgación hoy quiero con las siguientes líneas dejar constancia de mi agradecimiento a otros buenos amigos míos: los libros.

Aunque para mi dentro de la cultura – lo que fue definido por T. S. Eliot como “Aquello que hace que la vida merezca la pena ser vivida” – están tanto mis discos de heavy – metal como mis libros, lo cierto es que – gracias a las deliciosas horas que me brindan estos últimos - en caso de incendio me decantaría por salvar “El triángulo vikingo” en detrimento de los discos de viking – metal con los que a volumen brutal aTHORmento al vecindario.

He buscado el sosiego en todas partes, y sólo lo he encontrado sentado en un rincón apartado, con un libro en las manos, esta frase acuñada por el teólogo alemán Thomas De Kempis (1380-1471) bien podría utilizarla yo pues bien sabe Dios que cuando “Los Pilares de la Tierra” sobre los que se asentaba mi mundo amenazaban con derrumbarse, con la lectura de libros como “Ensayo sobre la ceguera” busque el cristal capaz de conseguir que vivos colores se llevasen por delante el color negro con el que los golpes del destino habían pintado el panorama que yo contemplaba desde el puente.

La frase de Hermann Hesse - Los libros sólo tienen valor cuando conducen a la vida y le son útiles – es la más pertinente para mí a la hora de evaluar los libros de ingeniería a las que tantas horas dedique, y gracias a los cuales – a parte de aprender todo lo referente a motores, engranajes, rodamientos y acoplamientos – descubrí como el acero con el que se forjaron las espadas con las que se cercenaban cabezas , siglos después se utiliza para la realización de los perfiles a partir de los cuales se construyen los puentes con los que se unen países, culturas, pueblos…


Si bien es cierto que, al igual que el poeta y escritor Giovanni Papini (1881 – 1956), Cuando era joven leía casi siempre para aprender; hoy, a veces, leo para olvidar de un tiempo a esta parte, en mis sobrecargadas estanterías, se han hecho un hueco libros que al ser abiertos por mi me recuerdan momentos que me acompañarán “De aquí a la eternidad”.


Sin duda alguna uno de Los Secretos más inconfesables que oculto a mis camaradas de «La Hermandad Heavy» es que es “Gracias por elegirme” la canción que suena en mi cabeza mientras, con el cuchillo entre los dientes, me deleito con la lectura de “La elegida de La Muerte”, la novela que adquirí para celebrar que “la andanada de comentarios fuera de lugar” que solté mientras la acompañaba hasta su humilde morada, y entre los que estuvo “vaya luna llena que hay, solo falta que salga una loba”, no fueron impedimento para que, una bendita tarde de Mayo, «La Amazona que cruzo el Ruhr a galope tendido» accediese a que sus barbarás hordas germanas se volviesen a encontrar en el campo de batalla con mis legiones aún a sabiendas de que, a la señal “Ira y Fuego” - sin encomendarme ni a Dios ni al Diablo y sin pensar ni un segundo antes de abrir mi “bocaza” - volvería a darle el parte sobre las lamentables hazañas bélicas que jalonan mi hoja de servicios, y las bondades de los grupos de heavy – metal con los que aplacaba a “Mis Demonios & Mis Fantasmas”.



Fue el 6 de Septiembre cuando no pude evitar añadir a mi particular Biblioteca de Alejandría la novela “Alexandros”, novela esta con la que pretendía en cierta manera recordar que durante el Verano 2011 – a pesar de que con treinta y cuatro años, dos meses y tres días me sería ya imposible conquistar el mundo a lomos de Bucéfalo - me sentí tan bravo como el hijo de Filipo II, rey de Macedonia, gracias al inmenso botín de guerra que supusieron para mí todas y cada una de las tardes durante las que, sobre las ardientes arenas de la Playa de Poniente, fui compañero de armas de una fémina cuyas hermosas formas bien podrían haber sido obra del escultor Bert Gerresheim, el artífice de “Stadterhebungsmonument”, el espectacular monumento que rinde homenaje a los ciudadanos de Düsseldorf y de Colonia que, el 5 de junio de 1288, comandados por el Conde de Berg vencieron en la Batalla de Worringen a “Los Caballeros del Apocalipsis” al servicio de Siegfried von Westerburg (Arzobispo de Colonia).


Cuando ya prácticamente había perdido la esperanza de que tuviese éxito “El Asedio” de mis tropas al Castillo de Blankenstein, la fortaleza donde estaban acantonadas las huestes de «La Doncella Guerrera que surgió del frío de Bochum», el 8 de Febrero – lo que en principio para mí se antojaba como “Cualquier otro día” – siguiendo las indicaciones dadas por “El mapa del Cielo” empezó mi travesía junto a la mencionada moza, la culpable de que La Luz rasgase el manto de oscuridad que arropaba a “El Fantasma de la Opera” que yo un día fui.



"El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos" esta memorable frase que Ilsa (Ingrid Bergman) le soltaba a Rick (Humphrey Bogart) en esa obra maestra del Séptimo Arte que es “Casablanca” bien podría “fusilarla” yo en estos días en los que por sorpresa para mí mis preocupaciones - el paro, la crisis económica y el mas que factible Holocausto Nuclear – han perdido la batalla ante el amor de esa mujer a la que bien se podría equiparar con “El violinista de Mauthausen” que con las bellas melodías extraídas a su instrumento llego a eclipsar por un momento al horror parido por los nazis.


Dado que el pasado 23 de Abril fue para mí un día muy especial por ser el primer Día del Libro en el que tuve el inmenso honor de escribir mí particular novela de caballería junto a «La admiradora de la obra de Lope de Vega y Carpio», este blog, a parte de servir para homenajear a la lectura, es una excelente excusa para hacerle saber a la mencionada dama que - a pesar de que nunca seré yo digno de inspirar a los trovadores que escribieron el cantar “Ultimas pasiones del caballero Almafiera” – sin temor en la mirada y empuñando “La espada de San Jorge” me enfrentaré a los dragones que la acechen para demostrarle mi valor y de paso agradecerle que consiguiese que volviese a germinar la esperanza en “El Jardín impío” que hasta que llego ella un servidor tenía por corazón.


domingo, 22 de abril de 2012

“Águila Roja”: Simplemente, gracias


Llega un momento en la vida de todo hombre en el que es justo y necesario saldar cuentas con aquellas personas a las que te sientes agradecido por haber contribuido de una u otra manera a que tu paso por ese Valle de Lagrimas que es nuestra existencia sea más llevadero.

Aunque algunos de ellas están muertas, y otras – por su escaso dominio de la lengua de Cervantes o cosas mejores que hacer – no se molestarán en leerlo no quiero dejar pasar la ocasión de rendirles el tributo que sobradamente se han ganado, un tributo que en última instancia tiene como destinatarios a los culpables – a los benditos culpables – de que, el 22 de Abril de 2011, los generales al mando de mis tropas tuviesen sobrados motivos para dar luz verde a la operación “Conquista a sangre y fuego de los dominios de «La Doncella Guerrera que surgió del frío de Bochum»”.

Empezando por el final de la lista, la primera persona a la que el Rosendo que hay en mí le esta inmensamente agradecido expiró su último aliento en Cross Plains, (Texas) 41 años antes de que yo viese la luz una noche de Julio de 1977 en el Hospital de Cabueñes.

Esa persona – la cual respondía al nombre de Robert Ervin Howard – seguramente, abandono este mundo cruel sin imaginar ni por un momento que, décadas después de su muerte, sus “hijos artísticos” más famosos - “Conan, el Bárbaro” y “Solomon Kane” - seguirían proporcionando gozosas horas a los amantes del subgénero «espada y brujería».

Aunque la fama de dichos personajes empezó a labrarse en los relatos de aventuras históricas y fantásticas publicados durante los convulsos años 30 en la revista Weird Tales, es justo reconocer que – entre finales de los 80 y principios de los 90 - el guionista Roy Thomas y el dibujante John Buscema, nacido como Giovanni Natale Buscema, tuvieron buena culpa de que gracias a sus comics protagonizados por el cimmerio nacido de la misma sangre de la guerra, un servidor disfrutase de algunas de las horas más deliciosas de su “infancia / adolescencia”, horas estas durante las que – allá en las lejanas e inhóspitas tierras de Hyboria – conseguía olvidar que los pérfidos brujos que me daban clase en el colegio habían invocado a “Los Dioses del Suspenso” para que me amargasen las vacaciones estivales.


Puestos a agradecer a cuenta del personaje más famoso de Robert E. Howard, sería yo merecedor de ser decapitado por La Espada Salvaje de Conan si no dedicase unas palabras de agradecimiento a Oliver Stone, guionista de la extraordinaria película dirigida en 1982 por John Milius, y culpable de que de la boca del Conan al que dio vida Arnold Schwarzenegger saliese la más memorable respuesta que se ha dado y se dará a la pregunta ¿Qué es lo mejor de la vida?: Aplastar enemigos, verlos destrozados y escuchar el lamento de sus mujeres.



Ser un niño en la década de los 80 – a pesar de ese trauma que suponía tener que irse a la cama por culpa de los dos rombos que indicaban que una película no era tolerada para menores – tuvo como gran ventaja permitirme disfrutar de series de televisión por cortesía de las cuales me reí con las aventuras de “El Gran Héroe Americano”, vibre con las andanzas de “El Equipo A” y comprobé que ser un hortera vistiendo no era impedimento para ser uno de los mejores polis de la brigada antivicio que luchaba contra la “Corrupción en Miami”.


No obstante a pesar de todas las gratas horas que les debo, y que, llegado el verano, me sea imposible pasear por El Muro San Lorenzo sin que suene en mi cabeza la sintonía de cabecera de la serie que hizo mundialmente famosas las camisas floreadas que con tanta clase y estilo lucia Sonny Crockett (Don Johnson), sin duda alguna, fue “MacGyver” el show televisivo cuyo recuerdo quedo marcado a fuego en mi memoria sentimental.

Ante tal tesitura, en mi lista de agradecimientos varios no podía faltar Lee David Zlotoff, el hombre que convenció a la cadena CBS para poner en marcha la serie protagonizada por Angus MacGyver, el agente secreto a sueldo de la Fundación Phoenix que nos enseño a los crecimos con el ruido y la furia de los disparos de los fusiles de asalto M – 16 empuñados por Anibal, Fénix, Murdoch y M.A. Baracus que se podía vencer a los malos empleando únicamente la inteligencia.


Gracias al personaje encarnado por Richard Dean Anderson, ese guaperas cuyas bellas facciones tantas capetas adolescentes forro, aprendimos entre otras cosas que con unas cuantas chocolatinas se podía evitar una fuga radiactiva, que un bolic bic bien podía servir para hacer un laser y que valiéndose de la tiza empleada para obtener un buen agarre entre un taco de billar y la bola a golpear se podían conseguir las huellas digitales de una persona, en fin cosas muy útiles para nuestra vida diaria y motivo más que suficiente para justificar que dejase yo de hacer los deberes al segundo de ser mis oídos agasajados por la magistral intro compuesta por Randy Edelman.



Dada mi afición al cine no podía faltar mi agradecimiento a todos aquellos que con sus obras consiguen que durante unas horas nos olvidemos de la dura realidad y lleguemos a creer que son posibles los finales felices.

Aunque estoy seguro de que muchos pensarán que son Chuck Norris, Sylvester Stallone y Jean Claude Van Damme los que a mi juicio engrandecen a El Septimo Arte, lo cierto es que si tuviera que decantarme por una de las personas que con su trabajo dignifica a la industria cinematográfica esta sería Ridley Scott.

Dado que sería imposible abarcar en un solo blog la obra del inglés de Tyne y Wear, me conformare con agradecerle simplemente que fuese el artífice de “Blade Runner”, “Gladiator”, “Black Hawk Down” y “Robin Hood”.


Si la primera me emociono con la muerte de uno de los replicantes que tuvieron la fortuna de ver naves de guerra ardiendo más allá de Orión o Rayos – C, y la tercera me inspiro a la hora de lanzarme al cortejo - Haces que me sienta tan bravo como los DELTA FORCE que rescataron a los RANGERS del infierno en el que se habían convertido las calles de Mogadiscio (Somalia) - la película sobre el general Máximo Décimo Meridio, a parte de provocar que perdiese la poca cordura que me quedaba, motivo que antes de ordenar a mis legiones que carguen a la señal “Ira y Fuego” las arengue con la soflama: Manteneos firmes, no os separéis de mí. Si os veis cabalgando solos por verdes prados, el rostro bañado por el sol, que no os cause temor. Estaréis en el Elíseo y ya habréis muerto. ¡Hermanos! Lo que hacemos en la vida tiene su eco en La Eternidad.



Por desgracia hacerse mayor tiene como consecuencia descubrir que este mundo en el que habitamos es un mundo salvaje debido en buena medida al empeño que tenemos los humanos en matarnos unos a otros por las más nimias razones.

Fruto de tal circunstancia los telediarios tienen por desgracia que dedicar demasiados minutos a glosar lo acontecido en aquellos países donde ese gran fracaso que es la guerra permite triunfar a La Dama de La Guadaña, dama esta que – hace 20 años – puso sus huesudas y frías zarpas sobre miles de yugoslavos, sobre aquellos infelices victimas de las atrocidades cometidas por los tres bandos que se enfrentaron durante La Guerra de Los Balcanes, el sangriento conflicto del que tuvimos noticias gracias a profesionales de la información como Arturo Pérez - Reverte.

Es precisamente el murciano de Cartagena el que ocupa el siguiente lugar en la lista de agradecimientos, lista en la que tiene cabida por ser el autor de las novelas sobre las andanzas de El Capitán Alatriste, aquel que, enrolado en Los Tercios de Flandes, sirvió a reyes sedientos de avaricia que, debido a su ansia por expandir sus dominios, no dudaron en sumir a sus vasallos en la miseria, una miseria que se codeaba con la grandeza de las obras de Lope de Vega y Carpio o Francisco de Quevedo, escritores estos con los que el militar mencionado anteriormente compartió jarras de vino y vivió aventuras en aquellos días en los que en los callejones de La Villa y Corte no ser diestro con la espada era la forma mas rápida de conseguir que, por cortesía de medio palmo de acero metido entre pecho y espalda, fueses al encuentro de El Creador antes de tiempo.


Como no podía ser menos, La Música - esas siete notas clásicas que forman cualquier clase de combinación – también ha sido importante en mi vida pues, a parte de hacerme mágico, me ayudo en mi batalla contra “Mis Demonios&Mis Fantasmas” esas fuerzas oscuras a las que tantas veces hice frente con el ruido y la furia de IRON MAIDEN.

Aunque llegaron a mi vida demasiado tarde lo cierto es que Steve Harris, Bruce Dickinson, Dave Murray, Adrian Smith, Janick Gers y Nicko McBrain no tardaron en hacerse imprescindibles.


Y es que a pesar de que me hicieron tener “Miedo a la oscuridad” - los que, al ver llegar a Los Soldados Azules del otro lado del mar, gracias al grito “Corre a las colinas” salvaron la vida del "piel roja" que hay en mí - bien se merecen mi mas sincero agradecimiento por hacerme ver que “Puedo jugar con la locura”, y por conseguir que la simple escucha de su himno – homenaje a La Brigada Ligera – además de transportarme en el tiempo hasta el 25 de octubre de 1854, el día en el que, en las llanuras de Balaklava, los 661 soldados de dicho cuerpo perdieron la vida tras lanzar una carga suicida contra la artillería rusa – me proporcione el coraje que, a parte de permitirme enfrentarme sin temor en la mirada a los golpes de la vida, impide que los lamentos y la autocompasion consigan que mi existencia sea una sucesión de “Años perdidos”.



No obstante, a pesar de que las gratas horas que me proporcionaron la escucha de sus discos y lo grandiosas que fueron las noches durante las cuales los vi en vivo y en directo son motivos más que sobrados para que los seis caballeretes oriundos de La Pérfida Albión ocupasen el primer lugar en mi lista de agradecimientos – son cuatro españolitos de a pie, concretamente Daniel Écija, Juan Carlos Cueto, Pilar Nadal y Ernesto Pozuelo - los creadores de “Águila Roja” - los que ocupan el puesto de honor en detrimento de los miembros de la banda que, desde hace más de treinta años, consigue que los heavys del mundo nos estremezcamos de alegría ante la idea de ser atrapados por «La Doncella de Hierro».



Fue el 19 de febrero de 2009 cuando – por cortesía del exquisito gusto de los responsables de programación de Televisión Española – tuve el inmenso placer de ver el primer episodio de la mencionada serie, serie a la cual aquella bendita noche me enganche sin imaginar por un momento que el éxito que cosecharían tiempo después las andanzas de su protagonista principal iban a conseguir que – dos año, dos meses y tres días después – en la sala de los Cines YELMO donde fue proyectada su adaptación a la pantalla grande se pondría en marcha la maquinaría militar gracias a la cual cambio mi vida.



Mi fascinación nunca ocultada por la serie ambientada en El Siglo de Oro de España (s. XVII) y que narra las andanzas de Gonzalo de Montalvo (David Janer) – maestro de escuela que en su tiempo libre, enfundado en el traje de “Águila Roja”, se dedica a evitar que el vulgo sea victima de las injusticias y desmanes de los poderosos que durante el reinado de Felipe IV hacían y deshacían a su antojo – fue culpable de que alguna que otra vez fuese yo objeto de chanza, befa y mofa por parte de mis queridos aliados en la batalla, aliados a los que, el 5 de Febrero de 2011, se unió «La Doncella Guerrera que surgió del frío de Bochum»”.


Aunque bien sabe Dios que, ante el temor de agotar las prorrogas por estudios, baraje seriamente la posibilidad de fingir un embarazo para evitar convertirme en uno de los reclutas que, por cortesía del servicio militar obligatorio, se levantaban al son de “Quinto Levanta / Tira de la manta / Quinto Levanta / Tira del mantón / Que viene el sargento con el cinturón”, la amena conversación gracias a la cual, aquella bendita noche, descubrí que, al igual que yo, la mencionada dama se emocionaba y vibraba con las andanzas del mencionado justiciero enmascarado fue la culpable de que – dos meses y doce días después – me metiese en el uniforme y la piel de un miembro del Special Air Service (SAS), y siguiendo a rajatabla el lema de dicho Regimiento - Who Dares Win: "Quien arriesga gana" – me decidiese a proponerle que me acompañase el 22 de Abril de 2011 a ver el estreno de la película protagonizada por “nuestro héroe”.


Si bien en un principio la tamaña osadía de la que, mensaje de Facebook mediante, había hecho gala me hizo temer que la destinataria de la invitación contratase a un cosaco para que este con un certero sablazo separase mi cabeza de mi cuerpo, vivido lo vivido junto a ella desde el día en el que accedió a acompañarme a ver la pequeña obra maestra dirigida por José Ramón Ayerra estoy en condiciones de afirmar que mi mayor hazaña bélica en el plano personal tuvo lugar la bendita Hora Zulu en la que me lance al asalto de sus posiciones con el ardor guerrero de Las Ratas del Desierto que a las ordenes del mariscal de campo Bernard Law Montgomery se enfrentaron en las ardientes arenas del desierto africano al Deutsches Afrikakorps (DAK) comandado por Erwin Rommel “El Zorro del Desierto”.


Aunque la tinta de la entrada para la película “Águila Roja” – que desde aquel día guardo como oro en paño – mas pronto que tarde se deshará como lágrimas en la lluvia, por muchos años que pasen, jamás olvidaré que fue un 22 de Abril cuándo «La Hacedora de Lluvia que desencadeno la tormenta perfecta que sello y borro las grietas de mi vida» consiguio que se pusiese en marcha la maquinaría militar que provoco que el corazón del que en aquellos días se sentía como un miserable cobarde fuese poseído por el valor del héroe embozado que, desde los tejados, vela por la seguridad de los habitantes de La Villa y Corte.


Como no podía ser menos, no quiero poner fin a este testamento sin recordarle a «La Doncella Guerrera que surgió del frío de Bochum» que, ya sea con greñas o con pelo corto, con camisetas heavy de IRON MAIDEN o vestido como “una persona normal”, “Aquí estaré” pues se bien que junto a ella – aunque el viento duro de Poniente empuje a mi drakkar vikingo contra los arrecifes, y el acero de las espadas con las que “Mis Demonios&Mis Fantasmas” arremetan contra mí sea tan duro como el de las piezas que se mecanizan en los talleres de FCP (FELGUERA CALDERERIA PESADA S.A.) - ni mi alma se quebrara ni la llama del valor que arde en mi interior se apagara.


sábado, 21 de abril de 2012

Narco sevillano, soy del GRUPO 7 y como a un saco de boxeo te tratare, de puñetazos y patadas te cubriré


Los que nacimos a finales de los 70, por fortuna o por desgracia, durante nuestra infancia – a la hora de llenar nuestras horas de ocio con lo que “ponían” en “La caja tonta” – a diferencia de los niños de ahora que tienen un gran abanico de canales, solo teníamos dos cadenas, La Primera y La Segunda.

Dado que “La Segunda” siempre fue vista con malos ojos por los amantes del entretenimiento que no requiere pensar mucho, era mayormente TVE – 1 el canal que mayor índice de audiencia tenía, índice este que alcanzaba niveles estratosféricos cuando - programas de variedades mediante – hacían acto de presencia José Luis Perales, Juan Pardo, Bertín Osborne y ese “Bandido” que responde al nombre de Miguel Bose, y que – dados sus “viriles” bailes y las pintas con las que aparecía en los platós de Televisión - más de una vez sirvió a los padres de aquella época – nada amigos de lo políticamente correcto – para advertir a sus hijos varones que si un día se les pasaba por la cabeza aparecer por casa ataviados con “faldita” era muy probable que amablemente les invitasen a irse con sus “mariconadas” a otra parte.


Aunque sea muy discutible el gusto que tenía el muchacho a la hora de elegir su indumentaria hay que reconocer que – a pesar de las represalias que puedan tomar contra mí mis estimados hermanos de La Hermandad Heavy – la música pop de los 80, cantada en la lengua de Cervantes, le debe mucho.

Gracias al que estremeció a ellas y a ellos al cantar - Seré el amante que muere rendido / Por amor por amor malherido – fuimos muchos los que, en 1984, tuvimos las primeras noticias sobre las bondades de “Sevilla”.



Fue precisamente en la ciudad andaluza a la que – cautivo de amor – el hijo del torero Luis Miguel Dominguín estaba dispuesto a cubrir de oro y diamantes, donde – a principios de 1986, y con objeto de limpiar las calles de gente poco recomendable que pudiese empañar la imagen de España durante la celebración de Exposición Universal de Sevilla 1992 - se puso en marcha un dispositivo policial que dio lugar a la formación de unidades especiales como el “Grupo 7” sobre el cual el director Alberto Rodríguez ha fijado el objetivo de su cámara.


Antonio de la Torre – periodista deportivo que un buen día dejo su trabajo estable en Canal Sur Televisión para, en un alarde de osadía por su parte, empezar de cero en el inestable negocio del cine – da vida a Rafael un policía de métodos expeditivos que – a consecuencia de la muerte de su hermano toxicómano – cual ángel exterminador, dedica todo su empeño en acabar con los traficantes de droga que con esa letal mercancía con la que tantos pobres diablos olvidan sus penas se hicierón dueños y señores de las barriadas sevillanas más deprimidas.


Para llevar a cabo tal misión, a la veteranía de sus compañeros Miguel (José Manuel Poga) y Mateo (Joaquín Núñez) se unirá la sangre nueva que aporta Ángel, un joven y ambicioso policía al que encarna el “guapito” Mario Casas, arquitecto de esos sueños en los que las adolescentes que llevan sus carpetas forradas con fotos suyas se ven conversando con él sobre lo divino y lo humano.

Partiendo de la premisa “Grupo Salvaje policial vs Narcotraficantes” Alberto Rodríguez ha construido un vibrante film que no tiene nada que envidiar a los thrillers policiacos Made in USA, impresión esta que queda reforzada gracias a las espectaculares escenas de acción.


A lo largo de 90 minutos – muy bien aprovechados – somos testigos de cómo, a medida que avanzan las espectaculares obras de ingeniería que requirió La Expo ´92, aumenta el prestigio del “Grupo 7” gracias a las grandes cantidades de droga que decomisan durante sus espectaculares redadas, redadas que – en buena medida – son fruto de “las traviatas” cantadas por aquellos que son cubiertos de puñetazos y patadas por Rafael y los suyos.


A través de Don Julián (Carlos Olalla) – superior jerárquico del “Grupo 7” – ante los métodos poco ortodoxos empleados por este y que tan jaleados fueron en los 80 en films como “Cobra”, “El justiciero de la noche” y “Harry El Sucio”, se retrata de esos políticos de doble moral que cuando las cosas van bien son los primeros en dejar que su pétreo rostro sea retratado, y que por el contra, cuando ven que la sangre puede salpicar sus impolutos trajes, son los últimos en enterarse de las “travesuras” de sus subordinados.

A parte de lo bien resuelta que esta la parte del film que muestra al “Grupo 7”, caben destacar esos momentos en los que se muestra el lado más humano de los miembros del grupo.

Rafael, un tipo solitario que al acabar la jornada busca en la bebida una forma de escapar de la soledad, encontrará en Lucía (Lucía Guerrero) la mejor forma de redimir sus pecados, y de llenar el vacio dejado por la muerte de su hermano.


Mateo – un tipo cuyas orondas formas no encajarían en las pelis de polis americanas – a través de su relación con La Caoba (Estefanía de los Santos) – una veterana prostituta que hace las labores de “informadora” – da fe de que es muy fina la línea que hay entre los buenos y los malos, y que llevar pistola y una placa de policía no es impedimento para tener cierta afinidad y un poco de compasión con los que están al margen de la ley.

A este respecto cabe también señalar la relación que se entabla entre Ángel y Joaquín (Julián Villagrán) un chivato que para ver a sus amigos tiene que ir al cementerio en el que están enterrados y que sirve para poner rostro a todos aquellos desgraciados podridos por dentro y por fuera que un maldito día, por cortesía de la heroína – ese diablo vestido de ángel - comenzaron a transitar su particular camino hacía El Infierno.



En definitiva nos hayamos ante una película que – por sus espectaculares escenas de acción, por su cuidada ambientación que nos muestra tal como éramos, y por sus bien dibujados personajes – a parte de merecer ocupar un puesto de honor en los altares del cine patrio – al igual que “No habrá para los malvados” – deja claro que el cine español puede ser también sinónimo de calidad.

lunes, 9 de abril de 2012

Viaje al corazón de las tinieblas en compañía de «La hija del “Cowboy de medianoche”»


Dos años antes de que un servidor, como integrante del equipo de fútbol del C.P. Santa Olaya, demostrase que era un inútil total para la práctica del balompié, enrolado en el equipo de baloncesto del C.P. Sagrado Corazón, certifico que habría sido una BLASfemia por su parte afirmar que había nacido para ser el relevo natural de Juan Antonio San Epifanio “EPI”.

Si bien mi poco productiva trayectoria profesional como jugador de baloncesto me impidió ganar un puñado de euros por cortesía de esas pedradas mías que hacían temblar el tablero, le estoy muy agradecido por el echo de haberme “descubierto” – partidos retransmitidos por Ramón Trecet, mediante – que el país del que había surgido ese gigante de esponjosos cabellos que respondía al nombre de Dražen Petrović se llamaba República Federal Socialista de Yugoslavia.


Tuvieron que pasar cuatro años para que esa bendita tierra volviera a captar mi atención, “una atención” que consiguió gracias al estallido de La Guerra de los Balcanes.

Yugoslavia - un país que hasta la fecha era conocido por las soberanas palizas que los bigardos nacidos allí les metían a los equipos españoles de baloncesto – a raíz del final de la Guerra Fría y el posterior desmoronamiento del régimen comunista que durante 35 años había dirigido con mano de hierro el Mariscal Josip Broz "Tito" a medida que pasaba el tiempo se convirtió en un polvorín en el que a la siempre tensa convivencia entre musulmanes, serbios y croatas se añadieron factores políticos y religiosos: exaltación nacionalista, crisis políticas y problemas sociales y de seguridad que al fin y a la postre dieron lugar a una escalada de tensión que alcanzo su punto álgido el 6 de Abril de 1992, el día en el que sobre el pavimento del Puente de Vrbanja (Sarajevo) cayeron abatidas Suada Dilberovic y Olga Sucic, las dos primeras víctimas de los francotiradores serbios.


Lo que en un principio fue calificado como un incidente aislado por los más optimistas, a parte de ser la mecha que hizo saltar por los aires el polvorín balcánico, dio a lugar a que en el bello país centroeuropeo se abriese una sucursal de El Infierno gracias a las atrocidades llevadas a cabo por Los Chetniks (milicia serbia nacionalista); los sucesores de “Los Ustaše” (milicias croatas pronazis) que durante la II Guerra Mundial, al grito Za dom (Para la patria) masacraron a judíos, gitanos y serbios cristianos ortodoxos; y los grupos paramilitares Bosnio – Musulmanes - “The Mosque Doves” (Los Santos de La Mezquita) o “Dzamijski Golubovi” – los cuales, en nombre de Ala, llevaron a cabo auténticas barbaridades junto los "guerreros santos" (Muyahidines) llegados de países islámicos, y que en aquellos días en los que El Comunismo era El Satán Rojo al que había que aniquilar eran para EEUU unos chicos muy simpáticos cuyo único defecto eran sus descuidadas barbitas.


Mientras los miles de litros de sangre roja que se derramaban en aquellas latitudes amenazaban con convertirse en un río tan caudaloso como el Miljacka - “El Río de Sarajevo” - Europa - esa señora tan culta y divina de la muerte – se la cogía con papel de fumar y se negaba a solucionar por la fuerza sus problemas domésticos para así evitar ser comparada con “los putos yankees” esos tipos tan brutotes y con tan poco clase que si tres años después, cientos de matanzas y miles de violaciones después, no hubiesen intervenido, seguramente, a día de hoy, entre loas y loas a las hazañas deportivas de Leo Messi y el poligonero Cristiano Ronaldo, los noticieros seguirían dando el parte de lo acontecido en la patria del FK Partizan Belgrado gracias al buen hacer los profesionales (cámaras, reporteros, productores, montadores) que en busca de la noticia se jugaban la vida en “Territorio Comanche”, lo que Arturo Pérez-Reverte definió como: “El lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta; donde siempre parece a punto de anochecer y caminas pegado a las paredes, hacia los tiros que suenan a lo lejos, mientras escuchas el ruido de tus pasos sobre los cristales rotos. El suelo de las guerras está siempre cubierto de cristales rotos. Territorio comanche es allí donde los oyes crujir bajo tus botas, y aunque no ves a nadie sabes que te están mirando."


20 años y un día después del comienzo de la sangrienta guerra civil ha sido un buen momento para visionar “En tierra de sangre y miel” (2011), película que nos lleva hasta el corazón de las tinieblas y nos da sobradas razones para comprender porque a día de hoy no hay motivos para creer que en aquellos lares vuelva a ser posible la convivencia pacifica entre las tres comunidades.



Y es que tendrán que pasar muchos años para que las buenas intenciones que, bombardeos mediante, el 14 de Diciembre de 1995 en París (Francia), fueron plasmadas por Slobodan Milošević (Serbia), Alija Izetbegović (Bosnia-Herzegovina) y Franjo Tudjman (Croacia) en los llamados Acuerdos de Dayton consigan que los 100.000 muertos y más de 2,2 millones de refugiados y desplazados que dejo la guerra dejen de ser un lastre para la construcción del futuro, y es que como bien apunto el analista político Momir Dejanovic: "La inexistencia de una verdad sobre la guerra, la falta de disposición a juzgar los crímenes, la continuación del saqueo son las consecuencias más serias del conflicto bélico que tienen impacto en nuestra actualidad y en nuestro futuro".


Antes de proceder a la crítica es pertinente destacar que el film supone el debut como guionista y directora de Angelina Jolie, la cual, para sorpresa de propios y extraños, ha realizado un extraordinario trabajo, trabajo con el que - a parte de conseguir una nominación a los Globos de Oro en la categoría Mejor película de habla no inglesa – se hizo justa merecedora del Corazón de Sarajevo, premio honorífico que le fue entregado durante la última edición del Festival de Cine de Sarajevo, y con el que, según palabras de Mirsad Purivatra, director del certamen, se le reconocía su gran impacto en el mundo del cine, y su participación activa en las complejidades del mundo real en el que vivimos.


No obstante a pesar de las loas que se ha granjeado por parte de la critica especializada, seguramente lo que más ha satisfecho a la protagonista de “Tomb Raider” fue los aplausos de las 5.000 personas que, el pasado 14 Febrero, abarrotaron el pabellón olímpico de Sarajevo 'Juan Antonio Samaranch', lugar donde tuvo lugar el estreno de su Opera prima, estreno que tal como expuso uno de los allí presentes - el intelectual francés Bernard-Henri Lévy – provoco un torrente de emociones: Durante su proyección en Sarajevo, la víspera de su presentación en París, “En tierra de sangre y miel” fue acogida por una multitud que dudó por espacio de varios minutos entre las lágrimas y los vítores. Normal. Esas mujeres violadas que callaban desde hacía veinte años, los hijos de esas violaciones que, a punto de llegar a la edad adulta, vivían su genealogía como un oprobio, esa sociedad bosnia que tenía en tales hechos su secreto más doloroso... Y de pronto una gran actriz, que además es una gran dama, pone su prestigio a su servicio y, por primera vez, les permite volver a levantar un poco la cabeza.

Sin duda alguna tamaño éxito hará que Jolie se olvide de los obstáculos y furibundos ataques a los que se tuvo que enfrentar cuándo - jugándose su dinero e incluso su seguridad personal – puso en marcha tan arriesgado proyecto, el cual, desde un principio, no fue ajeno a la polémica.

La película – cuyo reparto esta integrado por actores procedentes de diversas partes de la antiguaYugoslavia, muchos de los cuales eran supervivientes de la guerra – se enfrento a su primer escollo cuando ultras serbios amenazaron con atentar durante su rodaje en Sarajevo, a consecuencia de ello el equipo de rodaje se vio obligado a trasladarse a Hungría, más concretamente a Budapest y Esztergom, ciudades estas donde, rodeado de un importante dispositivo de seguridad, se desarrollo la filmación durante Octubre y Noviembre de 2010.


Por si fuera poco lo anteriormente mencionado la propagación del falso rumor que afirmaba que la historia versaba sobre una mujer bosnia que se enamoraba de su violador serbio provoco el frontal rechazo de la Asociación de Mujeres Bosnias Víctimas de la Guerra, y la consiguiente revocación del permiso de rodaje. Finalmente tras presentar el guion al Ministerio de Cultura de Bosnia el permiso fue restableció inmediatamente y se pudo llevar a cabo del rodaje de escenas en el país.


Ajla (Zana Marjanovic) es una joven musulmana que como tantos otros bosnios solo pretende vivir en paz y hacer realidad sus sueños, en su caso conseguir ganarse la vida como pintora. Por desgracia para ella, el estallido de la contienda, a parte de aniquilar sus sueños y esperanzas, la convertirá en una de las miles de “esclavas sexuales” que, a lo largo de todo el país, llenan los campamentos del bando serbio, bando este que – al igual que los otros dos (musulmanes y croatas) – siguiendo una perversa táctica militar utilizaron la violación como arma de guerra.


En el campamento al que ha sido destinada será donde se cruce en su camino Daijel (Goran Kostić) un joven serbio al que – antes de que empezase a sonar la siniestra Danza de La Muerte – conoció en una de esas discotecas de Sarajevo donde los jóvenes yugoslavos, dejando de lado al Dios al que rezaban y sus ideas políticas, bailaban abrazados.


Daijel, con objeto de librar a Ajla del tormento al que son sometidas sus desgraciadas compañeras de cautiverio, decide convertirla en su compañera. De esta forma, al caer la noche, mientras los hombres a su mando dan rienda suelta a las depravadas bestias que llevan dentro, Daijel inicia una extraña alianza con Ajla, la cual, en lugar de ser para él un objeto sexual para uso y disfrute, se convierte en el clavo ardiendo al que se agarra para conservar la humanidad que aún no ha perdido durante su participación en la operación de limpieza étnica que, con objeto de construir La Gran Serbia, han emprendido patriotas tan fanáticos y sanguinarios como su padre, el general Vukojevich (Rade Šerbedžija)


A medida que la guerra avanza imparable aplastando a su paso todo lo bueno que hace que este mundo sea más habitable, en el corazón de los protagonistas de tan peculiar historia de amor se desatara un conflicto moral.

Ajla, verá como el asco que le invade por compartir la cama con un asesino lucha contra un inevitable sentimiento de agradecimiento al hombre que evito que fuese mancillada y que desease morir con la misma fuerza con la que lo desean sus compañeras, muchas de las cuales además de sufrir a consecuencia del dolor causado por sus captores sufren ante la idea de ser repudiadas por sus maridos.


Por la otra parte, en el interior de Daijel - mientras sus compañeros de armas, durante el fragor de la batalla, se ríen histéricamente y disfrutan cada vez que sus balas arrebatan una vida - se libran encarnizados combates entre el buen soldado que quiere llenar de orgullo a su padre y el hombre que al otro lado del cañón de su fusil de asalto en lugar de ver enemigos ve a personas junto a las cuales creció y vivió en paz.


«La hija de Jon Voight», a parte de provocarnos escalofríos con la exposición del terrible sufrimiento que experimentaron todas y cada una de las 50.000 mujeres que fueron violadas durante el conflicto, nos muestra claramente que la guerra es fea y desasosegante.

Cabe en este punto destacar que a pesar de que - a diferencia de las películas bélicas Made in Hollywood – no ha suavizado en ningún momento los horrores de la guerra en ningún momento ha recurrido a la violencia gratuita y a imágenes escabrosas.

A la hora de afrontar el espinoso de las violaciones da fe de un exquisito tacto y sensibilidad. En lugar de mostrarnos desagradables escenas se ha decantado por transmitirnos el horror vivido por las victimas a través de los gritos y suplicas que estas realizan cuando, en mitad de la noche, son despertadas para satisfacer las más bajas pasiones de hombres convertidos en despiadadas bestias.

Además de lo anteriormente mencionado consigue que la emoción nos embargue con escenas como esa en la que el silencio es quebrado por los llantos de las mujeres que, al oír el tableteo de los fusiles de asalto empuñados por los escuadrones de la muerte, comprenden que nunca jamás volverán a abrazar, besar o compartir sus días con sus esposos, hermanos, hijos, novios…

En resumen, una estremecedora película que, una vez más, deja patente que - tal como definió el cantautor argentino León Gieco – la guerra es un monstruo grande que pisa fuerte y al que esperemos que algún día – ya sea gracias a las suplicas a Dios o Ala – podamos aniquilar para así evitar que siga llevándose por delante toda la pobre inocencia de la gente.

jueves, 5 de abril de 2012

Cuando el recuerdo de los momentos impactantes se deshace como lágrimas en la lluvia


No fue hace tanto tiempo cuando, al ver como por cortesía de una esas películas en la que el leit - motive era reventar cabezas con todo tipo de armas un servidor disfrutaba como Chuck Norris en las jornadas culturales de la Asociación Nacional del Rifle, la autora de mis días, estupefacta y anonadada, me pregunto:

Hijo mío, ¿Cómo te puede gustar eso?, ¿por qué no te gustan las películas de amor?, que poco romántico eres

Como bien supondrá el personal, ante semejante impertinencia me vi obligado a responder con la misma amabilidad con la que Mou responde a los medios de comunicación:

Mama, me gustan porque tengo más probabilidades de tomar Grozni al mando de un comando de los SPETSNAZ que de enfrentarme a los golpes del destino con el apoyo del fuego de cobertura de las unidades de choque de una femina.

Dado que para sorpresa y alborozo mío Los Dioses de La Guerra finalmente accedieron a escuchar las plegarias que desde hace meses les dirigía al caer la noche sobre Gijón, una vez más esa bocaza mía que tantos “alegrías” me ha dado hasta la fecha se ha visto obligada a tragarse las palabras que salieron de ella aquel día, y de las que me fue inevitable acordarme mientras veía “Todos los días de mi vida”.

Dado que para un servidor – hasta la fecha – el momento más romántico de la historia del cine era el protagonizado en “Rambo II” por Jhonny Rambo y la guerrillera survietnamita Co Bao, confieso que entre en la sala donde exhibía con la misma ilusión con la que los condenados se dirigen al patíbulo donde les espera la horca.



Visto lo visto estoy en condiciones de afirmar que ver el film no ha sido para mí ni una perdida de tiempo ni de dinero, más aún teniendo en cuenta que «I'd do anything for love» es la canción encargada de poner la banda sonora al comienzo de la función.



Y es que tal como dice el dicho: Para todo aquel que aborrece “joyitas” como “Pretty Woman” siempre será preferible visionar una película romántica que empieza con el temazo de MEAT LOAF que una que, sin rubor alguno, termina con una empalagosa baladita de ROXETTE.

Teniendo en cuenta la historia real en la que esta basada y la “categoría” de la pareja protagonista, es justo reconocer que el buen hacer tras la cámara de Michael Sucsy – que tras su paso por TV debuta en la pantalla grande con esta cinta – ha conseguido que sea algo bastante decente lo que podría haber sido un empalagoso e infumable espectáculo.

Empezando por el guión – escrito a seis manos por Abby Kohn, Marc Silverstein y Jason Katims – hay que decir que esta basado en “The Vow” (El voto) novela escrita por Krickitt Carpenter, una mujer que a raíz del brutal accidente de coche que sufrió en Noviembre de 1993 perdió la memoria de los 18 meses previos, tiempo este durante el cual se había enamorado de Kim, el hombre al que - a pesar de que para ella se convirtió en un perfecto extraño – a día de hoy sigue unida en matrimonio, un matrimonio cuya dicha y felicidad la buena señora atribuye al Señor dado que según ella fue el Salvador Jesucristo – y no los grandes esfuerzos de su marido - quien le ayudo a superar la confusión, frustración, y la locura que estaba viviendo.


En cuanto a la pareja protagonista basta decir que ella - Rachel McAdams – se cubrió de gloria cuando accedió a encarnar a la protagonista femenina de “El diario de Noah” (2004) ese canto a la vergüenza ajena durante cuyo visionado un servidor cayo cautivo de la indignación al ver como el joven Noah Calhoun durante el tiempo que, como miembro del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos de América, estuvo destacado en la Europa ocupada en lugar de combatir con la furia y ardor guerrero que hizo que los nazis bautizarán a dicha fuerza de elite como «Teufel Hunden» (Perros del Diablo) se metió en el traje y la piel del osito de mimosín y se paso toda la contienda escribiendo: Querida Allie Nelson, dos puntos, Francia esta preciosa en este época del año, como me gustaría estar ahora trotando contigo por los verdes prados de la campiña…


Por su parte, a él, a Channing Tatum, hay que agradecerle que contribuyera a que “G.I. Joe” (2009), fuera una de esas cintas que al finalizar provocaron que me viera obligado a decir: Por enésima vez me la han vuelto a meter doblada, que acierto habría tenido si estas dos horas de mi vida que perdí estúpidamente las hubiera dedicado a hacer punto de calceta.


"Mi teoría es que esos momentos impactantes, esos destellos que ponen patas arriba nuestras vidas, son los que acaban definiendo quienes somos. La cuestión es que cada uno de nosotros es la suma de todos los momentos que hemos experimentado con todas las personas que hemos conocido. Un momento de amor total, físico, mental y de cualquier otro tipo de amor. Pues esa es mi teoría, que esos momentos impactantes definen quienes somos. Lo que nunca me había planteado es si algún día no recuerdas ninguno de ellos..."

Estas hermosas y certeras palabras son con las que Leo (Channing Tatum) explican las emociones y la desazón que le embargan tras el accidente de tráfico a consecuencia del cual Paige (Rachel McAdams) – la mujer que accedió a pasar junto a él todos los días de su vida, en la salud y en la enfermedad – lo ha desterrado de su memoria y de su corazón.


Ante semejante hecatombe militar que convierte en papel mojado la extraordinaria hoja de servicios de las falanges espartanas de Leo que tiempo atrás, gracias a su valor en la batalla, consiguieron tomar al asalto la fortaleza donde estaban acantonadas las unidades de elite de Paige, el “mocito” pondrá todo en su empeño en lograr que el corazón de esta última sea devorado por el fuego abrasador que él un bendito día provoco.

Durante el lance, a lo largo del cual – tal como ocurre en la vida – ni todo es drama ni todo son risas, Leo, a parte de tener que hacer frente al dolor que supone para él ver como son baldíos sus esfuerzos para llenar con fotos, videos, mensajes, etc. los huecos en blanco que hay en la memoria de su mujer, tendrá que evitar que las personas que por diversos motivos salieron de la vida de esta última vuelvan a entrar en ella con aviesas intenciones aprovechando su amnesia.


Dos de las personas que un día llevaron a Paige a poner tierra de por medio son sus padres, Bill Thornton (Sam Neill) y Rita Thornton (Jessica Lange).

Sam Neill - dinosaurio de la actuación que alcanzo la fama mundial gracias a “Parque Juasico” (1993) y que en 1985 a punto estuvo de hacer buen uso de la licencia para matar en “Alta Tensión” – aprovecha la amnesia de su hija para convencerla de que deje de lado el martillo y el cincel con el que arrancaba figuras a la piedra, y retome sus estudios de Derecho.


Por su parte la veterana actriz protagonista principal de la soberbia “La caja de música” (1989) y que en la actualidad - gracias a las instantáneas tomadas durante los últimos 12 años con la Leica M-6 que le regalo el actor Sam Sheppard - se ha labrado un nombre como fotógrafa callejera, con el buen hacer que le valió para ganar dos Premios Oscar (“Tootsie” (1982) y “Las cosas que nunca mueren” (1994)) da vida a una mujer que pretende recuperar el cariño de su hija y conseguir que todos vuelvan a ser una familia feliz, una familia que dejo de serlo cuándo irrumpió en sus vidas la infidelidad de Bill, infidelidad esta que Rita decidió borrar del disco duro de su memoria al comprender que sería injusto que el único error de este se llevase por delante los muchos aciertos que tuvo como esposo y como padre de familia.


Sin duda alguna – aunque esta a miles de años luz de “Blade Runner” (1982) – el argumento de “Todos los días de mi vida” provoco que un servidor viajase hasta la azotea en la cual el caza – replicantes Rick Deckard (Harrison Ford) oyó de labios de Roy Batty (Rutger Hauer) - replicante modelo Nexus-6 – la más estremecedora y bella declaración que un “ser” ha hecho antes de morir.



Dado que - tal como apunta el personaje de Leo - todos nosotros somos producto de la suma de todos los momentos que hemos experimentado con todas las personas que hemos conocido, todos los días de nuestra vida deberíamos aprovechar al máximo el tiempo junto a aquellos a los que queremos.

Y es que compartir recuerdos, risas y emociones con las hermanas de sangre que estarán siempre a tu lado en el fragor de la batalla y en lo más crudo del frío invierno; debatir sobre lo divino, lo humano y las andanzas de “El Águila Roja” en La Villa y Corte con La Doncella Guerrera gracias a la cual te sientes tan dichoso como Los Caballeros Templarios que conquistaron su lugar en El Reino de Los Cielos; subir montañas con esos queridos colegas del insti que te miran con carita de pena al ver como mueves la cabecita como si fueras un pececillo pescado que boquea en busca de oxigeno; o ir al MATADERO en compañía de los compañeros de armas que sirven junto a ti en la División Aerotransportada – a parte de ser algo tan extraordinario como ver naves de guerra ardiendo más allá de Orión o Rayos - C resplandecer en la oscuridad, cerca de la puerta de Tanhauser – son esos momentos impactantes que hacen que La Vida valga la pena, y que, al ser recordados, a través de las fotografías que los inmortalizaron, provocan que nuestro rostro sea surcado por esas lágrimas de alegría que no podemos reprimir al ser conscientes de que aquell@s junto a l@s cuales los protagonizamos, sin dudarlo ni un segundo - siempre que lo necesitemos – pondrán todo de su parte para ser “La Cura” capaz de conseguir que hasta la mayor de nuestras tristezas se deshaga como lágrimas en la lluvia.