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martes, 26 de junio de 2012

Desde la barra del CLANDESTINO hasta Las Puertas del Cielo


A lo largo de los 22 episodios de la recientemente finalizada cuarta temporada de Fringe: Al límitelos seguidores de la misma hemos disfrutado de una interesante y emocionante historia que se ha sustentado sobre la existencia de un universo alternativo en el que todos y cada uno de nosotros tenemos “otro yo” que ha trazado su propio camino mediante una serie de decisiones que no siempre son iguales a las que nosotros hemos tomado en este.


Aunque se que la existencia de “José Luis – alternativo” solo es posible en las mentes de los guionistas de la que, sin lugar a dudas, es una de las series más fascinantes de los últimos años, lo cierto es que si el mencionado caballero hubiera o hubiese existido espero y deseo que tuviese la sabiduría de seguir el camino que yo he trazado en mi universo y que entre otras cosas me brindo la posibilidad de conocer a una serie de personas gracias a las cuales mi vida es de lo más satisfactoria.

Dado que con catorce años de edad mis dudas a la hora de optar por una u otra de las ofertas que tenía sobre la mesa – F.P. o B.U.P - provoco que dejara mi futuro en manos de mi agente – Mi Santa Madre – la primera decisión importante concerniente a “mis estudios” llego cuando me toco la hora de elegir que carrera estudiar.

A parte de los conocimientos adquiridos durante mi formación académica en la EUITI tengo que agradecer a mi “sabia decisión” que me permitiera conocer a Paco y Alberto los tipos que por una serie de vicisitudes provocaron que mi trayectoria vital alcanzara su punto de inflexión la noche del 7 de Agosto de 2004.


Y es que declinar su invitación a acompañarles hasta el campamento base que habíamos instalado en un prado de Ribadesella, y decantarme por chapar los chiringuitos en compañía de D. Ricardo Álvarez Farpón puede decirse que supuso el primer paso de nuestro viaje, un viaje que si bien en un principio implico que derramáramos sangre y sudor por cortesia del penoso atajo por el que en un primer momento nos decantamos, al fin y a la postre nos llevo hasta nuestro particular “Camino a la perdición”, esa senda peligrosa que años después, para sorpresa mía, me llevo hasta Las Puertas del Cielo, esas que, en honor a la verdad, jamás creí que vería a consecuencia de la vida que había elegido.


Aunque el cariño, el respeto y la lealtad que me ha mostrado a lo largo de los últimos siete años son motivos más que suficientes para que le este inmensamente agradecido, el hecho de que la noche del 26 de Junio de 2010 - tras haber oído junto a mí en el ROCK INFERNO el tañido de “Las campanas del Infierno” - llegase a la conclusión de que antes de ir al MATADERO emulando a los miembros de la 82ª y 101ª División Aerotransportada que desembarcaron en Normandía era más que pertinente hacer una parada en el CLANDESTINO, es la razón por la cual el mencionado caballero se merece una estatua tan grande como la que se levanto en la parte frontal de Old Trafford en homenaje a Bobby Charlton, George Best y Denis Law.


Y es que si hubiéramos ido directos al bar donde todo el mundo conoce nuestro nombre con intención de seguir incrementando la riqueza de los dueños de la cervecera HEINEKEN y de paso debatir sobre lo divino y lo humano y las andanzas por los campos de futbol de España de “Los Once Jinetes Rojiblancos” dirigidos por el aPreciado Manolo, estoy seguro de que el que cierta noche dejo estupefactos y anonadados a los parroquianos del lugar con la frase – Pues Iggy Pop parece un tipo bastante cariñoson – no habría conocido a “La Filóloga Hispánica que surgió del frío de Bochum”, la noble dama que gracias a su carta de presentación - “Me gusta el teatro, me gusta mucho Lope de Vega” – provoco que, en un alarde de sensatez por mí parte, me abstuviese de deleitarla con una justa poética en honor de Chuck Norris, Jean Claude Van Damme y Sylvester Stallone, esos santos varones que, por desgracia para ella, dentro de unas semanas vera en acción en esa obra maestra del Séptimo Arte que lleva por título “Los Mercenarios 2”.



Dados los acontecimientos posteriores que dieron lugar a que, hasta “El día que lluevan pianos” la mencionada dama y yo vayamos a una, como en Fuenteovejuna, nunca podre olvidar que los miembros del Navy SEAL Team Six que veinte meses después culminarón con éxito mí particular “Operación Gerónimo – E KIA” derramaron su primera sangre aquella inolvidable velada durante la cual, antes de proceder a la explosión controlada de un barril de T.N.T., no dudaron en seguir una estrategia militar manifiestamente mejorable que se fundamento básicamente en realizar furibundas criticas a “Pretty Woman” y poner en duda que ese guapito de cara llamado Jon Bon Jovi fuera capaz de beberse entera una botella de vodka tendido sobre una “Cama de rosas”.



Dicho esto, dado que pedirle que me deje abierto el balcón de sus ojos de gata podría dar lugar a que Maruja prisionera de los celos “tatuase” mi rostro impenetrable con unos cuantos zarpazos, hoy que se cumplen dos años desde la bendita Hora Zulu en la que este admirador de la discografía de “La Doncella de Hierro” conoció a la mencionada admiradora de la obra del autor de “La Dama boba”, a través de este “blog aniversario”, además de darle las “Gracias por elegirme” y conseguir que ya no me quede ninguna partida por jugar con “Mi amiga mala suerte”, le hago saber a la susodicha que ella es la mujer a la que aDORO y que no dU.D.O. en afirmar que junto a ella me siento y me sentiré como si estuviese “Danzando con un ángel”.

lunes, 25 de junio de 2012

En una calle de Gijón de cuyo nombre cierta dama no quiere acordarse…


Fue el pasado 23 de Junio de 2012 cuando, mientras leía el obituario de Juan Luis Galiardo, no pude evitar acordarme de que durante la madrugada del 24 de Junio de 2011, Don Quijote de La Mancha – uno de los personajes que el que fuera uno de los galanes más reputados del cine patrio encarno en la pantalla grande – fue el protagonista de la conversación que mantuve con la dama que aquella noche junto a mí fue iluminada por el fuego de La Hoguera de San Juan, y que el 5 de Febrero de ese año, mientras en el ROCK INFERNO sonaban a volumen brutal “Las campanas del Infierno”, quedo estupefacta y anonadada cuando – ante su afirmación “Me gusta el jazz, me gusta mucho Ella Fitzgerald – broto de mis labios la siguiente respuesta ¿Esa tía esta muerta, no?


Aunque se que todas y cada una de las escaramuzas que desembocaron en lo que «El manco de Lepanto» definiría como “la más alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros" fueron de lo más grato para ella estoy seguro de que no habría tenido inconveniente en que aquella noche un servidor no la hubiera deleitado con un monográfico sobre los grupos de folk – metal españoles que habían puesto música a algunos de los capítulos de la novela protagonizada por aquel hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.

Y es que a pesar de que los prejuicios del gran público hayan conseguido que se imponga la idea de que los grupos de heavy – metal se dedican única y exclusivamente a narrar las hazañas bélicas de “Los guerreros del mundo” o a marcar “El número de La Bestia” para, conferencia telefónica mediante, vender su alma a El Diablo, lo cierto es que son muchas las canciones heavy - metaleras que se han inspirado en libros.


Sin animo de ser exhaustivo basta citar "Brave New World", "Quest for Fire" y "To Tame a Land", canciones estas con las que la banda IRON MAIDEN rindió su particular homenaje a las novelas “Un mundo feliz” (Aldous Huxley), “La Guerre du feu” (G. K. Chesterton) y “Dune” (Frank Herbert).

Dicho esto – a pesar de que por desgracia para ellos “su particular homenaje musical a la literatura” nunca alcanzara el reconocimiento que en su día obtuvo “La Doncella de Hierro” – sería injusto no reconocer los meritos de las bandas oriundas de La Piel de Toro que a través de la música rindieron pleitesía a la obra literaria de autores como por ejemplo Jose de Espronceda y Miguel de Cervantes y Saavedra.


Si aquel pirata llamado El Temido que - con diez cañones por banda y viento en popa toda vela – surcaba los mares a bordo de un velero bergantín, tuvo el inmenso honor de protagonizar una canción escrita por los riojanos TIERRA SANTA, el que estuvo enamorado de una moza labradora de muy buen parecer que respondia al nombre de Dulcinea del Toboso consiguio hacerse un hueco en el estudio de grabación de Mago de Oz y Saurom, grupo este último que en 2005 - coincidiendo con el 400 Aniversario de la primera publicación de la novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha – escribieron «La batalla con los cueros de vino» la cual – a parte de ser una de las mejores canciones de folk – metal escrita en la lengua de Cervantes – es uno de los mas bellos homenajes a aquel loco vagabundo que deambulo por Castilla junto a su fiel escudero Don Sancho.



No obstante a pesar de los meritos de la composición musical de los juglares de San Fernando (Cádiz), a día de hoy la música más adecuada para leer la novela más famosa del autor de “La Galatea” es “La leyenda de La Mancha” (1998), cuarto álbum de estudio de Mago de Oz, el grupo madrileño cuyos integrantes, dos años después, vieron como el buen puñado de euros que lleno sus alforjas gracias al éxito comercial de su tema “Fiesta pagana” provoco que la sección más talibán de La Hermandad Heavy pusiera precio a sus cabezas.


Aunque todas y cada una de las trece canciones que integran el disco (incluidas las dos instrumentales) son una pequeña obra maestra musical lo cierto es que hay unas que destacan claramente sobre las demás.

Durante la segunda jornada de nuestra marcha a través de las tierras de Castilla tenemos ocasión de conocer a un juglar que viene de un tiempo más allá de la razón y que tiene a bien hacer más llevadero nuestro camino deleitándonos con unas palabras sobre los misterios que rodean a «El Santo Grial», lo que para unos es una leyenda y para otros una realidad palpable que tiene forma de copa. A parte del valor como “documento histórico” que tiene la historia que el viento le susurro, cabe destacar del encuentro con el viejo juglar el consejo que este nos da, un consejo lleno de sabiduría mediante el cual nos recomienda que, además de llevar en nuestra mochila cargada con toneladas de Fe, contemos con los servicios de ese fiel escudero llamado El Valor, y ante todo y sobre todo nunca dejemos que nuestros pasos sean guiados por el lado oscuro de nuestro corazón.



A pesar de es muy duro saber que un servidor nunca jamás un caballero andante será lo cierto es que ese enorme dragón que es la dura realidad sucumbe a mis pies cuando, al son «La Leyenda de La Mancha», abro esos libros que llevan a mi alma volando hasta la tierra que esta situada al norte del tiempo y al este de la realidad, hasta ese lugar mágico y maravilloso donde, gracias a las historias escritas con tinta negra sobre páginas blancas, armado con una espada que sirve al honor, me bato en duelo con los malandrines del lugar.



En estos tiempos en los que son muchos los que no ven más allá de su nariz y son incapaces de comprender que no todo es blanco o negro, es de lo más recomendable la escucha de «Molinos de viento». Y es que este tema – a parte de ser una inyección de alegría capaz de conseguir que nuestros particulares gigantes se conviertan en simples molinos – es una invitación a que – en lugar de ir tras los pies de los que se creen capaces de definir el odio o el amor –protagonicemos nuestra propia historia y nos marquemos nuestro propio camino, un camino durante el cual – sin olvidarnos de beber, cantar y soñar – debemos poner el corazón en todo lo que hagamos y nunca jamás perder el interés por aprender sobre todo aquello que nos rodea.



Aunque para «El templo del adiós» la banda se baso en «Temple of the King» tema original de Rainbow lo cierto es que ello no le quita ningún merito puesto que, sin duda alguna, la letra escrita por Txus – líder y alma mater de la banda madrileña – ha dado lugar a una de las baladas más bellas escrita en la lengua de Cervantes.

A pesar de que es muy triste saber que, dado que todo tiene su fin, tarde o temprano todos nosotros tendremos que poner el punto final a nuestra “novela vital” lo cierto es que - llegado el momento de montar a Rocinante tras llenar nuestras alforjas con la amistad y el amor del que nos hicimos merecedores durante nuestro viaje - el trago sería menos amargo si, en lugar de La Dama de La Guadaña, fuera El Caballero de la Blanca Luna el encargado de marcar el camino hacía la luz.



Dado que Todos soñamos con ser / Un caballero y tener / Algo por lo que luchar / Y un amor que defender estoy seguro de que seguirá teniendo millones de lectores El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha novela esta que espero y deseo poder acabar de leer algún día. Hasta el día que eso ocurra, con el firme propósito de conseguir no ser simplemente uno más para mi Dulcinea y mis fieles escuderos, con la rebeldía propia del mar y con la nobleza como bandera, al grito «Ancha es Castilla», cargare con la lanza en astillero contra todo aquello que ose atacar a mi Insula de Barataria.

viernes, 22 de junio de 2012

La belleza que atrae rara vez coincide con la belleza que enamora - José Ortega y Gasset


En estos días en los que son muchos “Los gatos al agua con botas” que aluden a la fabula “La cigarra y la hormiga” para defender que el hecho de que los germanos, al son de RAMMSTEIN, trabajasen duramente auf der Sonne über Deutschland (bajo el sol sobre Alemania) mientras los españoles se pasaban la vida de juerga es motivo más que suficiente para que Frau Angela Merkel, haciendo gala de la severidad de la Srta. Rotenmeyer, y gritando ¿Qué pasa contigo, tío?, haya dado un fuerte tirón de orejas al Gobierno del país que junto a Portugal, Italia y Grecia tiene el dudoso honor de formar parte de la pandilla “Los cuatro cerditos (PIGS)” ha llegado a nuestras pantallas la más fascinante y épica adaptación cinematográfica que se ha hecho de uno de los cuentos más famosos de los Hermanos Grimm.



Y es que, sin lugar a dudas, para este amante de historias ambientadas en aquellos tiempos oscuros en los que la vida de un hombre dependía de su destreza con la espada el visionado de "Blancanieves y la leyenda del cazador" ha sido de lo más gozoso más aún teniendo en cuenta que durante el lance fue acompañado por «Der Krieger Mädchen», esa noble dama de cabellos oscuros como la bendita noche de Junio durante la que la conocí, labios rojos como las plumas que identifican al justiciero enmascarado que nos unió, piel tan blanca como las nubes de las que se sirvió para provocar la lluvia con la que sello las grietas de mi vida, y que en un alarde de osadía por su parte, y sin rubor alguno, afirmo que el título del séptimo álbum de estudio de los suecos AMON AMARTH - “Twilight of The Thunder God” – era una burda copia del de la película que hizo mundialmente famosa a Kristen Stewart, la actriz elegida para dar vida a la joven de cabellos negros como las alas del cuervo, labios rojos como la sangre y piel blanca como la nieve.


Rupert Sanders, un joven director que hasta la fecha había desarrollado su actividad profesional dentro del campo de la publicidad televisiva, ha sido el encargado de llevar a cabo la ardua misión que suponía conseguir llenar las salas de cine con la historia protagonizada por una princesa un tanto ñoña para estos tiempos en los que reinan las princesas de barrio. Visto lo visto no cabe duda de que tal misión ha sido culminada con éxito, éxito que se debe en buena medida a los 170 millones de dólares que han estado a disposición de Sanders por cortesía de FilmEngine, Universal Pictures y Roth Films, compañía esta última que, metida en el traje y la piel del Conejo Blanco creado por la maravillosa imaginación de Lewis Carroll, contribuyo con su apoyo económico a que 2010 fuera el año en el que las taquillas mundiales fueron reventadas por el genial cineasta Tim Burton, ese joven atormentado de cincuenta y cuatro añazos que desde hace tiempo tiene el privilegio de contar con el buen hacer de Colleen Atwood, una reputada diseñadora cuyo trabajo ha sido recompensado con tres Oscar - ‘Chicago’, ‘Memorias de una Geisha’ y ‘Alicia en el País de las Maravillas’ – y que ha sido la elegida para vestir a los actores que han dotado de carne y huesos a los personajes que en 1938 protagonizaron “Blancanieves y los siete enanitos”, el primer largometraje animado que utilizo el Technicolor, y que - gracias al extraordinario equipo de animadores que, dirigidos por el perfeccionista animador Walt Disney, en turnos de 24 horas trabajaron sin descanso durante todos los días de las seis semanas que duro la producción - recaudo 8 millones de dólares (equivalentes a unos 98 millones actuales).


Como bien es sabido por todo el mundo, en un reino muy lejano vivían el Rey Magnus (Noah Huntley) y la Reina Eleanor (Liberty Ross), una pareja cuya felicidad se vio colmada con el nacimiento de Blancanieves, una inocente criatura de piel tan blanca como la nieve que, años después, llego con El General Invierno que le arrebato a su madre y que trajo consigo a El Ejército Oscuro, la siniestra fuerza de la que se valió la pérfida Ravenna (Charlize Theron) para captar la atención del monarca, el cual no pudo resistir la tentación de meterla primero tras las murallas de su castillo y posteriormente bajo las sabanas de su lecho.


La que en principio parecía la indicada para devolver al corazón de Magnus el calor que a este le arrebato el frío invernal no tardará en recurrir a sus armas de mujer para conseguir sus objetivos: usurpar el trono y darle a este miserable mundo la reina que se merece, es decir, una que, al oír el sonido de la batalla que se libra y las vidas que se pierden, en lugar de conmoverse ante el sufrimiento ajeno se deleite con los gritos de dolor.


Consciente de que el hechizo que le ha permitido esquivar a la vejez más pronto que tarde dejara de tener efecto, no dudara en alimentarse de la fuerza vital de las jóvenes del lugar para conservar su belleza, belleza cuyo perfecto estado de conservación será refrendado por un espejo mágico, el cual, por desgracia para ella, una mañana le hace saber que sus poderes sucumbirán ante la hermosa Blancanieves si ella antes no atrapa el corazón de esta con sus manos y se nutre con su sangre.


Ante el tamaño drama que supondría para ella perder aquello que le ha permitido mantenerse eternamente joven y no conocer la debilidad, Ravenna no pierde ni un minuto en confinar a Blancanieves en una siniestra mazmorra, una mazmorra que esta última – consciente de su destino – no tardará en abandonar durante el transcurso de una huida que le llevara a un lugar mucho peor, El Bosque Oscuro.


Dado que en lo más profundo de tan siniestro bosque solo osan adentrarse aquellos con poco aprecio por su vida, la pérfida reina se vera obligada a recurrir a los servicios de El Cazador (Chris Hemsworth) un hombre aTHORmentado que bebe para olvidar sus penas y aplacar a sus demonios internos al que hace una propuesta que no puede rechazar: Si él envía a Blancanieves a El Reino de Los Muertos tras arrancarle el corazón, ella se servirá de sus poderes para traer de vuelta a El Reino de Los Vivos a su esposa, la mujer que le esperaba en el hogar al que él regreso al finalizar la guerra, y que, además de despojarle del hedor a muerte, evito que, a consecuencia del dolor provocado por el recuerdo de los compañeros de armas caídos en el campo de batalla, lo bueno que aún había en su interior no fuera aniquilado por la ira y el odio.


Al darse cuenta de que Ravenna le ha engañado y en consecuencia nunca jamás volverá a ver a su amada, El Cazador rompe el contrato y en lugar de matar a Blancanieves accederá a ayudarla a encontrar a los soldados que en su día juraron lealtad a su padre y que desde la maldita hora en la que un manto de oscuridad lo cubría todo por cortesía del reinado de terror de Ravenna se hayan acantonados en una fortaleza, fortaleza a la cual Blancanieves y El Cazador llegaran tras un largo viaje durante el cual les acompañaran siete enanos, los cuales son encarnados por Bob Hoskins, Toby Jones, Ian McShane, Ray Winstone, Nick Frost, Eddie Marsan y Brian Gleeson, actores de gran talla artística cuya estatura ha sido reducida mediante efectos especiales, los cuales, junto a la banda sonora compuesta por James Newton Howard, acaban por conseguir que al finalizar la proyección salgamos del cine tan alegres y contentos como los niños que, hipnotizados por las dulces melodías arrancadas a una flauta, fueron tras los pasos de “El flautista de Hamelin”.


Hecho el resumen de esta película durante la cual una modosita y dulce princesa se transforma en una brava princesa guerrera capaz de conseguir que en el corazón de hombres derrotados y sin esperanza renazca el ardor guerrero y combatan junto a ella en la épica batalla que tiene lugar en el tramo final y que “el principiante” Sanders ha rodado con la maestría propia del veterano Ridley Scott ("El Reino de Los Cielos", "Gladiador"), es más que pertinente apuntar que la lectura que se puede extraer del legendario cuento que los Grimm escribieron basándose en una historia real acaecida en Lohr (Alemania) es que la belleza puede llegar a convertir en esclavas a todas esas mujeres que, ignorando que hay una belleza interior que a pesar de que no se ve también las hace atractivas, se condenan a vivir sometidas al yugo de tod@s aquell@s que han conseguido que con la llegada de la época estival aumente considerablemente las ventas de esas revistas en las que no sería descabellado que un día leyesemos: Queridas amigas, ante la llegada del verano toca poner en marcha “la operación bikini” y, con objeto de eliminar los kilitos de más que hemos acumulado durante el año, seguir a rajatabla una dieta sana y equilibrada a base de cogollitos de lechuga y litros y litros de agua mineral.


Y es que, sin duda alguna, aunque con alguno de los desafortunados e impresentables comentarios que en alguna ocasión hice en este blog bien podría haberles disputado el trono a los superficiales cabestros del programa “Mujeres y Hombres y viceversa”, lo que a un servidor le hace inmensamente feliz es saber que ante la pregunta ¿que hombre de este reino es el más afortunado? la respuesta de mi espejo mágico es: Mi señor, en verdad eres tu dado que, aunque a medida que pasan los años se marchita el vigoroso joven que un día fuiste, siguen tan frescas como el primer día las rosas de la felicidad tan rojas como la sangre que germinaron en ese corazón tuyo que era una llanura desierta donde El Diablo bailaba hasta que fuiste iluminado por la luz celestial irradiada por la mujer de cabellos tan oscuros como el carbón extraído de la Cuenca del Ruhr que un bendito día te insuflo un aliento de vida.

martes, 19 de junio de 2012

Guerreras admirables aunque no lleven ni YELMO ni coraza


Fue en el año 1993 cuando por cortesía de Telecinco – “la cadena amiga de la bazofia” Mi Santa Madre dixit – un servidor raudo y veloz se atrincheraba en el sofá para ver “Expediente - X”.

Si bien fueron muchos los gratos momentos que me brindaron las nueve temporadas de la serie que narraba las aventuras de Fox Mulder (David Duchovny) y Dana Scully (Gillian Anderson) un par de agentes del FBI que, haciendo uso y abuso de los dineros de los contribuyentes estadounidenses, se dedicaban a perseguir “hombrecillos verdes”, lo cierto es que si tuviera que quedarme con un solo momento este seria el instante en el que ese misterioso personaje llamado “El Fumador” (William B. Davis) pronuncio la frase: El arrepentimiento es una consecuencia inevitable de la vida.


Aunque la afirmación de Baruch Benedict Spinoza - El que se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente miserable – es un buen motivo para no resucitar a “Mis Demonios & Mis Fantasmas” lo cierto es que para una parte de mi ser es inevitable arrepentirse por el tiempo que durante cierta etapa de mi existencia malgaste por cortesía de esa mala cabeza mía que me llevo a recorrer malos caminos a bordo de “El carro de La Vida” del que empujan los años y tiran los días.



Dado que – tal como dijo el escritor Charles Dickens“Nunca es tarde para el arrepentimiento y la reparación”, hoy 18 de Junio de 2012 es buen momento para mostrar mi arrepentimiento por las considerables horas de mi vida durante las que - en lugar de estudiar “Cinemática y dinámica de mecanismos” – el proyecto de “ingeniero técnico mecánico” que yo era, sirviéndose de la articulación brazo – codo – antebrazo, se licencio con buena nota en la asignatura “Levantamiento de vidrio en barra fijo”.

Dicho esto, una vez que ha dado parte de su arrepentimiento por su tan poco ejemplar hoja de servicios, es momento de que el bribón que se paso buena parte de su etapa universitaria chapando los antros de perdición de La Villa haga saber a sus estimados lectores que Sheila, María y Marta, “Las tres gracias” protagonistas del día, a pesar de que no lleven ni YELMO ni coraza, son para él guerreras admirables gracias a los éxitos que jalonan su trayectoria académica y que son motivo más que suficiente para que todas ellas estén llenas de orgullo y satisfacción.

Teniendo en cuenta que el que esto escribe se las vio y se las deseo para conseguir aprobar las asignaturas de la carrera que le eran impartidas en su lengua materna, para él las épicas victorias que Oton I El Grande – fundador del Sacro Imperio Romano Germánico – logro en el campo de batalla en el que se enfrento a los fieros eslavos, magiares y vikingos palidecen ante las hazañas bélicas de Sheila María Menéndez Fernández, la dama que, en un alarde de valentía por su parte, cambio el calor del hogar paterno por el frío de las tierras germanas, más concretamente por el de Bochum, ciudad esta en la que gracias al tándem “esfuerzo – inteligencia” consiguió el objetivo que la había llevado hasta tan lejanas latitudes: la doble titulación en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo y la Ruhr - Universität Bochum.


Por si fueran poco admirables las extraordinarias calificaciones que se gano a pulso en las ocho asignaturas que estudio en el endiablado idioma que Carlos V utilizaba para hablarle a los caballos, “La Amazona que cruzo el Ruhr a galope tendido” bien se merecería que “El caballero de Olmedo” se pusiese a sus pies por haber conseguido también que sean muchos los niños y adolescentes que gracias a ella, desde hace años, aprueban satisfactoriamente las asignaturas que versan sobre la gramática y la sintaxis propias de la lengua de Lope de Vega, Shakespeare y Goethe.

Si bien es cierto que, al igual que para la filóloga hispánica anteriormente mencionada, para María Fernández Gancedo hubo más sombras que gozos gracias a la asignatura impartida por Josefina Martínez Álvarez, ello no fue impedimento para que la noble dama – con la bravura y pundonor de la que Don Quijote hizo gala durante “La batalla con los cueros de vino” - consiguiese que sucumbiesen a sus pies los ogros a los que se enfrento para obtener la titulación que da fe de que es una experta en todo lo concerniente a la lengua del único e inigualable Miguel de Cervantes Saavedra.


Como si quisiera el destino que Sheila y María fueran distintas caras de la misma moneda, la que lleva mi misma sangre también se decanto por seguir el arduo camino de la enseñanza, camino este que hace siete años la llevo hasta la ciudad en la que los pájaros visitan al psiquiatra y residen muchos “hijos de la inmigración”, “hijos de la inmigración” como los que – llegados desde diversas partes del mundo – ocuparon las aulas del “IES Pío Baroja”, centro escolar en el que, durante el curso 2011 – 2012, María – además de explicarles todo lo que siempre quisieron saber sobre el complemento directo y nunca se atrevieron a preguntar – les trato de inculcar los valores necesarios para que el día de mañana lleguen a ser buenas personas capaces de conseguir que en la prensa diaria solo tengan cabida buenas noticias.



Aprovechando que es una rendida admiradora del cine clásico y una de sus películas favoritas es “El tercer hombre”, he creído pertinente que sea Marta Fernández Gancedo “La tercera mujer” a la que es justo y necesario rendir pleitesía.


El que “mecanográficamente hablando” tiene menos pulsaciones que un muerto nunca olvidara aquellos días en los que Marta - durante maratonianas jornadas que comenzaban con la salida del sol y acababan con la salida de la luna – a parte de estudiar gruesos tochos sobre legislación, “machaco” sus dedos para conseguir que estos adquiriesen la destreza necesaria para solventar con garantías las pruebas de mecanografía a las que tendría que hacer frente a lo largo de las duras oposiciones para Auxiliar Administrativo del Estado.

A parte de que lo admirable que es para mí que sus dedos vuelen sobre el teclado que yo patéticamente aporreo con un dedito, me veo en la obligación de rendirme ante la capacidad de superación de la que dio siempre muestras y que, al fin y a la postre, además de permitirle convertirse en funcionaria de carrera, ha valido para que sus superiores en la Jefatura Provincial de Tráfico de Madrid alaben la eficacia que muestra a la hora de resolver los problemas a los que se enfrenta durante el horario laboral en el que, entre otras cosas, tiene que poner los puntos sobre las íes a “Las Princesas de la autopista” que protestan por que la DGT les quita puntos por poner a 200 el coche con el que provocan que los tipos duros pasen apuros cuando se cruzan por su carril.



Ante la tesitura que supone saber que – tal como bien apunto Harriet Beecher Stowe, la autora de “La cabaña del tío Tom” - “Las lágrimas más amargas que se derramarán sobre nuestra tumba serán las de las palabras no dichas y las de las obras inacabadas” el que espera y desea morir antes que Sheila, María y Marta y conseguir que estas le recuerden mejor de lo que fue, por si se diera el caso contrario y tuviera que ser quien derramase las lágrimas más amargas espera haber conseguido con este blog que sean conscientes de que son poderosas como el trueno y un ejemplo a seguir por todos aquellos que ante los golpes que nos caían por arriba y por abajo en ese ring de boxeo que es La Vida más de una vez tuvimos la tentación de arrojar la toalla.

domingo, 10 de junio de 2012

Podrán cortar todas las flores, pero nunca detendrán la primavera


Esta frase del poeta Pablo Neruda cincelada en la placa colocada en la vereda del Colegio Nacional de Buenos Aires mediante la cual se honra la memoria de las 30.000 vidas arrebatadas, las 30.000 flores cortadas, que dejo como terrible y dolorosa cicatriz la dictadura de la Junta Militar Argentina, es el mejor de los títulos posibles para este blog – crítica de “Las flores de la guerra”, película dirigida por Zhang Yimou y protagonizada por Christian Bale.



El gales de Pembrokeshire que con 13 años de edad, en la película “El Imperio del Sol” (1987), bajo la atenta mirada de Steven Spielberg, dio vida a Jim Graham, un niño que por azares del destino acaba siendo testigo del horror desatado por los japoneses que el año 1941 ocuparon Shanghái (China), 25 años después – metido en el traje y la piel del buscavidas John Haufman – vuelve a vérselas con “Los Hijos del Sol Naciente”, más concretamente con los que en Diciembre 1937, enrolados en el Ejército Imperial Japonés, durante el transcurso de la Segunda Guerra Chino-Japonesa, se hicieron dueños y señores de la ciudad de Nankín (China).


“Todo el mundo piensa que los japoneses son unos caballeros, como se nota que nunca les invadieron”, sin duda alguna esta frase pronunciada por un personaje de cuyo nombre soy incapaz de acordarme cobra todo su sentido ante la dimensión que alcanzo la matanza cometida por los nipones entre 13 de Diciembre 1937 y el 18 de febrero de 1938.

Aunque han transcurrido ya 75 años desde entonces, la denominada “La masacre de Nankin” aún sigue siendo objeto de polémica y fuerte generador de tensión política entre China y Japón, país cuyo gobierno recientemente incluyo en el Libro de las Ánimas del Santuario Yasukuni a Iwane Matsui el general al mando de las fuerzas expedicionarias japonesas que el 23 de Diciembre de 1948 – tras ser declarado responsable directo de la muerte de 100.000 personas – fue sentenciado a morir en la horca por orden del Tribunal Penal Militar Internacional para el Lejano Oriente.


Si bien el catalogo de torturas y aberraciones llevadas a cabo por el Ejército Imperial Japonés son todas estremecedoras – sirva de ejemplo la competición entre Toshiaki Mukai y Tsuyoshi Noda, dos oficiales de la 16ª División que se disputaban el siniestro honor de ser el primero en decapitar a 100 personas – lo cierto es que lo que hace que Nankin merezca formar parte de la historia de la infamia son las 20.000 mujeres (incluyendo niñas y ancianas) que acabaron sus días convertidas en esclavas sexuales.

Algunas de esas mujeres, los seres humanos que junto a los niños son los que más sufren cuando los hombres se convierten en bestias durante el fragor de la batalla, hacen acto de presencia en “‘Las 13 mujeres de Nankín” la novela de Yan Geling que ha servido de base a Liu Heng para escribir el guión de la película mediante la cual Zhang Yimou, haciendo buen uso de “La linterna roja”, arroja luz sobre unos hechos que confirman una vez más que cada guerra saca lo peor y lo mejor de cada persona, la barbarie pero también la empatía y la solidaridad.


13 de Diciembre 1937: John Haufman un buscavidas que desde hace cinco años atrás se gana la vida preparando a la gente para su último viaje, llega a la Catedral de Winchester para encargarse del entierro del Padre Ingleman.

Lo que en principio iba a ser un trabajo rutinario se acaba complicando seriamente cuando, a raíz de la acometida de Los Perros de La Guerra, se ve obligado a hacerse cargo de las trece novicias que integran el coro de la iglesia, y a las que no tardarán en unirse trece mujeres provenientes del “Quin Huai River”, el prostíbulo más famoso de la ciudad.


Aunque en un primer momento John muestra más interés en emborracharse que en ejercer de buen samaritano, a medida que transcurren los días y cobra conciencia del terrible destino que les espera a sus compañeras de refugio pondrá todo de su parte para impedir que estas últimas conozcan El Infierno que los japoneses han construido al otro lado de los muros de la pequeña sucursal de El Reino de Los Cielos que es la iglesia.


Si bien el personaje interpretado por “El caballero oscuro” lleva buena parte del peso de la función cabe destacar la importancia de Yu Mo y Shujuan Meng, la prostituta y la virgen a las que dan vida las actrices Ni Ni y Xinyi Zhang, y que, a pesar de sus marcadas diferencias morales, bien podrían definirse como las dos caras de una misma moneda puesto que ambas tienen en común su lucha por mantener a sus compañeras unidas.


A pesar de que los hábitos de color negro de las novicias sean diametralmente opuestos a los vestidos de vistosos colores de las chicas del “Quin Huai River”, a medida que avanza la trama seremos testigos de que el egoísmo, el amor, el odio, el miedo, la compasión, la alegría o la solidaridad tienen cabida tanto en el corazón de las que han entregado a su alma a Dios como en el de aquellas que han entregado su cuerpo a todo tipo de hombres.

En estos tiempos en los que son muchos los cineastas que recurren al morbo para conseguir que se hable de su película es de muy de agradecer que – a pesar del escabroso historia que relata - Zhang Yimou haya tenido el exquisito gusto de mostrar la cara del horror a través de pequeñas pinceladas, pinceladas como las escenas que muestran a un pelotón del ejército nacionalista chino que, a sabiendas de que les espera una muerte segura, en un hermoso acto de sacrificio en defensa de las novicias que huyen de las fuerzas invasoras no dudan en enfrentánrse a centenares de soldados japoneses durante una “guerra urbana” que nos recuerda a la batalla final de la extraordinaria “Salvar al soldado Ryan”, y en la que el ensordecedor sonido de las balas vomitadas por los fusiles y las ametralladoras es silenciado por la preciosa banda sonora compuesta por Qigang Chen, y que, como si quisiera hacernos más digerible el horror que contemplamos, hace acto de presencia en las escenas más duras.


En resumen, sin duda alguna nos hayamos ante una de esas películas que te encogen el corazón y que provocan que uno desee que su carta de presentación no fuese: película basada en hechos reales.

Aunque por desgracia para nosotros por muchos años que pasen es más que probable que nunca jamás se marchiten “las flores de la guerra”, dado que - tal como dijo el político irlandés Edmund Burker - “Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada” todos nosotros deberíamos intentar evitar que a nuestro alrededor germinen “Las flores del mal”.

viernes, 8 de junio de 2012

Que historia. Que escritor. Que monumental novela para leer


Si Mi Estimado Progenitor algún día se arrepintió de haber contribuido a mi nacimiento seguramente fue aquel lejano Lunes de 1989 en el que se vio obligado a pasar por taquilla para ver junto a mí las aventuras de una atractivo madurito que al caer la noche se embutía en un ajustado traje de cuero para impartir justicia en las peligrosas calles de Gotham City.


Fue precisamente también aquel día cuando un servidor tuvo su primer contacto con el movimiento obrero gijonés, más concretamente con la CSI (Central Sindical de Izquierdas), sindicato a cuya reunión celebrada en las instalaciones de NAVAL GIJÓN acudimos antes de encaminarnos hasta el cine María Cristina.


La sensación que me embargo mientras – rodeado por los fornidos trabajadores del sector naval que habían creado los hits “Trevín, danos un barquín” o “Esos de azulón, ¿de que astillero son?” - escuchaba las medidas a tomar para evitar que la temida reconversión se cobrase otra victima en la bahía de Gijón fue seguramente muy parecida a la que, durante las reuniones del Club Social de Boston, se hizo dueña y señora de Danny Coughlin, uno de los protagonistas de “Cualquier otro día”.

Fue el pasado 27 de Julio cuando Dennis Lehane - durante la amena e interesante charla que impartió en la carpa central de la SEMANA NEGRA - afirmo que con cada novela que escribía pretendía superar el listón que había alcanzado con su anterior creación. Pues bien, ante tal tesitura, no sería exagerado decir que el bostoniano criado en el barrio de Dorchester lo va a tener francamente difícil a la hora de elevar el nivel alcanzado por la monumental obra maestra que hoy nos ocupa.


Y es que señoras y señores, la última novela del autor de “Desapareció una noche” (Gone, Baby, Gone, 1998), “Mystic River” (2001) y “Shutter Island” (2003), adaptadas a la gran pantalla por Ben Affleck, Clint Eastwood y Martin Scorsese respectivamente, a pesar de su magnitud (714 páginas) se nos hace corta e incluso consigue que ante la llegada del final de la misma nos invada la tristeza que supone saber que se acerca la hora de decir adiós a Danny Coughlin , Nora O´Shea y Luther Laurence, los tres personajes principales de la historia a través de cuyos ojos seremos testigos del fin de la hegemonía irlandesa, la explosión del terrorismo anarquista y el auge del movimiento sindical.


Aunque se presta gran atención a las vicisitudes de los tres personajes mencionados anteriormente – tres personas a los que La Vida, al igual que a millones de norteamericanos, les golpea con la misma fuerza con la que una pelota era bateada por el primer bateador de los Red Sox - a lo largo de esta historia que tiene lugar en el año 1919 hacen entrada en escena una amplia galería de personajes secundarios, personajes como por ejemplo Babe Ruth, el jugador de baseball que primero en los Red Sox y más tarde en los New York Yankees se convirtió en una leyenda deportiva gracias entre otras cosas a sus 714 homeruns, un auténtico record deportivo que no fue superado hasta 1974, 39 años después de su retirada.


El que fuera apodado “El Gran Bambino” y “El Sultán del batacazo” sirve para señalar las tremendas injusticias que había en aquellos días en los que los que tenían jornadas laborales de hasta doce horas se reían de aquellos que “solo” trabajaban diez. Y es que mientras que el que era consciente de que era una rueda con un diamante incrustado se podía permitir exigir que su sueldo se incrementase con unos cuantos miles de dólares, la represión era la respuesta que recibían los obreros de clase media – baja encargados de mantener la maquinaría del capitalismo salvaje, un sistema este que paulatinamente les estaba convirtiendo en esclavos y que provocaba que fuera incompatible para ellos alimentar a sus familias y a la vez encontrar tiempo para leer un cuento a sus hijos a la hora de irse a dormir.

Fruto de las pésimas condiciones laborales que afectan a toda la clase trabajadora, nace el CSB, un club social donde se celebran reuniones en las que se dejan oír las protestas de los policías, unos hombres que empiezan a hartarse de jornadas laborales de hasta doce horas durante las cuales se juegan la vida por un sueldo que les permite a duras penas superar el umbral de la pobreza y que para más inri es tres veces menor que el de esos putos estibadores a los que arrestan por ebriedad y alteración del orden los viernes por la noche.

Preocupados ante la posibilidad de que el huevo de la serpiente comunista sea incubado por los servidores de la ley, el Teniente Eddie McKenna y el Capitán Thomas Coughlin ofrecen al hijo de este último - Aiden Coughlin, alias Danny - la placa de oro y su nombramiento como inspector a cambio de información sobre los planes de sus compañeros de armas.

A raíz de su infiltración en el CBS Danny acabará adentrándose en los bajos fondos del North End el que había sido su barrio hasta los siete años, antes de que los irlandeses, que habían trazado sus calles, y los judíos, que habían llegado después de ellos, fueran desplazados por los italianos, que ahora lo poblaban tan densamente que si se tomaba una fotografía de Napoles y otra de Hannover Street, muchos tendrían serias dudas a la hora de identificar cual de las dos era de Estados Unidos.

Será allí donde entrará en contacto con Louis Fraina (dirigente de la Sociedad de Obreros Letones de Roxbury), la fraternidad de pescadores y miles de obreros puteados e ilusos románticos que – liderados por Luigi Galleani (padre del anarquismo en EEUU) – estan dispuestos a cambiar el mundo aunque para ello tengan que teñir con su sangre todas las calles de Norteamérica.


Lo que en principio se antoja como una forma rápida y sencilla de ascender se acabará convirtiendo en algo más a medida que confraterniza con esos hombres, hombres que como él y muchos de sus compañeros están hasta las mismísimas pelotas de ser simples peleles que – ante la mierda que les dan y les obligan a tragar – solo tienen derecho a responder: «Mmm, más, por favor. Gracias».

“Adelante. Deportadnos. Vosotros, fósiles seniles que gobernáis Estados Unidos lo veréis todo de color rojo. La tormenta está dentro y muy pronto se desatará y os arrollará y aniquilará a fuerza de sangre y fuego. ¡Os dinamitaremos!” estas incendiarias palabras con las que “los rojos” dieron fe de su intención de hacer explotar la ciudad fueron el preámbulo de la batalla campal que tuvo lugar El Primero de Mayo de 1919 y durante la cual inmigrantes letones curtidos en las feroces guerras civiles libradas en La Madre Rusia tuvierón como contrincantes a la policía de Boston, un cuerpo este en cuyas filas había auténticos matones a los que lo único que les separaba de la cárcel era su placa.

El que por cortesía de “la reconversión naval” se paso buena parte de su infancia y adolescencia embargado por la preocupación que le despertaba saber que a unos cientos de metros de su hogar su estimado Progenitor en compañía del resto de la plantilla de NAVAL GIJÓN se jugaba el físico durante los durísimos enfrentamientos que con demasiada frecuencia mantenían con las UIP (Unidades de Intervención Policial) sintió como un escalofrio le recorría el cuerpo durante la lectura de los párrafos en los que se narra como – a consecuencia de la inexistencia de “tubos lanzacohetes” y “escopetas lanzadoras de pelotas de goma” – los huelguistas y los policías, armados con barras de hierro y porras de madera respectivamente, se enfrentan cuerpo a cuerpo.


Los hombres se encaminaron en distintas direcciones todos a la vez. Se empujaron alegremente. Se lanzaron bramidos a la cara, hasta que alguien encontró la salida y enfilaron por el pasillo de atrás y cruzaron la puerta en tropel.

Salieron todos por la parte trasera de la comisaría y recorrieron el callejón, algunos golpeando ya las paredes y las tapas metálicas de los cubos de basura con las porras. Letones barbudos aparecieron desde la esquina del Palacio de la Ópera blandiendo mangos de hacha. Hombres corpulentos, rusos, a juzgar por su aspecto, en cuyos ojos no se advertía el menor titubeo. Por un momento, dio la impresión de que nadie sabía qué hacer. Los policías se entremezclaron con los letones, los letones se entremezclaron con los policías, todos revueltos, y pocos de ellos eran conscientes de cómo habían llegado a esa situación. Sonaron silbatos cuando la policía montada intentó abrirse paso a través del gentío, pero los caballos se resistían a avanzar. Ahora el caos era absoluto, letones y policías entremezclados, los letones con palos, con trozos de tubería y cachiporras y, Dios santo, con punzones de hielo. Lanzaron piedras y lanzaron puñetazos, y los policías también empezaron a actuar con brutalidad, sacando ojos, mordiendo narices, estampando cabezas contra el suelo.


Si en este párrafo en el que se da parte de la brutalidad de los choques Lehane recurre a un estilo crudo y descarnado, la épica es el estilo dominante en aquel en el que – a consecuencia de la muerte de un policía – el Teniente Eddie McKenna anima a los hombres bajo sus ordenes a ser jueces, jurados y verdugos.

Hoy, caballeros, hemos perdido a uno de los nuestros. Un auténtico policía, un poli entre los polis. Ha sido una pérdida para nosotros y lo ha sido también para el mundo. Hoy se han llevado a uno de los nuestros, pero no se han llevado nuestro honor. No se han llevado nuestra hombría. Sólo se han llevado a uno de nuestros hermanos.

»Esta noche volveremos a su territorio. El capitán Vance y yo nos pondremos al frente. Buscamos en concreto a cuatro hombres: Louis Fraina, Wychek Olafski, Pyotr Rastorov y Luigi Brancona. Tenemos fotografías de Fraina y Olafski y retratos a lápiz de los otros dos. Pero no acabaremos ahí. Someteremos, sin cuartel, a nuestro enemigo común. Todos ustedes saben cómo es ese enemigo. Viste un uniforme tan evidente como el nuestro. El nuestro es azul; el suyo de una tela tosca, y a eso se une una barba enmarañada y un gorro de lana. Además, tiene el fuego del fanático en la mirada. Vamos a salir a esas calles y a traerlos aquí. De eso no tenemos la menor duda.

Sólo tenemos determinación. Esta noche, hermanos, no hay rangos. No hay distinción entre un agente en su primer año y un inspector con placa de oro y dos décadas de servicio. Porque esta noche estamos todos unidos por el rojo de nuestra sangre y el azul de nuestra indumentaria profesional. No se equivoquen, somos soldados. Y como dijo el poeta: «Oh extranjero, informa a Esparta que aquí yacemos todavía obedientes a sus leyes». Que ésta sea su bendición, caballeros. Que éste sea su toque de clarín.


La sucesión de huelgas cuyo objetivo es obtener aumentos salariales y prestaciones médicas traerá consigo más enfrentamientos y la aparición de los esquiroles, “personajes” estos que añadiran mayor dramatismo y tensión a la situación.

La huelga de Framingham fue sofocada con la llegada de camiones llenos de nuevos obreros y la intervención de la policía. Después de que ésta realizara la última arremetida y los esquiroles cruzaran las puertas, Danny miró a los hombres que habían dejado a sus espaldas, algunos todavía encogidos en el suelo, otros sentados, unos cuantos alzando el puño en gestos de impotencia y gritos vanos. De pronto se enfrentaban a un nuevo día con mucho menos de lo que habían pedido y mucho menos de lo que habían tenido. Era hora de volver a casa con sus familias y ver qué hacían con su futuro.

Por si fuera pocos los incidentes acaecidos, la huelga con la que la policía responde al desprecio con la que han sido atendidas sus exigencias provocará que los habitantes de Boston, en mayor o menor medida, den rienda suelta a la bestia que llevan dentro, una bestia que será aplacada contundentemente con un despliegue de fuerza descrito brillantemente por el autor.

Bajo el gran arco al fondo del edificio, el Primer Escuadrón de Caballería desfilaba en sus monturas incesantemente de un lado al otro, resonando el chacoloteo de los cascos contra los adoquines como disparos amortiguados. En los jardines delanteros que daban a Beacon Street, los Regimientos Duodécimo y Decimoquinto estaban formados en posición de descanso. Al otro lado de la calle, en lo alto del Common, los Regimientos Décimo y Undécimo permanecían firmes. Eso era la antítesis de la turba. Eso era una fuerza calculada, sometida al imperio de la ley, capaz de contención y de violencia por igual. Eso era el puño bajo el guante de seda de la democracia, y era magnífico.

A pesar del ruido y la furia que impregnan un gran número de páginas de la novela, en esta también hay lugar para la ternura, una “ternura” teñida de la rudeza irlandesa que exudan Danny y Nora.

Y es que sin duda alguna la excelencia alcanzada por la novela se vería mermada si se borraran esos párrafos en los que queda patente como Danny – a pesar de que sabe que Nora es una mujer mancillada que hace que sea incompatible reconocerla como suya y mirar a la vez al resto del mundo a los ojos - a medida que pasan los días y mayor es la impresión de que navega sin timón, sin que lo guie constelación alguna, mayor es su deseo de abrazarla, besarla y mirar dentro de sus ojos, esos ojos que han sido los únicos capaces de descubrir al niño, débil y cobarde que mora en el interior del hombre alto, fuerte y valiente que él es en apariencia.

La raza irlandesa, la cual - según palabras puestas en boca de Edgar J. Hoover – nunca permitiría que la prudencia o la razón nublase su juicio, y que una y otra vez a lo largo de la historia había ido derecha al apocalipsis a fuerza de fanfarronadas, tiene también entre sus miembros honorificos al Capitán Thomas Coughlin, el cual, siendo un niño, al igual que cientos de miles de compatriotas suyos, fue empujado por “la gran hambruna” a recorrer las millas que separaban a Irlanda de EEUU, la que era para muchos La Tierra prometida y que a Eddie McKenna y a él les dio la bienvenida diciéndoles: Este país es vuestro, chicos, pero tenéis que apoderaros de él.

La dureza que Thomas emana por todos los poros de su piel y que empleo a fondo para imponer la ley en el país al que le debía todo, solo se toma un respiro cuando “el sentimentalismo irlandés” se impone y le enseña que tener una familia implica pagar ese alto precio que supone no poder evitar el dolor de los seres queridos. No poder absorberlo de la sangre, el corazón y la cabeza.

Uno los sostenía en brazos, les ponía un nombre, les daba de comer y hacía planes para ellos, sin tener plena conciencia de que el mundo estaba ahí fuera, esperando para hincar los dientes.

Por último, pero no por ello menos interesante, cabe mencionar el protagonismo que en la trama tiene Luther Laurence un pequeño delincuente implicado en un violento incidente por culpa del cual se ve obligado a abandonar Tulsa, un lugar donde, por cortesía de Diácono Skinner Broscious, aprenderá una valiosa lección.

En mi experiencia, el momento más memorable en la vida de un hombre rara vez es agradable. El placer no nos enseña nada salvo que el placer es placentero. ¡Y ya me dirás tú qué lección, eso lo sabe hasta un mono sacudiéndosela! En fin. ¿Sabéis cuál es la esencia del aprendizaje, hermanos míos? El dolor. Pensadlo bien. Por ejemplo, rara vez nos damos cuenta de los felices que somos de niños hasta que nos arrebatan la infancia. Normalmente no reconocemos el amor verdadero hasta que ha quedado atrás. Y entonces, entonces decimos: anda, pero si era eso. Ése era el auténtico… Lo que nos moldea es lo que nos mutila. Un alto precio, estoy de acuerdo. Pero la lección que aprendemos de eso no tiene precio.

Siendo la sociedad norteamericana de aquellos días una sociedad de blancos construida sobre los conceptos de familia y trabajo honrado, en la que los blancos y los negros parecían haber pactado tácitamente que cada raza se mantuviese en su lado de la calle, bien podría calificarse como “gran acontecimiento” el hecho de que el color negro de la piel de Luther no sea impedimento para que entre Danny, Nora y él entablen una sincera amistad, una amistad que será para ellos la tabla de salvación a la que se aferran para no ser arrastrados al abismo hacia el que a pasos agigantados se acerca el mundo que les rodea.

Gracias al personaje de Luther, Lehane expone con toda su crudeza el racismo que imperaba en aquellos días y que podía dar lugar a que un negro acabase con todos los huesos rotos por haber tenido la osadía de mover el esqueleto en compañía de una mujer blanca.

Si El Káiser hubiera mandado a su ejercito al otro lado del mar, con todos sus aviones, sus bombas y sus fusiles, difícilmente habría causado más destrozos que los que, entre los meses de Mayo y Julio de 1917, provoco “la furia racista” que se desato durante el denominado East St. Louis Riot – esta afirmación que a priori bien podría parecer una exageración se torna en algo factible al leer el párrafo en el que con gran crudeza se relata lo sucedido en lo que fue uno de los peores disturbios raciales en la historia de EE.UU.

Los puestos de trabajo habían sido la causa de todo aquello. Los trabajadores blancos fueron convenciéndose de que eran pobres porque los trabajadores negros les robaban los empleos y la comida de sus mesas. Al final se presentaron allí, hombres, mujeres y niños blancos, y arremetieron primero contra los hombres de color, disparándoles y linchándolos y prendiéndoles fuego, incluso echando a varios al río Cahokia y lapidándolos cuando intentaban volver a nado, tarea que dejaron básicamente en manos de los niños. Las mujeres blancas obligaron a las mujeres negras a bajarse de los tranvías y las apedrearon y apuñalaron con cuchillos de cocina, y cuando llegó la Guardia Nacional, se limitó a quedarse mirando de brazos cruzados.

En estos días en los que los conflictos sociales son la consecuencia directa de la mala regulación financiera que ha parido ese monstruo llamado crisis que – emulando a Saturno – esta dispuesta a devorarnos a todos nosotros, es de lo más recomendable la lectura de esta monumental novela sobre gente corriente, sobre héroes cotidianos a los que les toco hacer frente a duros tiempos que – digan lo que digan los anunciadores del Apocalipsis – nosotros nunca conoceremos.

martes, 5 de junio de 2012

Tan solo enfrentarse cara a cara con la vida es ya un claro síntoma de valentía


Si el perverso Saruman no me ha confundido creo recordar que la lectura de esa obra maestra de la literatura fantástica que es la trilogía “El Señor de los Anillos” fue para mí una excelente válvula de escape durante aquellos lejanos días en los que llegue a temer que nunca jamás lograría culminar con éxito la misión que me había llevado hasta la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Industrial.


Y es que si durante el día, en el mundo real, más concretamente en el número 75 de la calle Manuel Llaneza, mas de una vez estuve a punto de rendirme tras oír como D. Miguel Ángel Castrillo Cabello “El Teniente Castrillo” – desde la tarima del aula donde de forma magistral impartía la asignatura “Elasticidad y resistencia de Materiales” - me decía "Veo en tus ojos el mismo miedo que encogería mi propio corazón. Pudiera llegar el día en que tus horas de estudio por fin dieran los frutos deseados, y, a parte de comprender todo lo referente a las teorías establecidas por Mohr, lograras sacar un sobresaliente en los problemas cuyo objetivo último es calcular el perfil IPN mas adecuado para mecanizar una viga sometida a flexión, pero hoy no es ese día”, al caer la noche, al adentrarme en La Tierra Media de la mano de los inolvidables personajes creados por J.R.R. Tolkien, y ser testigo de las proezas llevadas a cabo por todos y cada uno de ellos, mis ánimos se enardecían y volvía a ser yo poseído por ese espíritu de superación gracias al cual, al fin y a la postre, conseguí mi objetivo tras una batalla tan épica como la que se libro frente a Las Puertas de Mordor, y durante la cual las hordas de Saurom fueron aniquiladas por los hijos de Gondor y de Rohan a las ordenes de Aragorn.



Más de seis años después de que dejara atrás a Frodo y al resto de miembros de “La Compañía del Anillo” me he vuelto a ver envuelto en una aventura de corte fantástico gracias a “La elegida de La Muerte” el libro que fue capturado como “botín de guerra” para recordar la deliciosa tarde del 13 de Mayo de 2011 durante la cual mis tropas tuvieron el inmenso honor de cabalgar junto a «La Amazona que cruzo el Ruhr a galope tendido», la mujer que, a parte de ser una de las personas que mi corazón mas ama de esta buena tierra, consiguió que La Luz que robo al sol que se alza en el cielo sobre Bochum se llevase por delante a La Oscuridad que se alzaba sobre él que esto escribe, sobre él que, metido en la coraza y la piel del valeroso Boromir, combatirá a su lado hasta que las agujas de El Reloj del Juicio Final marquen la maldita hora de lobos y escudos rotos que rubricara la consumación de la Edad de los Hombres.


«Durante los últimos seiscientos años, la guerra ha sacudido los reinos de Thaledia y Svonda, en la península de Ternia. La bella guerrera Issendra de Liesseyal, Issi, es una mercenaria que lucha por el ejército que paga mejor. Entre el horror y la destrucción de un campo de batalla encuentra a una niña moribunda, que le marca con el signo Öi, una señal plateada en la frente que la convierte en la Öiyya, la Elegida de la Muerte. Esto provocará que los monarcas de Thaledia y Svonda, además de los reinos vecinos de Monmor y Thilia, ávidos de poder, emprendan una búsqueda sin cuartel de Issi para hacerse con el poder mágico que confiere la Öiyya y alzarse con la victoria en el continente» con estas palabras cinceladas en la contraportada de la exquisita edición que Ediciones B ha hecho de “La elegida de La Muerte” se presenta la historia narrada en la primera novela de Virginia Pérez de la Puente.


Antes de proceder a realizar la reseña de la mencionada novela cabe resaltar el hecho de que una mujer haya debutado con éxito dentro del genero fantástico, genero este que ha estado siempre dominado por la testosterona desde los tiempos de J.R.R. Tolkien hasta estos días en los que esa “joven” promesa que es George R. R. Martin se ha hecho mundialmente famoso a sus 68 primaveras gracias a la adaptación televisiva de su novela – río “Canción de Hielo y Fuego”.


La madrileña que hasta hace poco – a través del magazine “Hoy por hoy Mérida” - daba el parte de lo que acontecía en el mundo real publico en 2010 la novela que hoy nos ocupa, y que ha supuesto la coronación a su trayectoria literaria, una trayectoria en la que se dan cita varios relatos fantásticos que han sido merecedores de varios premios literarios, y que vieron la luz gracias a la pasión por la escritura que nació en la autora tras leer la saga “El Señor de los Anillos”.

A lo largo de 544 páginas acompañaremos a Issendra, una aguerrida muchacha nacida en Thaledia, al pie de las Lambhuari, muy alejada del Tilne y de la orilla del mar de Hindlezen, que como tantos otros solo puede confiar en su espada mientras recorre los territorios del continente de Ridia, un lugar en el que los hombres cambiaron de águila a buitre, de cazador a carroñero, por culpa de la muerte, la enfermedad y el hambre que llegaron de la mano de El Ocaso que se llevo consigo el alma del Mundo.


Consciente de que la necesidad que ha acabado con los escrúpulos de la gente implicará que sus servicios como mercenaria sean bien recibidos por las aldeas que temen ser aniquiladas por Los Perros de La Guerra que – a raíz del conflicto entre Svonda y Thaledia - andan sueltos desde hace seis siglos, Issi se embarca en una aventura en compañía de Keyen de Yintla, un hombre con el que mantiene una relación amor – odio, y que – al igual que los mercenarios y asesinos – ha encontrado en la guerra una buena forma de hacer negocio, aunque este se fundamente en algo tan deplorable como robar a los muertos todos aquellos objetos de valor que – al igual que los ojos que a picotazos les arrancan los cuervos - no volverán a necesitar.

Por desgracia para ella, su vida cambiará para siempre al llegar a los llanos de Khuvarkha (Svonda), un lugar donde la tierra, la piel del mundo, ha sido perforada por cientos de lanzas provistas de estandartes cuyos brillantes colores han desaparecido bajo la sangre derramada por los hombres que están tendidos sobre el campo de batalla a la espera de ser devorados por los carroñeros, y que horas antes habían bailado alegremente alrededor de las hogueras, cantando, bebiendo hasta hartarse y perdiéndose entre los arbustos en compañía de alguna de las muchas mujeres que seguían al ejercito como un enjambre.


Será en ese lugar donde se enfrentaron ferozmente los hombres de Svonda y Thaledia que por culpa de la guerra dejaron de distinguir amigo de enemigo, hermano de vecino, hombre o mujer de bestia, donde Issi de Thaledia entrará en contacto con El Öi, un extraño símbolo que deformara su hermoso rostro, y que le hará caer prisionera de la angustia que supone para ella ser testigos de horrorosas escenas que ella solo puede ver y que los que la rodean no se atreverían a imaginar.


Mientras La Öiyya - como un horrible súcubo - nubla su mente y le hace olvidar sus razones, sus pensamientos y su verdadero ser, a medida que le absorbe el alma y deja en Issi solo el deseo por La Muerte, entrarán en escena una serie de personajes secundarios que hacen aún mas rico el relato, y dan muestras de la maestría que la autora ha tenido a la hora de crear su propio universo.

Las intrigas palaciegas que tienen lugar en las cortes de Carleig y Adelfried, reyes de Svonda y Thaledia respectivamente, son un extraordinario vehículo para mostrar la avaricia y el ansia de poder que anida en el corazón de todos aquellos hombres que, ante su incapacidad para comprender que no es más rico el que tiene más, bien harían en asimilar la sabiduría que encierra la siguiente reflexión de un Öiyin:¡Cuan orgullosos son los reyes de los hombres, cuanto los poderosos! ¡No son capaces de ver que, por muchos que sean sus bienes y su poder, están condenados a morir, igual que el más humilde de sus siervos! La Muerte lo iguala, todo lo asimila, todo lo ata.

Por otra parte seremos también testigos de la lucha entre El Bien y El Mal que desde tiempos inmemoriales ha llevado a “Los Ianïe” - Los Servidores de La Vida – a combatir sin descanso a “Los Öiyin”, esos siniestros seres que en los previos al Ocaso, cuando, en un ritual a mayor gloria de la Muerte, querían sacrificar a un hombre de forma rápida y fácil le desollaban vivo.

Cabe destacar por último de la presente novela que “la sensibilidad femenina” no ha sido impedimento para que, a la hora de abordar todo lo concerniente a la guerra que se libra entre Svonda y Thaledia, Virginia Pérez de la Puente exponga con la crudeza que se merece como un pueblo lleno de gente a la que asesinar y mujeres a las que violar - para los hombres que enrolados en un ejército están dispuestos a matar y a morir – se convierte en lo mas parecido en una taberna con existencias ilimitadas de cerveza, hombres pendencieros y putas.

Y es que sin duda alguna, y aunque pueda parecer osado afirmarlo, el hecho de que la prosa de la autora rehúya en todo momento de mostrar la épica del combate seguramente habría recibido la felicitación del mismísimo J.R.R. Tolkien, el cual en su famosa trilogía siempre que tuvo ocasión mostro El Horror que implica toda batalla, y que él tuvo frente a frente durante la Batalla del Somme, una de las más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial y durante la cual – el que fuera segundo teniente del 11.º Batallón de Fusileros de Lancashire – vio para su desgracia como sus mejores amigos acabarían formando parte de los 300.000 muertos que dejaron tras de sí los brutales choques que tuvieron lugar entre el 1 de Julio y el 18 de Noviembre de 1916.


Dicho esto no queda más que felicitar a Virginia Pérez de la Puente por habernos entregado una novela de lo más atractiva que a parte de brindarnos deliciosas horas de lectura a los amantes de la épica – fantástica es un buen ejemplo de que, al igual que ha hecho la autora, si queremos hacer realidad nuestros sueños lo que tenemos hacer es recurrir al coraje y al valor de Issendra de Thaledia y enfrentarnos sin temor ni autocompasión a los obstáculos que cada Amanecer Rojo La Vida pone en nuestro camino.

Y es que, sin duda alguna, enfrentarse cara a cara con la vida es el mayor y más claro síntoma de valentía en estos días oscuros en los que ante la llegada de la tormenta esa estúpida criatura que es el hombre mira al cielo mientras los pájaros dejan de volar, los animales corren a esconderse, las plantas afianzan sus raíces en el suelo y hasta la misma tierra parece contener el aliento.