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lunes, 24 de septiembre de 2012

Para El Juez Dredd la justicia no es un cachondeo


Sin duda alguna una de las mejores lecciones que aprendí siendo un niño fue que “Ante el vicio de pedir esta la virtud de no dar”, y es que aunque nunca me podré quejar de todo lo que hizo por mí lo cierto es que Mi Santa Madre, la mujer que hacía cumplir la ley a Los Hermanos Fernández Gancedo, siempre fue implacable a la hora de seleccionar las cosas que les convenían a estos últimos, más concretamente, al que esto escribe…

Por desgracia para mí, una de las cosas que no creyó pertinente que yo conociera fueron las andanzas del “Judge Dredd” un tipo que durante la década de los 80 protagonizo un serie de historietas cuyas portadas destilaban una violencia que en buena medida fue la causante de que la autora de mis días me diese un “no” por respuesta el día que raudo y veloz le pedí que me comprara el Nº 1 tras verlo anunciado entre las páginas de uno de los comics de “Conan, El Bárbaro” que devoraba durante las noches veraniegas de las que siendo una inocente criatura disfrute en La casa de Carrandi (Colunga).


Dado que aquel día me quede compuesto y sin comic, hasta varios años después no volví a tener noticias del agente de la ley estadounidense que en un futuro distópico es al mismo tiempo policía, juez, jurado y verdugo. Y es que, como bien sabrán todos los seguidores de Sylvester Stallone, este ultimo, a mediados de la década de los 90, protagonizo «Juez Dredd», una película que a parte de recibir pésimas criticas resulto ser un fracaso de taquilla en toda regla, el cual, unido a otros como por ejemplo «Get Carter» (2000), «Driven» (2001) y «D - Tox» (2002), provoco que fuéramos muchos los que temimos que estuviera en «Máximo riesgo» la trayectoria profesional del actor Ítalo-estadounidense que se metió en la chupa de cuero y la piel del policía Marion Cobretti "Cobra".


Aunque el protagonista de la película que en 1986 dirigió George Pan Cosmatos bien podría haber sido La Musa que inspiro al guionista John Wagner y al dibujante Carlos Sánchez Ezquerra a la hora de crear al Juez Dredd, lo cierto es que la pluma del artista zaragozano mencionado anteriormente salió victoriosa de la batalla que la enfrento a la hoja en blanco gracias a las ideas salidas de su imaginación, al look de David Carradine en «La carrera de la muerte del año 2000» (1975), y al aguilucho franquista grabado en las monedas de 25 pesetas.


La falta de ideas por cortesía de la cual en las carteleras de cine en un futuro no muy lejano tendrán cabida los remakes de clásicos de la ciencia – ficción como por ejemplo «Desafío Total» y «Robocop» ha sido la culpable de que los responsables de las productoras DNA Films, IM Global y Reliance Big Entertainment aflojaran la cartera para dar a Pete Travis los 45 millones de dólares que necesitaba para resucitar a uno de los miles de hombres que jugándose el tipo hacen cumplir la ley a los habitantes de esa sucursal del infierno en la Tierra conocida como Mega-City 1.


En un futuro cercano, como consecuencia de una devastadora guerra atómica, Norteamérica es una única y gran megalópolis en la que viven 800 millones de personas que con cada nuevo amanecer empiezan una desesperada lucha por la supervivencia, una lucha durante la cual, a parte de hacer frente al hambre y la miseria provocadas por la alta tasa de paro (90 %), tienen que vérselas con violentas bandas de delincuentes. En tan desolador lugar, y para fortuna de la gente de bien que mora en él, es donde desarrolla su actividad profesional El Juez Dredd, un tipo frío como el hielo que ejecuta a los criminales con el ruido y la furia de las balas vomitadas por "The Lawgiver", ese pistolón capaz de disparar balas penetrantes e incendiarias y que en esta ocasión es empuñada por Karl Urban, el actor neozelandés que tras cabalgar rumbo a la fama al mando de Los Jinetes de Rohan, en 2007 fue «El guía del desfiladero» que, mandoble mediante, condujo a unos cuantos vikingos hasta Los Atrios del Walhalla.


El brutal asesinato de tres delincuentes habituales, es el motivo por el cual El Juez Dredd se ve obligado a pisar el acelerador de su moto Lawmaster y devorar los kilómetros de la mega – autopista que lo separa del mega-bloque Peach Trees, el lugar donde supuestamente se ocultan los matarifes que lo perpetraron, y al que llega acompañado de Cassandra Anderson (Olivia Thirlby), una agente novata que ha sido aceptada en el cuerpo por sus poderes telepáticos y cuyo «Día de entrenamiento» será tan inolvidable y brutal como el que el “rookie” Jake Hoyt (Ethan Hawke) vivio por cortesía del duro sargento Alonzo Harris (Denzel Washintong).


Y es que lo que empieza siendo una simple redada en el lugar más mega – peligroso de la mega – ciudad se convertirá en algo mucho más peligroso para Dredd y su pupila cuando decenas de asesinos, como si fueran auténticos perros de presa, se lanzan a “la caza del juez” para saciar la sed de sangre de su ama, Ma – Ma, una exprostituta psicópata que es dueña y señora de las vidas de los habitantes del mega-bloque Peach Trees y que según cuenta la leyenda feminizo a dentelladas al proxeneta que a navajazos le desfiguro el rostro, rostro que tal como podrán apreciar todos aquellas que vean más allá de los conseguidos efectos de maquillaje es el de Lena Headey, la actriz que metida en la toga y la piel de la Reina Gorgo consiguió que a muchos nos embargará la emoción cuando la despedida "Espartano, vuelve con tu escudo o sobre el" salió de sus labios rumbo a los oídos de su amado y valiente esposo.


Como bien supondrá el respetable, las presas a batir y los cazadores entablaran una feroz batalla durante la cual, a parte de ser testigos de ultraviolentas escenas, comprobaremos que mientras que la juez Anderson no puede evitar dudar a la hora de volar cabezas, Dredd demuestra ser una autentica máquina de matar que disfruta mientras desempeña eficazmente esa misión que tiene como objetivo limpiar las calles de escoria criminal, y durante cual, a buen seguro, le ayudarían si pudieran «El Exterminador» y «El justiciero de la noche», dos tipos que al igual que él dejan a su paso un montón de cadáveres y un tufillo fascistoide que tira para atrás.


Aunque por fortuna para nosotros vivimos en un Estado de Derecho en el que hay una serie de leyes que persiguen evitar la “justicia por propia mano”, lo cierto es que puede que llegue un día en el que esto no sea suficiente para esos millones de ciudadanos a los que se les quedan los ojos como platos cuando ven como los que están al servicio de la Señora de la Justicia tratan con mimo y cariño a sanguinarios etarras mientras miran para otro lado y se tapan los oídos para no oír a los padres que tras enterrar a sus niñas violadas y asesinadas piden que los culpables se pudran en la cárcel.

En 1985 la decisión de la Sala de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Territorial de anular la demolición del chalé del cantante Bertín Osborne provoco que Pedro Pacheco, alcalde de Jerez, gritará a los cuatro vientos "la Justicia es un cachondeo", esperemos que nunca llegue el día en el que el hartazgo provocado por las “polémicas decisiones judiciales Made in Spain” de lugar a que sean bien vistos los expeditivos métodos de los que hacen gala esos jueces, jurados y ejecutores para los que la justicia no es un cachondeo.


viernes, 14 de septiembre de 2012

“Los Prescindibles” y “La Imprescindible”


Años antes que las aulas de la Escuela Universitaria de Ingeniería Técnica Industrial fueran el lugar donde hacía parada y fonda equipado con mi carpeta heavy – metalera, “El chico que llevaba la carpeta forrada con caratulas de películas de Sylvester Stallone, Jean Claude Van Damme y Arnold Schwarzenegger” bien podría haber sido el apodo con el que se referían a mi los que fueron mis compañeros en el Instituto de Educación Secundaria Nº 7.


Bien sabe Dios que el que en Diciembre de 1992 habría preferido luchar a muerte en «El Octágono» antes que ir a casa con el zurrón cargado con ocho suspensos gustosamente habría gritado “¡Vete al infierno!” si alguien le hubiera dicho que veinte años después vería a los actores mencionados anteriormente protagonizar juntos una película durante la que mis oídos – a parte de disfrutar de la música celestial provocada por el atronador ruido de las balas vomitadas por rifles de asalto del más diverso calibre - serían agasajados con la dulce voz de “La más bella admiradora de Félix Lope de Vega y Carpio”, ese gran dramaturgo que escribió “El perro del Hortelano”, una de las muchas obras sobre las que Don Maruri - el temido profesor de Lengua y Literatura Española – hablo a sus alumnos de 2º de B.U.P. mientras el que esto escribe soñaba con ser un mercenario y salir de caza con «Los Perros de La Guerra».


A raíz del Pacto con el Diablo que firmo en la casa de Dios con El Señor iglesia (Bruce Willis), el veterano Barney Ross (Sylvester Stallone) se ve obligado a aceptar una misión que le llevara a él y al comando de mercenarios a sus ordenes hasta las frías tierras de Albania, más concretamente hasta la cima de la montaña donde se estrello un avión que albergaba en su interior una caja cuyo contenido supondría un grave peligro para la humanidad si cayera en manos de “los malos”.

Lo que en principio parecía una operación sin excesivos riesgos se acabara convirtiendo en algo mucho más peligroso cuando entra en acción Villain, un despiadado terrorista al que da vida Jean - Claude Van Damme y que por desgracia para él se pone «Al límite del riesgo» al asesinar brutalmente a Billy El Niño - un joven francotirador de élite encarnado por Liam Hemsworth, el hermanísimo del acTHOR que se ha hecho mundialmente famoso gracias al hijo de Odín que sirviéndose del martillo de guerra que lleva por nombre Mjolnir impide que los dioses que moran en el Valhöll sean aniquilados por las fuerzas de Jötunheim.


Y es que como bien supondrán todos aquellos que saben como se las gastan “Los Prescindibles”, estos últimos serán poseídos por una furia vengadora digna de «The Punisher (Vengador)», el personaje de comics al que en 1989 dio vida Dolph Hans Lundgren, el sueco de Estocolmo que tras utilizar su inteligencia para completar la carrera de ingeniero Químico en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets) puso su extraordinario físico al servicio de He – Man («Masters del Universo») y Jack Kane, el detective del departamento de homicidios de la policía de Houston que protagoniza «Dark Angel: Ángel de la muerte», película durante la cual un escalofrió recorrió mi cuerpo por cortesía de esa escena en la que el héroe de la función, ante la advertencia “Vengo en son de paz…” que sale de los labios de la sanguinaria criatura asesina a la que persigue, responde “Y te iras en pedazos…”  y acto seguido le vuela la cabeza.


Al igual que ocurrió en la anterior entrega, el que en la pantalla grande mato a puñetazos al mejor amigo de Rocky Balboa, da vida a Gunnar Jensen, un militar veterano de incontables guerras que lucha contra sus demonios internos, y que junto a Navidad (Jason Statham), Peaje (Randy Couture), Ave César (Terry Crews) y Yang (Jet Li), integra “la pandilla de psicóticos” que comanda Barney Ross y que durante su segunda misión de combate cinematográfica cuenta con el apoyo de Maggie (Nan Yu), una mujer de armas tomar que al igual que los caballeros mencionados anteriormente se caracteriza por tener muchas agallas y muy poco sentido común.


Sirviéndose de un guión escrito a cuatro manos por Richard Wenk y Sylvester Stallone, Simon West – el padre cinematográfico de «La hija del general» - ha conseguido un espectáculo visual de primer orden que sin duda alguna saciara el exquisito paladar de los que crecieron durante la década de los 80, la que sin duda alguna fue la época dorada del cine de acción, un genero que siempre estará en deuda con Chuck Norris, el actor que metido en el traje y la piel de un veterano del Vietnam «Marcado para morir» libro una espectacular pelea de karate bajo las luces de neón que bañan las calles de Hong Kong, y que el pasado Lunes - al hacer acto de presencia en plan lobo solitario y al son de la inolvidable banda sonora que Ennio Morricone compuso para la película «El bueno, el feo y el malo» - provoco que el que esto escribe, sin moverse de la butaca de los Cines Yelmo, viajara en el tiempo hasta aquella lejana noche de principios de los 90 durante la que atrincherado en el sofá y gracias a Antena 3 estuve «Desaparecido en combate».


Como no podía ser menos el que una tarde de Viernes de mediados de los 80, cuando aún era uno de los inocentes niños que correteaban por el patio del Colegio Público Sagrado Corazón, sintió en sus carnes el agradable mordisco de «Cobra», y aplaudió a rabiar al ver como este tras decir "Aquí es donde termina la ley, y empiezo yo" colgaba del gancho de un puente – grúa a "El carnicero nocturno" no puede poner fin a esta crítica sin dar mi más sincero agradecimiento a los artífices de «Los Mercenarios 2», y a la mujer que me acompaño durante el visionado de la misma y que el día que se alisto en mis unidades de choque provoco que en el pecho de «El luchador» que esto escribe empezase a latir un corazón de león que a parte de impedir que me amilane ante el «Máximo riesgo» conseguirá que - emulando al «The Hitman» que haciendo buen uso de la poderosa potencia de fuego de una plateada escopeta de cañones recortados se llevo por delante a la mafia de Seattle – aniquile a todo aquel «Depredador» que ose adentrarse en «Der Dschungel Kristalles» para perturbar nuestra tranquilidad.


miércoles, 12 de septiembre de 2012

El Amor: Un juego de niños al que juegan los adultos



El 3 de Marzo de 1996, horas antes de que las gaviotas peperas gritarán ¡Victoria! desde el balcón del edificio sito en el número 13 de la calle Génova, este hijo de Caín, en compañía de su buen amigo Abel Molinero Rodríguez, tuvo el inmenso placer de ver una de las mejores películas de acción de todos los tiempos: «HEAT».


Aunque la tensa historia basada en un guión escrito por Michael Mann – director de la función – y los impactantes minutos durante los cuales tiene lugar uno de los tiroteos más memorables que hasta la fecha se han podido ver en la pantalla grande, son los principales motivos por los cuales dicho film se ha ganado con creces ser considerado una obra maestra del Séptimo Arte lo que a un servidor más le marco fue la escena en la cual Robert de Niro, metido en el traje y la piel del atracador de bancos Neil McCauley, le da el siguiente consejo a su compinche Chris Shiherlis (Val Kilmer): "Nunca admitas nada en tu vida que no puedas dejar en menos de cinco minutos si la poli te pisa los talones".


Si bien faltaría a la verdad si no reconociera que hubo un momento de mi existencia durante el cual me pensé seriamente seguir a rajatabla semejante máxima vital, con el paso del tiempo – y a sabiendas de que ello me impediría unirme a los tipos duros que integran el comando «Los Mercenarios» - comprendí que no servía de nada ir por la vida en plan «McQuade, Lobo Solitario» dado que, tal como dijo el genial Gustavo Adolfo Bécquer: "La soledad es muy hermosa... cuando se tiene alguien a quien decírselo”.

Dieciséis años después de aquella lejana tarde de Domingo, el que esto escribe ha tenido el placer de visionar «Jeux d'enfants» (Quiéreme si te atreves) una película en la que, a través de una historia en la que convergen romance, drama y realismo mágico, se da otro punto de vista sobre “El Amor”, ese juego de niños al que, por fortuna para mí, juego desde hace meses con “Das Krieger Mädchen” que me demostró que - a pesar de que mi héroe John Rambo dijera a cierta guerrillera sur vietnamita que todos somos prescindibles – lo cierto es que, a la hora de la verdad, hay “Boinas Verdes” sin cuyo apoyo la derrota esta asegurada en el campo de batalla.


Dentro del ciclo “De niños buenos a Enfants Terribles” con el que se han puesto en marcha los actos conmemorativos del 50 Aniversario del Festival Internacional de Cine de Gijón el pasado 2 de Septiembre aquellos que aparcamos nuestras posaderas en las cómodas butacas del majestuoso Teatro Jovellanos tuvimos ocasión de disfrutar de la proyección del film dirigido por Yann Samuell y que en 2003 fue merecedor del Premio del Jurado Joven al Mejor Largometraje.



Inmersos en esa etapa vital que según Mario Benedetti a veces es un paraíso perdido y otras un infierno de mierda, los pequeños Julien Janvier (Guillaume Canet) y Sophie Kowalsky (Marion Cotillard) unen sus caminos el día que comienzan un curioso juego a raíz de la entrada en escena de una pequeña caja de hojalata que al enfant terrible mencionado anteriormente le ha regalado su madre.


El juego de niños que da título a la película y que consiste básicamente en lanzarse desafíos el uno al otro a la señal “¿eres capaz o no?”, a medida que pasa del tiempo se convertirá para ellos en una válvula de escape que les permitirá evadirse de la dura realidad que les espera en sus respectivos hogares. Y es que mientras que Julien ve como poco a poco el cáncer devora a su madre, Sophie – hija de inmigrantes polacos - crece en un ambiente en el que convergen los problemas propios de aquellos que intentan labrarse un futuro mejor en tierra extraña.

Con la llegada de la adolescencia, y tal como cabría esperar, “la pequeña caja de hojalata” empezara a compartir protagonismo con los sentimientos de afecto que cada vez con más fuerza empiezan a germinar dentro de Julien y Sophie y que acabarán provocando que, al son de Édith Piaf, vean la vida en rosa cada vez que – entre prueba y prueba – se abrazan y hablan en voz baja.



La película que fue definida por Ann Hornaday (The Washington Post) como “una fábula tóxica sobre dos jóvenes psicópatas enamorados”, es sin lugar a dudas una de las mas interesantes visiones que se han dado en los últimos años sobre ese “juego” durante el cual las que un día fueron niñas que jugaban con una muñeca vestida de azul con su camisita y su canesú siempre consiguen que se dejen ganar los que siendo unos niños – dando fe de su mal perder en la pista de fútbol – acababan jugando a “Rocky Balboa VS Ivan Drago” cuando les anulaban un gol por culpa de reglas tan polémicas como “no vale alta” y “no vale buco”.


Hecha la pertinente critica sui generis de la película solo me queda recomendar que todos aquellos que aún no lo han hecho se arriesguen a jugar  a ese juego de niños al que juegan los adultos puesto que tal como puede confirmar el que esto escribe: atreverse a querer a la mujer por la que uno atravesaría Las Puertas del Infierno – a parte de permitirnos morar en El Reino de Los Cielos – consigue que nos sintamos tan poderosos como Thor y tan alegres, optimistas e ilusionados como el niño que jugaba tranquilamente a Los Playmobil mientras sus mayores temblaban ante el holocausto nuclear que se podría desencadenar si a la URSS y a EEUU se les iba de las manos el juego de guerra “¿A que no te atreves a tirarme un cohete equipado con una cabeza nuclear?”.


viernes, 7 de septiembre de 2012

A los que más se merecen la Medalla de Oro a la superación personal


Aunque para un servidor “todo lo deportivo le es ajeno” lo cierto es que a medida que se aproximaba el viernes 27 de julio el fuego de la llama olímpica ardío cada vez con mas fuerza en mi corazón ante la posibilidad de que fueran IRON MAIDEN los encargados de poner la banda sonora a la ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos 2012.


Como bien supondrá el personal, el que en los conciertos de “La Doncella de Hierro” se pone los guantes de boxeo para defender su territorio conquistado frente a la masa enfervorecida paso olímpicamente del evento deportivo citado anteriormente al comprobar que el bueno de Sebastián Coe no creyó pertinente que “The Trooper” sonara a volumen brutal mientras Usain Bolt y compañía corrían hacía la meta como si fueran los miembros de La Brigada Ligera que cabalgaron hacía La Muerte en las llanuras de Balaklava.


No obstante, a pesar de lo anteriormente mencionado, coincidiendo con el día en el que nuevamente erro el tiro el jurado que en 2005 a la hora de elegir entre los 12 + 1 campeonatos de Ángel Nieto y el único título mundial de Fernandín “el nuestru” se decanto por este último, un servidor no pudo apartar los ojos de la pantalla durante la ceremonia que tenia por objeto premiar a los atletas paraolímpicos que habían participado en las competiciones de natación.

Si bien tod@s l@s premiad@s me despertaron un profundo sentimiento de admiración faltaría a la verdad si no reconociera que el jovencísimo tritón azteca Gustavo Ramón Sánchez Martínez fue el que provoco que desease fervientemente ser yo el encargado de colgarle al cuello la Medalla de Oro que justamente había ganado en la categoría 150 estilos, categoría en la que compitió contra Richard Oribe, el cual, gracias a su marca (1:25.33), añadió otra presea de plata al palmares del equipo paraolímpico español.


Y es que - a pesar de la malformación congénita que le privo de ambas piernas y el brazo derecho - el mejicano que llego a este mundo salvaje el 22 de mayo de 1994, desde su más tierna infancia, y gracias al apoyo, motivación y confianza que le brindaron los técnicos del programa Pumitas Natación, ha conseguido dentro e la piscina un buen puñado de triunfos que le han valido entre otros halagos ser condecorado en 2009 con el Premio “Luchador Olmeca” que otorga la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE).

Dado que primero en los equipos de baloncesto y balonmano del C.P. El Lloreu y posteriormente en el equipo de futbol del C.P. Santa Olaya, el que esto escribe demostró ser un inútil total para la practica de todos aquellos deportes que requerían coordinación, destreza y rapidez siempre han sido para mi admirables todos aquellos atletas que, en todas las partes del mundo, durante años entrenan duramente para ser merecedores de vestir el manto purpura de la Gloria y dar la vuelta a la pista a bordo de carros de fuego.


No obstante – visto lo visto durante el transcurso de los Juegos Paraolímpicos que en estos días se celebran en la capital de La Pérfida Albión – a pesar de que no sean tan rápidos como el viento o no lleguen a tocar con los dedos el cielo sobre Londres, es justo reconocer que los atletas más admirables son tod@s aquell@s que gracias a su coraje y pundonor han conseguido superar la infinidad de obstáculos que – tanto dentro como fuera de la pista – se han encontrado durante esa dura competición que es La Vida.

Dado que vivimos en una sociedad en la que los valores olímpicos brillan por su ausencia, seguramente, durante los años que restan hasta Rio de Janeiro 2016, muchos de tan admirables atletas volverán a ser “el cojo”, “el tonto” o “el manquín”, ante tal tesitura – antes de que se apague la llama olímpica que actualmente arde en el Olympic Stadium – os invito a todos a que dediquéis unos minutos de vuestro tiempo a ver a esos hombres y mujeres que se merecen mas que nadie llevar colgado de su cuello la Medalla de Oro a la superación personal.